En año y medio he sido madre en dos ocasiones. Sabía que no quería que mi primer hijo fuese único, y sabía también que quería que la edad entre ellos fuera la mínima para que se sintieran “más iguales».

Aquí, sentada en la cama del hospital, deseando volver a casa para poder estar con toda mi progenie me doy cuenta del regalo de sabiduría emocional que me da mi recién nacido segundo hijo.

Le tengo sobre mi pecho, respirando tranquilamente piel con piel.

Da igual el sexo de mis hijos, no cambia ni el mensaje ni la experiencia.

Con este segundo hijo enfoco con mayor madurez este tipo de esclavitud que es la crianza natural basada en el vínculo, en la que tanto me he esforzado y creído.

Visualizo las horas interminables dando de mamar, todo lo que no voy a dormir o lo que dormiré robándome tiempo de trabajo tanto en mi obra, como en mis quehaceres mundanos como en mi propia persona. Sabiendo que no siempre va a ser así, pero es que mi descendencia no siempre va a necesitarme tanto. Son etapas que te enseñan eso, diferentes estadios del amor. No idealizo nada, me lanzo consciente a este caos y me dejo acunar por él.

He aprendido a que añorar es algo nuevo e ilógico que duele. Añoro al primer bebé. Días que se clavan como cuchillos, porque en año y medio nunca nos habíamos separado más de tres horas seguidas.

Comprendo mis agobios, mis no puedo más, mi rabia a veces por no saber equilibrar mi antigua y nueva vida.

Tener progenie es un acto de desprenderse. Exacto, es un ejercicio de cambiar prioridades, tipo de vida y a qué dedicas el tiempo.

Es cambiar prioridades y comprender que todo ese esfuerzo es otra forma de disfrutar de la vida.

Nuestr@s hij@s no nos devolverán el sacrificio, no es su obligación. Nuestra decisión fue traerlos al mundo y optar por una u otra forma de crianza. El tiempo que invertimos, los recursos, la cantidad de nuevos noes que tenemos que darnos y nuevos síes que antes no contemplábamos.

En esta segunda crianza que tengo por delante, me siento podría decirse que empoderada porque el conocimiento me deja disfrutar de todas las cosas buenas y malas que sé y no sé aún que van a venir.

Así que, segundo bebé gracias por enseñarme que todo lo que he hecho hasta ahora voy a volver a hacerlo y esta vez lo voy a disfrutar.

Gracias primer bebé por darme la oportunidad de ser tu madre.

Siento mucho que la lección hoy aprendida no llegase antes.