Me encuentro en un momento de la vida donde varias amigas han vuelto al salvaje mundo del ligoteo después de muchos años en una relación. Ellas llevaban muchos años teniendo sexo con el mismo señor y me llama la atención ver en ellas el miedo a volverse a desnudar delante de alguien nuevo. Veo como llegan a sentirse cohibidas en el sexo y como a veces les cuesta disfrutarlo plenamente, y es algo que no comprendo del todo. A ver si me explico, entiendo perfectamente que siempre pueda dar vergüenza exponerte desnuda y vulnerable delante de alguien, y que siempre los complejos van en nuestra contra pero, siempre he pensado que la persona que tenemos en frente tiene ojos y manos y que a esas alturas ya se ha dado cuenta de si tenemos el culo gordo, lorcillas, celulitis o las tetas colganderas… y que aún así está ahí contigo para pasar un rato divertido y disfrutar del sexo.
Siempre puedes topar con un gilipollas, pero creo no es lo habitual y menos si ha habido algo de tanteo previo. Y es por eso señoras, que vengo a reclamar el derecho a disfrutar del sexo sin complejos. Por nuestras vaginas habrán salido personas (o no) y puede que algunas canas adornen nuestras cabezas y nuestros chochetes pero, eso nos hace menos merecedoras de disfrutar plenas y confiadas del sexo, y sobre todo, de poder mostrarnos con libertad frente a quien sea.
Casualidades de la vida, me he pasado la mayoría de las tardes de este verano con el que era mi rollo de adolescencia. Los primeros días de piscina fueron muy duros, no voy a mentir ni a ir de súper empoderada por la vida. He engordado unos treinta kilazos desde la ultima vez que habíamos estado juntos y han pasado casi 20 años, así que mi autoestima no era la mejor para pasarme las tardes a su lado paseando en bañador. Mi cabeza pelea contra mi cuerpo a diario y estoy trabajando en quererme cada día un poco mas aunque hay días muy complicados. Pero bueno, la vida a veces es así de caprichosa y basta que trates de alejar algo con todas tus ganas para que te lo acabe poniendo en la cara. Y en este caso, después de días de pasar vergüenza por mi cuerpo, lo que me puso en la cara es a éste señor terriblemente empalmado cada vez que me miraba, tratándose de tapar como buenamente podía en su toalla.
Lo que quiero decir es que para cuando nos acostamos juntos, ya era tontería estar preocupada e insegura de dónde ponía o no él su mano, de si iba a aplastarlo al ponerme encima o de si mis tetas, al tumbarme, se me iban a escurrir para la axila. Ese señor estaba ahí conmigo con tantas ganas como tenía yo de pasarlo bien y punto.
De lo que si que hay que estar seguras, es de si a ese señor con el que vamos a acostarnos, se le pone como una barra de pan sólo con vernos y si es así, adelante, sin miedo y sin complejos. No estamos aquí para disfrutar del sexo a medias. La vida hemos venido a jugarla así que, hagámoslo como si no hubiera un mañana porque señoras, puede que no lo haya. Así que, al menos, que el fin nos pille bien folladas.
¡Menos vergüenzas y más orgasmos!