Esta historia no acaba bien, ya os hago spoiler, pero es que flipé tanto que tenía que compartirlo. Y lo peor de todo es que lo que me ha ocurrido a mí le ha ocurrido a muchísimas más mujeres.

Para que me conozcais un poquito, yo soy una chica de Madrid normal, corriente y moliente. Tengo 23 años, mido 1,68 cm y peso 80 kilos. No voy a entrar en si estoy gorda, flaca o ni una ni otra cosa. Me parece irrelevante. Lo importante es que soy YO, y tal y como soy me adoro.

Desde hace algunos meses tengo Tinder en mi móvil porque me apetece darle al follisqueo sin buscar nada serio. Por eso las apps de ligoteo son ideales para mi. Hasta aquí no hay ningún problema, es más, hasta ahora he conocido a muchos tíos increíbles que me han hecho disfrutar y reír a partes iguales.

Lo chungo llegó ayer cuando un tío al que llamaremos Pedro y yo hicimos match.

Empezamos a hablar y la cosa fluye. Le cuento de dónde soy y cuáles mi trabajo y el me habla de su vida y todo el rollo. Lo normal. El problema llegó cuando de repente, a mitad de la conversación, me cuenta que los veranos se dedica a la tauromaquia.

Os transcribo la conversación literal sacada de mi móvil:

Pedro – Y bueno, desde hace unos años en verano soy torero.

Yo – ¿Cómo Chayanne o de verdad?

Pedro – No, no, torero de verdad. Voy por algunos pueblos de ******** dedicandome a la tauromaquia.

Yo – ¿Pero qué tipo de toreo? ¿Rollo rejoneo, mareando a una vaquilla o corrida de toros?

Pedro – Pues tía, lo que se te viene a la cabeza si piensas en toreo. Vamos, que mato al toro.

Yo – Ahhh.

Pedro – Qué pasa, ¿que no te gusta?

Yo – Pues la verdad es que no. Estoy en contra de la tauromaquia pero bueno…

Pedro – Así que eres de esas.

Yo – ¿De esas qué?

Pedro – De esas personas hipócritas que van al McDonalds y se piden una buena hamburguesa de carne pero luego se escandalizan por un toro que ha sido criado para morir.

Yo – Okey. No te he faltado al respeto y creo que tú a mí sí, así que mejor que la conversación se acabe aquí.

Y al parecer mi okey le jodió mucho, porque empezó a soltarme DE TODO. Me llamó puta, gorda, obesa mórbida, que nadie follaría conmigo, que me estaba hablando por pena, que ojalá me toreasen a mí en vez de al toro para matarme y desangrarme. Verdaderas burradas que no voy a repetir porque me parecen hasta dañinas para las personas sensibles.

Y después caí en que no era la primera vez que me pasaba, no tan bestia obviamente. De esto que un tío te llama guapa en la discoteca, tú pasas y él se indigna y te suelta “vale gorda/fea/bollera, que no eres para tanto”.

¿Tan frágil es el ego masculino de algunos tíos que cuando les rechazan necesitan atacar para que su autoestima siga intacta?

Y sí, esta conversación me dolió porque me dijo cosas MUY bestias, pero lo que más daño me hizo es imaginar a la chica que le pueda seguir el rollo o que no se de cuenta del verdadero cabrón que hay detrás de ese Tinder. Así que la moraleja es que JAMÁS toleréis una falta de respeto, venga de quién venga. Y si su ego de señoro se hiere, que se ponga betadine.

 

Anónimo.