Un dolor crónico recorría la parte baja de la espalda.
Con la llegada del sol del verano me percaté de una inflamación que asomaba por encima de la goma de la braguita del bikini, lo llamaba mi cojincito lumbar.
El diagnóstico llegó en un año pandémico con dolores prácticamente diarios. Inmersos en un agobiante confinamiento, no quedaba más opción que la de aguantarse.
Mientras encendía la manta eléctrica con una mano y con la otra sujetaba un vaso de zumo de arándanos, únicamente me venía a la cabeza alguna infección urinaria. Después de un par de meses observándome deduje que eran dolores de ovulación, ya me había pasado antes, me autoconvencí para recuperar mi calma.
Pensé que era un mal sueño, pero estaba bien despierta, extirpación del ovario y la trompa derecha junto con un quiste de 10cm. Estuve conmocionada y con mucho más dolor, esta vez emocional.
La anestesia aún recorría mi cuerpo mientras escuchaba a alguien decir, endometriosis se llama, una enfermedad que no sabía que vivía conmigo y que llevaba varios años a mí lado sin ser consciente de ella, 10 años sin diagnóstico o quizás más. De lo que si era consciente era de que siempre tenía dolor y alguna regla que otra me dejaba partida en dos.
Por fin, en junio de 2020 fui diagnosticada de endometriosis profunda, endometriosis que además de afectar a los órganos reproductores de la mujer afecta también a otros órganos como puede ser el intestino, la vejiga, el uréter o en el ligamento uterosacro como es mi caso.
Cada vez que venía aquel dolor resonaba en mi cabeza frases como; no hay que exagerar, es que siempre estás mala, son dolores normales de la regla, hay meses que duele más y otros menos, trabajas en el suelo con los niños, has cogido frío, cargas a los niños con la lumbar en vez de con las escápulas, tu trabajo es muy físico, para agacharte no doblas bien las rodillas, tienes que educar tus posturas, fortalece tu espalda que sino acabarás teniendo una hernia discal…
Esta es mi historia y espero que no haya haya una continuación, la enfermedad avanza y se abre camino, mientras tanto me esforzaré en mejorar para recuperar esa calidad de vida que perdí gracias al apoyo psicológico, nutricional y de fisioterapia.
Rumi, un poeta musulmán, decía: «La herida es el lugar por donde la luz entra en ti».
Cuando la leí, pensé, así es. Toqué y sentí mis heridas aunque me molestasen y me dolieran, las destapé y dejé que respiraran a la vez que yo misma.
Las heridas siempre crean una costra para dar paso a la cicatrización, no solo en la superficie sino muy dentro de tí.
A todas las mujeres que estéis sufriendo cualquier dolor, por pequeño que sea, id a una revisión ginecológica, sin temor a que os llamen hipocondríacas.
Dejarlo pasar o aguantarse es correr el riesgo a que se complique y sea demasiado tarde, como me ha pasado a mí. Y si no hay dolor, siempre hay que estar muy pendientes de realizarse todas las revisiones pertinentes.
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