‘Consejos vendo, que para mí no tengo’.

Mira que me gusta empezar a mí estas historietas con un refrán, porque resumen la moraleja de todo lo sucedido.

Empiezo nueva etapa como solterita de oro. Tras haber estado más de 10 años en la monogamia, me doy cuenta de que el mercado está peor de lo que lo recordaba.

Admito que me daba algo de envidia cuando veía a mis amigas en las aplicaciones, seleccionando señores como quien compra online. Sin embargo, no estaba preparada para la tontería en el cuerpo que tienen algunos.

Lo cierto es que siempre he pecado de habladora y no me cuesta nada entablar una conversación. De hecho, tengo un truco infalible: hablar de Los Simpson.

Homer Simpson diciendo sí

Tu empiezas una conversación con cualquier cancioncita de esa maravilla serie de Matt Groening, y los tienes en el bote. Si se lo haces a algún pretendiente y no le gusta, busca otro porque no es ahí, te lo digo ya.

A lo que vamos, tras una década sin citas, llegó el momento de lanzarse a la piscina, aunque fuera con poca agua. Llevaba hablando con el elegido varias semanas. Nos reíamos, los audios eran eternos y había buena sinergia. Estábamos en una situación similar donde nos venía bien conocer gente y vimos oportuno quedar.

Mis inseguridades con mi cuerpo siempre me han llevado a cancelar citas con poca antelación o a inventarme excusas baratas, pero este chico sabía de mis curvas infinitas y ya me había dejado claro que era más importante la conexión que una atracción física.

 

Todo empezó con un bonito abrazo, con una conversación agradable y con muchas risas. Cada vez me sentía más segura y tranquila, hasta que llegó lo que habíamos pedido de cena y una pregunta incómoda apareció en el escenario:

¿Y no te has planteado hacer solo una comida al día para así perder peso?

Me quedé con la boca abierta antes de poder arrearle otro bocado a mi hamburguesa. ¿A qué venía ese comentario? ¿De verdad me estaba intentando dar consejos de nutrición en ese instante?

 

Él prosiguió con su discurso:

Yo pesaba 40 kilos más hace 10 años y mi solución fue comer solo una vez al día. Por la mañana solo tomo café, a medio día un batido de proteínas y por la noche ceno. A poder ser, algo con legumbres porque tiene mucha proteína y pocas calorías.

Yo me limitaba a poner cara de sorpresa, a afirmar con la cabeza y a que no se me notara mucho que lo quería mandar al carajo. Llegó un punto que no pude disimular más y le respondí:

¿No te has planteado que igual me gusta mi cuerpo tal y como es y no necesito que me pegues tu tontería de que así me voy a quedar como una sílfide?

Lo más divertido de todo es que se indignó porque él solo quería ayudarme ‘con mi problema’ (palabras textuales) sin ser juzgado por ello.

La cita terminó regulera y antes de tiempo, más que nada porque él podía decir lo que quisiera, pero si era yo la sincera, le hacía pupita.

Primera cita 0, yo 1. Sinceramente, obtuve el final feliz que deseaba.

 

Anónimo

 

Envía tus movidas a [email protected]