Tinder Sorpresa: Me intoxicó y aun así me enamoró

 

¿Vosotras sabéis cuándo os enamorasteis de vuestras parejas?

Yo puedo decir el mes, día y casi casi la hora.

Sin embargo, no puedo decir que me diera cuenta de que me acababa de enamorar en una cita de ensueño o uno de esos instantes perfectos de las películas.

La realidad es que terminé de enamorarme de este chico mientras agonizaba entre grandes sufrimientos. Porque las alegrías unen, pero las experiencias cercanas a la muerte unen mucho más.

Bueno, estoy exagerando un poquito… Mi vida no llegó a correr peligro, pero sí hubo momentos en los que me quise morir. Del dolor, la incomodidad y la vergüencita.

Y es que esta es la historia del chico que me intoxicó y aun así me enamoró.

Le conocí a través del Tinder, cómo no.

Hablamos unas semanas y luego empezamos a quedar, pero en plan super slow burn. Parecíamos más un par de amiguetes que dos personas con ganas de meterse en la cama, y no para dormir. A mí él me gustaba, pero me daba mogollón de inseguridad porque no le veía nada por la labor de ir a más.

Quiero decir, se le veía a gusto, solía ser él quién escribía primero y proponía quedar y tal. Era solo que cuando estábamos juntos, como que no propiciaba el acercamiento.

Empezaba a desesperar cuando, por fin, me propuso pasar el fin de semana en una casita que su familia tenía en la sierra.

 

Tinder Sorpresa: Me intoxicó y aun así me enamoró

 

Qué ilusión más grande, madre mía.

Al principio íbamos a irnos juntos el viernes por la tarde, pero debido a un cambio de turno de última hora, fuimos por separado. Él durmió ya allí para limpiar y caldear la casa, y yo me uní el sábado a medio día.

Cuando llegué, él me tenía preparado todo un menú degustación con nuestros platos favoritos. Habíamos hablado de ello en una cita de esas en las que intercambiamos toneladas de información sobre nuestros gustos y aficiones y esas cosas. No nos habíamos dado ni un casto besito, pero al terminar la tarde ambos sabíamos mucho más del otro.

El caso es que no había olvidado lo que le había dicho y mis comidas favoritas me esperaban a la mesa. Incluso la ensaladilla rusa que estaba en mi top 5 y él aborrecía.

Comimos en la mesa baja del salón, frente a la chimenea, y yo, que estaba un pelín nerviosa, me puse hasta arriba. Sobre todo, de ensaladilla, que fue lo único que él ni probó porque odiaba la mahonesa.

Después de comer y recoger todo, fuimos a pasear por el bosque de las inmediaciones. Bajamos hasta el río, charlamos, reímos… La caminata me vino de perlas para bajar la comida, aunque, con eso y todo, seguía llena y sin pizca de hambre cuando, después de unos arrumacos en el sofá (¡Sí! Besos y toqueteos ¡viva!), él habló de sacar las sobras de la nevera para cenar algo.

Me senté a la mesa a verle comer y a disimular arrastrando el tenedor, porque ya llevaba un rato encontrándome entre mal y dame veneno que quiero morir.

Qué mala suerte, joder. No me lo podía creer.

Me dolía la cabeza, me daban calambres en el estómago y, como mínimo, tenía unas décimas.

Pero, lejos de decir nada, me salí de mi cuerpo enfermo y traté de seguir con el plan. Me esperaba una noche de sexo apasionado y no estaba dispuesta a perdérmelo.

Estaba tendida en la cama, con una teta fuera y un tío maravilloso entre los muslos, cuando me vino la primera arcada.

 

Tinder Sorpresa: Me intoxicó y aun así me enamoró

 

Ni siquiera conseguí llegar al baño, vomité en una alfombra blanca de pelo que parecía una oveja atropellada. Especialmente después de haber descargado el contenido de mi estómago sobre ella.

Aquella iba a ser una noche inolvidable que se quedó en una noche toledana.

Los ratos que no pasé vomitando, me los pasé sentada en la taza del váter. Muerta de agobio y de vergüenza, la puerta del baño era muy fina.

Fue horrible, sí. El 90 % del tiempo. Pero el 10 % restante… Jo, es que él fue tan mono, tan cariñoso, tan preocupado y tan buen cuidador…

En resumidas cuentas, fue un finde de mierda (por momentos, literalmente), pero también fue el finde en el que un chico me intoxicó (el médico confirmó la salmonelosis) y aun así me enamoró.

Tres años después, seguimos yendo de vez en cuando a aquella casita de la sierra en la que pasé dos días saliendo de la cama solo para ir al baño, mientras él me daba suero a cucharaditas.

 

La chica que no ha vuelto a comer ensaladilla

 

 

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