Hoy quiero hablaros del postparto, de esa vida que llega después de haber dado a luz, esa etapa en la que descubres que ya nada volverá a ser como antes (o al menos casi nada).
Acabas de parir a un bebé. Desde tu interior, y a través de un minúsculo canal, una criatura ha llegado al mundo, y es ahora cuando vas a descubrir que como mujer y madre en esta sociedad es tu deber volver cuanto antes a la que eras antes.
“Verás que con un poco de ejercicio pierdes todos esos kilos que has ganado”, primeras palabras de una encantadora enfermera totalmente desconocida que decidía animar a una recién parida en su primer día como madre. Según parece ser delgada e impecable siendo mamá es un imprescindible.
Y claro, una entonces se pone a hacer balance de todas esas revistas de cotilleo en las que ha visto a un montón de famosas luciendo espléndidas a las puertas de un hospital, criatura en mano, vestido ideal, pelo y maquillaje maravillosos… y se da cuenta de lo mal organizado que está esto de ser mujer. Porque ahora que yo misma lo he vivido, ¿en qué cabeza cabe que dos días después de parir a nadie le apetezca semejante postureo?
Que si el “Hola” o el “Lecturas” hubieran venido a mi casa aquello sí que habría dado para un gran reportaje, pero de la selva Amazónica (y mejor no voy a decir qué parte de la selva era yo…). Pero estas señoritas sí, porque es lo que hay que hacer, pasar horas y horas dilatando (que, para el que no lo sepa, duele que te cagas), con contracciones cada vez más fuertes, pidiendo drogas con el fin de que aquello termine cuanto antes… Para, una vez que tu criatura ya está contigo, ser tú misma un cóctel de hormonas y sentimientos y, encima, tener que enfundarte un mini-vestido “porque cuanto más recuperada se te vea, mejor”.
Pues es verdad, igual nos hemos pasado en eso de decir que somos Súper-Mujeres y un sector del planeta realmente ha pensado que damos a luz y ¡zas! Barriga plana, ni una sola estría, ojeras inexistentes y pechos turgentes bien colocados. ¡Pues no, amigos! Y creo que ya es hora de dejar de vender un postparto de cuento de hadas.
Que estamos ya un poco aburridas de esos anuncios de pañales, de seguros, de leche… en los que se ve a una mujer disfrutando de su bebé como si aquí no hubiera pasado nada, que da la impresión de que efectivamente a algunas es la cigüeña la que les deja a los churumbeles en una cuna y hasta luego Mari Carmen.
¿Qué hay de los entuertos?, ¿o esa maravillosa sensación de estar en la cola del supermercado y sentir cómo brota a litros leche de tus pechos?. Quizás haya también que recordarle a muchos que, durante unos 20-30 días, las mujeres expulsamos poco a poco de nuestro cuerpo todo aquello que hemos acumulado en nuestro útero durante 9 meses, y no digo más, pero no es bonito.
Y si a todo esto le sumamos el cansancio y los sentimientos encontrados de amor infinito y tristeza (por lo que sea, el cuerpo es así y si está triste, está triste). El resultado es una mujer hecha polvo que solo escucha a su alrededor a gente preocupada por la criatura, dejando a un lado su propio bienestar. Una mujer que pasa las veinticuatro horas del día procurando que su hijo esté perfecto y de la que muchos se olvidan. No está de más, en este punto, una pequeña recomendación. ¿Quieres hacer un regalo a una recién estrenada madre? Regálale tiempo o regálale apoyo y ayuda. Nada de ropita minúscula ni un millón de juguetes que después tendrá que recoger. Obséquiala con una tarde de amigas o con una mañana de limpieza en su casa para que ella pueda descansar.
No queremos más postpartos de teatrillo, ni ser mujeres y mamás presionadas por entrar cuanto antes en nuestros antiguos vaqueros, no tenemos que demostrar nada a nadie. Queremos un postparto real, duro y emocionante a la vez. En el que nuestro cuerpo está en constante cambio y nosotras todavía estamos descubriendo qué es eso de ser madre.