El otro día salí con unas amigas a cenar y luego fuimos a una discoteca porque nos apetecía bailar. Porque sí, tú puedes bailar en tu casa, pero si te apetece hacerlo a las dos de la mañana y te pones la música a toda leche los vecinos te pueden matar. Para eso están las discotecas. Yo hacía bastante que no iba, y me hicieron recordar por qué.

Cuatro amigas deciden irse de cena y bailar un viernes por la noche. Sin ninguna intención más.  Aclaro, cenar que es la comida que se hace por la noche, y bailar que es mover el cuerpo al ritmo de la música. Y reírse todo lo que puedan. Punto y final. Pues ahí va la crónica de lo que tenemos que aguantar las mujeres en una sola noche:

Entras al restaurante, cuatro mujeres solas, y si hay mesas con hombres solos, te miran de arriba abajo descaradamente o incluso hacen comentaros jocosos entre ellos que tú oyes. Te sientas, empiezas a comer con tus amigas y a reírte a carcajadas de lo que dice la una y la otra. Bebes vinito y te entonas un poco, y entonces te ríes más. Los de al lado ya creen que estáis borrachas y que sois una presa más fácil, por lo que le piden al camarero que nos obsequie con una botella de vino pagada por ellos.

Empiezan los Juegos del Hambre. Preparaos porque, o sobrevivís o morís.

La botella envenenada, porque ella va con derecho a que ellos ya puedan piropearte, o incluso sentarse en la mesa con nosotras. Evidentemente la rechazamos educadamente. Y ahí está la primera ofensa al macho ibérico. Ya empiezan a decirnos que si vamos de divas, que solo era un acto de galantería, etc. ¡Ay queridos que no nos hemos caído de un guindo!, que ya tenemos una edad, y aceptar el vino no es gratis. Además, si queremos más vino nos lo pagamos nosotras. Gracias.

Sales del restaurante con las risitas de los de la mesa de al lado que intentan hacer comentarios ofensivos sobre ti, porque antes de no aceptar el vino les parecíamos maravillosas pero después, unas feminazis puto amargadas. Lo que cambia la visión de los hombres por  rechazar 20 euros de mierda.

Llegas a la discoteca, como eres chica no pagas. Muy bonito, o sea que somos el reclamo para que vengan más hombres. Eso no es galantería es machismo encubierto y del que apesta . Ya tengo ganas de vomitar y no es del vino.

Pero bueno tú quieres pasártelo bien, no entrar en conflictos por una noche y disfrutar de tus amigas. Toca buscar un sitio en la discoteca donde haya espacio para estar las cuatro y no esté demasiado abarrotado.  Y tienes que pasar por unos cuantos pasillos que hacen los tíos de una en una donde ellos o te piropean, o te miran como si fueras un trozo de filete de un restaurante de estrella Michelin, o simplemente te sueltan alguna ordinariez.

Buscas un lugar lo más apartado de ellos posible y empiezas a echarte unos bailes con tus amigas. Hacemos un círculo entre las cuatro para que no pueda entrar nadie dentro  y para mirarnos las unas a las otras y olvidarnos de los buitres de alrededor, pero no te lo permiten. Cada dos o tres canciones, o se acerca uno, o viene el gracioso y se mete a bailar en medio, u otro grupo intenta hablar con nosotras, y así en bucle hasta que empiezas a estar hasta los ovarios. Tu educación se esfuma cuando ves que la suya no existe y empieza la lucha. Ya dejas de pedir por favor que solo queremos bailar y que nos dejen en paz, sino que ya los mandas a tomar por culo directamente. Algunos hasta se rozan contigo o te cogen de la cintura. ¿Perdona?¿Por qué tengo que aguantar que un señor al que no conozco de nada me ponga su mano en la cintura? Y si les dices: “¿Por qué me tocas, quién te ha dado permiso?”, los señoros se ofenden. Y ya llegan los insultos, o los: “Porque provocáis bailando así”. Perdona si ponen salsa muevo el culo, pero no para provocarte a ti neandertal de las narices, porque es el baile adecuado a esa música.

