Soy una mujer de 38 años que no tiene hijos ni los va a tener. Esto no debería significar nada más allá de que no tengo, he tenido ni tendré ningún interés en ser madre. Sin embargo, es una decisión que trae consigo ciertas consecuencias. Aparte de las más obvias, de las que ya se ha hablado por aquí en multitud de ocasiones, hay otras con las que no contaba y que solo he ido viendo con el paso del tiempo. No es una ni dos, es todo lo que tengo que hacer por los demás por no tener hijos.

Es muy curioso como una decisión que solo debería afectarme a mí y, en todo caso, a mis parejas, toca a tantas personas de mi entorno. Y más curioso es que mi condición de no madre pueda resultar en un beneficio para todos ellos. Me explico con ejemplos, porque igual estoy resultando un poco confusa.

Ejemplo 1: como yo no tengo hijos, suelo cogerme vacaciones en períodos escolares y cambiar mi turno al de la tarde con mucha frecuencia. No siempre es lo que quiero, pero me adapto. O lo intento. O trato ya de ajustar mis viajes o lo que sea a las fechas en las que mis compañeras madres no van a necesitar pedirlas por pura conciliación. A veces me sale de dentro cederles los días o cambiar los turnos, otras veces es mi jefe el que me lo deja caer… ‘total, qué más te da poder ir a la cabalgata, si tú no tienes niños’. Pues, no es de su incumbencia, pero es que tengo sobrinos con los que me gustaría ir. Lo cual me lleva al…

Ejemplo 2: como soy la tía sin hijos, soy algo así como la canguro oficial de la familia. Adoro a mis sobris y me encanta pasar tiempo con ellos. Pero es que mis hermanos son de los que les das el dedo y se toman el brazo entero. En ocasiones siento que debo pedirles permiso para hacer planes el fin de semana. Porque cuentan conmigo por defecto y no suelen darme preavisos.

Y no es solo que los niños se vayan con la tita cuando están de aniversario, tienen un evento o lo que sea. Es que también acuden a mí cuando se ponen enfermos porque: ‘como tú puedes cambiar el turno y tus compañeras siempre están encantadas aunque las avises tarde, vienes a casa y ya llego yo antes de que tengas que entrar a trabajar’. Claro, como no soy madre, a mí me flipa trabajar hasta las once de la noche. Incluso en las semanas en que me toca currar de mañana.

¿Qué podría tener que hacer? ¿Por qué me va a gustar tocarme la barriga a dos manos o hacer lo que me salga de las narices cuando me salga de las narices? ¿Para qué quiero una vida, si no tengo hijos? Para nada, para nada. Dispongan ustedes de mi vida y mi tiempo, como hacen mis padres, porque…

Ejemplo 3: dado que soy la única hija que no les ha dado nietos, es obvio que debo encargarme de todas esas cosas que mis hermanos no pueden hacer porque, claro, ellos tienen a los niños. Desde que nacieron mis sobrinos, nadie más va con mis padres al médico. Nadie más les hace las gestiones. Por supuesto, soy la última a la que avisan cuando organizan una comida todos juntos, porque como yo no tengo hijos, podré ir sea cuando sea.

Y yo tengo aprecio a mis compañeras, amo a mis sobrinos y quiero mucho a mis padres, herman@s y cuñad@s… pero también me quiero a mí, la verdad. Así que hay cosas que hago con gusto, cosas para las que me ofrezco voluntaria y luego… luego están esas otras que me imponen y me enfadan y por las que algunos días protesto y otros me muerdo la lengua y me aguanto sin más. Porque al final ya ni me merece la pena enfadarme.

 

Natalia

 

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