Hace algunos días perdí a mi abuela, a la única que continuaba conmigo desde hace años. Sí, lo sé, por desgracia los abuelos no son eternos aunque sin duda deberían serlo. Y también lo sé, aquí el que más o el que menos ha sufrido la marcha de algún familiar muy muy cercano.
Pero con los abuelos todo es bien distinto. Desde que nacemos los conocemos como seres entrañables que están en nuestras vidas para darnos cariño. Ellos ya se han dedicado durante muchos años a educar a los que hoy son nuestros padres, por lo que nosotros como nietos somos ese ser al que mimar sin límites. ¿Cómo no adorarlos y sentir esa necesidad de abrazarlos para no soltarlos jamás?
Y, por desgracia, en muchísimas ocasiones no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Sabemos que ellos están ahí, como si fueran inmortales, y hacemos nuestra vida sin llegar a imaginar cómo serían los días sin ellos. Y llegan, ¡vamos que sin llegan! Lo hacen trayendo un dolor y una soledad nunca vivida. Regalándonos un vacío de cariño que nada ni nadie puede suplir.
Porque los abuelos y las abuelas, no deberían irse, y hay muchos motivos.
Por su forma de malcriarte a espaldas de tus padres
Que quizás a ellos les ha tocado ver la cara más estricta de esos que hoy son tus abuelillos, pero a nosotros nos queda la parte más dulce. Ya hayan podido ser súper duros como padres, en su labor de abuelos todo se les olvida. ‘A ti que te eduque tu padre, yo no estoy aquí para eso…‘
Por ser los mejores cocineros del mundo
Un clásico entre los clásicos, esa abuela cocinera que tanto te fríe un huevo como se marca un cocido para treinta sin despeinarse. Y no solo eso, sino que tras un menú de cuatro platos bien densos, no puede remediar preguntar si te has quedado con hambre. Salir rodando después de comer en casa de los abuelos es prácticamente una norma.
Por darnos dinero como si estuvieran traficando con droga
Tú quieres ese vestido que has visto en una tienda pero tu madre te dice que no, que ya está bien de gastar. Tu abuela, espectadora de la discusión, se mantiene al margen. Al menos hasta que tu madre desaparece de la escena, momento en el que te mete un billete de cincuenta euros en el bolsillo a la voz de ‘tú no digas nada y cómprate ese vestido y los que quieras‘. Abuelillos trapicheando y consintiendo a partes iguales.
Por contar las mejores batallitas
Horas y horas delante de un refresco escuchando historias que te llevan a otros tiempos. Esa posibilidad de revivir el pasado en primera persona. No hay cosa que más les pueda gustar a ellos que el ver nuestro interés por saber cómo fue su infancia, su juventud, cómo eran las cosas entonces. Hace apenas dos semanas mi abuela me contaba uno a uno todos sus amoríos, cómo conoció a mi abuelo, cómo bailaron juntos un vals… ¿puede haber algo más entrañable?
Por ser sabios consejeros
Muchas veces olvidamos que ellos han vivido mil y una historias, y que todo ese trayecto les ha enseñado cientos de lecciones que nosotros todavía debemos aprender. Nos comemos la cabeza sin cesar hasta que decidimos pedirles consejo, y ahí está, la respuesta a todos nuestros males. Porque aquello de ‘más vale el diablo por viejo que por diablo‘ es un gran verdad.
Porque ellos unen a la familia
Los abuelos son ese nexo de unión familiar imprescindible. Ya sea para una comida, o una celebración inesperada, todo lo que gira en torno a los abuelos hace que hijos, nietos y bisnietos sean como uno. Pues todos tenemos nuestro núcleo familiar, nuestro hogar, pero al final pertenecemos a esa familia que ellos han creado.
Dedicado a mi abuela, esa mujer que me enseñó tanto
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