Yo solo quería restregarme un poco. No sé porque tú ponerte así.

Vamos a tomar algo, llegas a la barra, pides cuatro gin tonics y al pagar, el camarero te dice que los ha pagado ese grupo de chicos de la esquina de la barra que te mira muy sonriente. Son cuatro y probablemente ya se nos han repartido. La que le toca a cada uno. Rechazas los cuatro gin tonics y le dices al camarero que te ponga otros cuatro que los pagues tú. Que no aceptas invitaciones que no has pedido. Y otra vez los insultos, la malas miradas: “¿De qué van estas tías? ¿qué se creen?» Incluso uno se atreve a venir a pedirnos explicaciones de por qué no aceptamos sus bebidas amablemente sin ninguna intención. ¡Sin ninguna intención! ja, ja, ja, espera que eso fue el viernes y yo aún me estoy riendo.

Conforme va pasando la noche, ellos están más bebidos y nosotras también, no vamos a ir ahora de santas.  La diferencia es que nosotras nos reímos más y bailamos como si no hubiera un mañana y ellos se vuelven más babosos, más insistentes y más maleducados. Hasta que llega a un punto que es tan insufrible que decides irte a casa.

Y ahí no acaba la cosa, de camino de la discoteca al parking donde tienes aparcado el coche no se para un coche lleno de tíos ¡sino tres! Tres coches con cuatro o cinco tíos gritando desde dentro: “Guapas ¿os llevamos a algún sitio?» Tú les contestas “no”, y aunque no les contestes, ellos aflojan la velocidad y están un rato a nuestro lado, piropeándonos, hasta que ven que “no es no”, y entonces pues nos gritan: ¡Estrechas, amargadas, malfolladas, creídas…! o cualquier cosita de este nivel.

Foto real de dos chicos gritando desde el coche que nos subamos con ellos.

Pero en el fondo das gracias de que solo te insulten y no se bajen del coche a hacerte algo peor.  Y al tercer coche tú los mandas a la mierda y los insultas igual que ellos a ti porque tu nivel de paciencia, se ha agotado. Y eso pues si vamos cuatro no te asusta demasiado, pero voy yo sola y se me para un coche con cuatro energúmenos diciéndome que me suba con ellos que me van a tratar bien y me cago de miedo lo más grande.

Y fin de la noche. Todo esto es lo que cuatro mujeres que solo quieren cenar, beberse unas copas y bailar tienen que aguantar desde las 22h hasta las 5h. Siete horas de acoso, insultos, desprecios, tocamientos, roces, babeos, e intimidación.

Qué exageradas ¿no? Pues no. Porque nosotras fuimos al restaurante y no intimidamos a nadie, porque nosotras no le tocamos el culo ni la cintura a nadie, porque nosotras no invitamos a beber a un hombre que ni siquiera nos había mirado. Y porque si una mujer está receptiva y quiere ligar contigo, no te preocupes que cuando la miras no te dará la espalda. Seguramente te aguantará la mirada, te sonreirá si tú le sonríes, y te invitara a que te acerques a ella. O se acercará ella si ve que tú estás interesado. ¡Que somos adultos y sabemos perfectamente cuándo le gustamos a alguien y nos está siguiendo el rollo para que podamos acercarnos a mantener una conversación o a tomar algo juntos (eso no garantiza sexo posterior, lo aclaro porque visto lo visto)! Pero si no ves ningún tipo de interés en ti, ¡por favor, dejad de molestarnos porque es insoportable! Y es acoso.

Y luego habrán los que dirán: “¿Y qué pretendes encontrar en una discoteca? Pues ¿gente que baile?”

Pues nada a hacer fiestas en casa. No nos va a quedar de otra.

Porque si las chicas cuando queremos divertirnos no podemos salir a ningún lado porque esto es lo que tenemos que soportar, ¿Qué nos queda? ¿hacer fiestas de pijamas en casa con 40 años? Porque si salimos estamos en peligro.

Basta ya, de veras. ¡Basta ya!