Tinder Sorpresa: la cita de Halloween que hizo que me cagara de miedo

 

Cuando aquel chico de Tinder me propuso quedar la noche del 31 de octubre, no caí en que era la víspera de Todos los Santos. De hecho, no fue hasta que me propuso acudir disfrazados a la cita que me di cuenta de que era Halloween.

Y, aunque ahora, a toro pasado, pienso que tal vez debió darme mal rollo, en el momento me pareció superbuena idea.

Quise currarme el disfraz, ponerme algo terrorífico y monstruoso, pero que fuese también sexi y atrevido. Lo típico vamos, cualquier cosa que se pudiera definir como ‘putón aterrador’.

Al final me pudieron las prisas, me tocó reciclar algo de carnaval y… bueno, que me vestí de Harley Quinn. No he dicho que pretendiera ganar un premio al mejor putidisfraz.

En fin, que me hice dos coletas, me pinté las puntas de rojo y azul, me pintarrajeé la cara y me dirigí al local en el que habíamos quedado con un buen castañeteo de dientes. Porque la biker de piel que me había puesto no abrigaba mucho y porque las medias de rejilla tampoco es que ayudaran.

Sin embargo, entré un poco en calor cuando llegué al sitio, debido a la vergüenza que me dio ser la única persona disfrazada. Paseé la mirada por la barra, luego por las mesas y, allá, en una esquinita, vi que estaba el Joker saludándome. O sea, ¿cuál era la probabilidad?

Qué puta pasada que nos hubiéramos coordinado los disfraces sin saber de qué iba a ir el otro. Eso tenía que ser una señal.

 

Tinder Sorpresa: la cita de Halloween que hizo que me cagara de miedo

 

Nos dimos los dos besitos de rigor todos emocionados por la coincidencia, pero la cosa no paró ahí. Nos pasamos toda la cena flipando con todo lo que teníamos en común. Yo no me lo podía creer. Menudo match el nuestro, joder. ¡Menuda cita!

Después de la cena me invitó a tomar una en su casa, y yo, que no podía estar más feliz de la vida, acepté la invitación. Había un paseíto, pero yo ya no le tenía miedo al frío. Echamos a andar sin dejar de charlar. El que más hablaba era él, la verdad, pero a mí no me molestaba.

Hasta que me preguntó si estaba contenta en el gimnasio al que llevaba unos meses yendo. Y yo me quedé toda loca porque, que me muriera si le había dicho a qué gimnasio iba en ningún momento. Me hice un test de alcoholemia mental y no, no iba tan pedo como para haberlo olvidado. Así que se me instaló la mosca detrás de la oreja.

Pues, al rato, el tipo me soltó otro dato que yo no le había facilitado. La cita se estaba poniendo creepy por momentos. A dos calles de su piso me dijo que él siempre había querido estudiar derecho, pero no había podido hacerlo. Y, a continuación, me preguntó por qué lo había dejado yo a mitad de carrera. Ahí ya sí que me quedé helada, y no por el frío. Estaba muy pero que muy segura de que no le había hablado de eso. ¿Qué coño pasaba?

Cuando llegamos a su portal yo ya estaba dudando mucho si debía subir. Por lo demás, todo había ido muy bien, así que me obligué a darle una última oportunidad y le pregunté cómo sabía todo eso. Quizá había una explicación que no implicara nada raruno.

¿Qué me respondió? Que hoy en día toda nuestra vida está en internet. Y, no contento con eso, añadió que a donde no llegaba con las redes sociales ya se buscaba él la vida con métodos más tradicionales.

 

Tinder Sorpresa: la cita de Halloween que hizo que me cagara de miedo

 

Si es que el tío estaba orgulloso, porque se vino arriba y me dijo: No todo el mundo podría haber averiguado que ibas a venir vestida de Harley Quinn.

¿¿PEEEERDOOONAAA??

Llamadme exagerada, pero me cagué de miedo. Ni de coña me subía a su casa.

Le dije que me estaba encontrando muy mal y casi me tiro encima del capó de un taxi que pasaba por allí. Aproveché el trayecto para bloquearle en todas partes y me prometí no acercarme a su barrio ni aunque me regalen un piso allí.

 

Paola

 

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