En la escuela infantil conocí a un niño que solía consolarme (y a los demás compañeros) cuando mi mamá me dejaba en el colegio, y desde ese momento se convirtió en mi mejor amigo, solíamos estar parte del tiempo juntos hasta la primaria, nos volvimos tan unidos que incluso recuerdo temer perderlo, nuestros compañeros solían decir que estábamos enamorados y que éramos pareja, eso a mi me molestaba porque siempre lo había visto como mi amigo, en cambio, él no le prestaba atención.
Al entrar a la adolescencia cada uno tomó naturalmente por su camino, cada uno tenía su grupo de amistades, pero siempre seguíamos preocupándonos por el otro, compartíamos en mi cumpleaños, nos dábamos detalles del día de la amistad y así, pero hablábamos muy poco. Casi terminando el bachillerato me di cuenta lo mucho que extrañaba su amistad y pasar tiempo con él, así que empecé a acércame más, pero de una manera cariñosa y juguetona, amenazaba con abrazarlo (no le gustan los abrazos, aunque dice que los míos son aceptables) pero mis amistades que no sabían nuestra historia empezaron a shippearnos, por lo que me empecé a replantearme el cariño que le tengo, y me entraron dudas sobre si me gusta y no me había dado cuenta, o no quería enfrentarlo, así que empecé a observarlo y analizarlo para saber si no lo estaba idealizando de alguna forma, y me di cuenta que durante todo este tiempo he tenido la imagen de aquel niño con el que solía jugar pero ahora tengo ante mi a una persona distinta y nueva que me interesa volver a conocer, incluso me ha llegado a parecer atractivo, pero lo que me confunde es que luego de que durante mucho tiempo y de cada oportunidad que tienen mi amigas de shippearme con él, empiece a influir en mi forma de pensar sobre él, en otras palabras, que haya empezado a aceptar el cuento ajeno de que él me gusta.