El tio de mis niñas. Cap 3

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    Mpigor on #227315

    Abro los ojos, mi cuarto está en completa oscuridad, esta mañana antes de acostarme cerré todo para que no entrase ni un rayo de luz, así que no tengo ni idea de la hora que es. Estiro la mano y cojo el móvil de la mesita de noche, son las cuatro y media de la tarde, tengo tres mensajes de mi madre preguntando qué tal estoy y uno de un número al que no tengo agregado. Me meto en el chat y leo el mensaje. ‘muchas gracias por esta noche, espero volver a verte pronto ?’ me fijo en la foto de perfil del contacto y veo que es una foto de Carlos con cada una de sus sobrinas en un brazo y los tres están riendo a carcajadas. Se ve que las quiere mucho, y ellas están locas con él. Agrego el contacto y respondo a su mensaje ‘se puede saber cómo has conseguido mi número? ?’. Pongo el móvil en sonido y le apago la pantalla.

    Me voy al baño a darme una ducha, pongo música en el móvil y me paso casi una hora bajo el agua. Cuando salgo, me pongo un vestido de estar por casa y voy a la cocina a comer algo, tengo muchísima hambre. Cuando estoy comiendo recibo un mensaje de Carlos. ‘le he dicho a mi hermana que me lo pase, que un conocido necesita niñera para esta semana y iba a pasarle tu número para que contactara contigo’. No lo abro, solo lo leo desde la barra de notificaciones, voy a hacerme la dura y a esperar un rato para contestarle. Termino de comer, limpio la cocina y friego los platos. Voy a mi cuarto y me tumbo en la cama deshecha, y le respondo. ‘bueno, pues me interesa el trabajo, a cuantos niños y en que horario tengo que cuidar’ esta vez me responde casi instantáneamente. ‘pues sería un solo niño, cuantas más horas puedas mejor, es un poco grande y puede valerse por sí mismo, pero esta semana está de vacaciones y seguro que se aburre estando solo en casa.’ ‘seguro que encuentra algo con lo que entretenerse el solito’ ‘este año no se va de viaje en vacaciones, y necesita una canguro que lo entretenga’ ‘bueno, puedo encargarme de él algún que otro día. Si me propone planes que me gusten, no tendré problemas en cuidarlo un rato’ ‘pues ya te voy avisando ??’
    Me paso toda la tarde del sábado tumbada en la cama viendo una serie a la que estoy enganchadísima. Termino de ver la última temporada y cuando me doy cuenta, son las 11 de la noche y aún he cenado, bajo a la cocina a preparar algo, cuando me llega un mensaje. ‘¿qué tal una cena de trabajo?’ ‘me encantaría, pero tengo que arreglarme’ ‘No hace falta que te arregles mucho, ya eres preciosa por ti misma, además, vamos a un lugar bastante informal. En veinte minutos te recojo en tu casa.’ ‘Muchas gracias, hecho’
    Vuelvo a mi cuarto rápidamente, hago la cama, me pongo un vaquero y una blusa amarilla, unas sandalias planas pero con plataforma, me hago una cola, me la cardo y me amarro unas cuantas gomillas pequeñitas para que quede una coleta inspirada en la de Jasmin de Aladdin, me pongo un poco de crema hidratante con color y me hago la raya en el ojo, me aplico un par de capas de máscara de pestañas y un gloss en los labios. Cojo mi bolso con el monedero, las llaves y el móvil y estoy bajando las escaleras justo cuando suena el timbre. Apago las luces y me dirijo a la puerta, cuando abro está ahí esperándome, con una mano apoyada en la pared y la otra en el bolsillo, las piernas cruzadas, sonriendo al verme. Lleva un vaquero oscuro un poco ajustado, una camiseta azul de marca y unas zapatillas de salir.
    – Hola preciosa. -dice acercándose para darme un beso en la mejilla.
    – Hola, muchas gracias. -respondo cuando se retira.
    Salgo a la calle, echo la llave y nos dirigimos al coche, pone su mano en mi espalda y me acompaña hasta la puerta del copiloto, y como cada vez que me monto en su coche, me sujeta la puerta.
    Se monta en su lugar, me da el móvil para que ponga música. Hoy estoy marchosa, así que decido poner algo de pop, suena “Enamorado de la moda juvenil”, esta canción me encanta, me transmite mucha libertad y me pone contenta. Estoy mirando por la ventanilla y cantando en voz baja cuando veo por el rabillo del ojo que Carlos no para de mirarme, se está riendo en silencio. Giro la cabeza hacia él y le digo:
    – ¿Se puede saber qué es eso que te hace tanta gracia?
    – Nada. – dice entre risas.
    – No te creo, te estas riendo de mí, de lo mal que canto. -respondo cruzando los brazos en el pecho.
    – No se me ocurriría reírme de ti. Me estoy riendo contigo, me estoy riendo porque se nota que eres super feliz mientras cantas, porque en esos momentos eres tu de verdad y entonces es cuando más guapa estás. Y no cantas mal, es más, puedes cantar en mi coche cada vez que quieras y no solo en voz baja.

    No se como se las apaña este chico, pero nunca me lo espero cuando me dice estas cosas tan bonitas. Sigo cantando, ahora en voz un poco más alta que antes. Cuando acaba la canción, me pone la mano en la rodilla y me pregunta:
    – ¿Te gusta la comida sudamericana?
    – ¿A qué te refieres con comida sudamericana?
    – La comida argentina, mexicana, colombiana. Platos como los nachos, las empanadas de carne, los tamales, las parrilladas argentinas…
    – He probado algunos, y si me gustan. -Respondo tímidamente.
    – Pues entonces el plan de esta noche te va a encantar. Te voy a llevar a un lugar en el que tienen una gran variedad de platos típicos de toda Latinoamérica. Es un lugar pequeño y familiar, tiene un ambiente muy relajado, como si estuvieses en el salón de tu casa, no hay formalismos ni nada, además, los trabajadores son una familia mexicana que antes de mudarse a España recorrieron toda Sudamérica. -me dice con gran entusiasmo.
    – Qué interesante, parece que les conoces bastante bien.
    – Si, suelo ir frecuentemente, ya me tratan como a uno más de la familia.

    Llegamos a una urbanización algo retirada del pueblo, aparcamos al lado de una casa que tiene un letrero brillante lleno de luces de colores centelleantes en el que estaba escrito “El Rancho Chilango”. Si no fuese por el cartel, por el ajetreo de gente y por las mesas que hay en el patio delantero, podríamos decir que es una casa normal y corriente. Entramos a la casa, a la derecha encontramos una barra de bar con multitud de taburetes, encima de la barra hay colgadas muchísimas banderas, todas las que reconozco son de países de Latinoamérica. Hay un enorme salón con pequeñas mesas de madera antigua y banquetas en el centro, y en los laterales, pegado a la pared, hay pequeños sofás circulares con una mesa delante. Las paredes están pintadas de colores brillantes, y todo está decorado con un montón de souvenirs. De fondo suena música de flautas y trompetas, no sabría decir de dónde es exactamente, pero me parece muy rítmica y agradable.
    Carlos me coge la mano y nos acercamos a la barra, donde hay un señor bajito, moreno y con aspecto de haber trabajado muy duro durante toda su vida, cuando nos ve acercarse abraza a Carlos, que me presenta a él. Se llama Pedro Manuel, pero todos le dicen Apá. Nos invita a entrar por detrás de la barra y nos acercamos a la cocina, allí se encuentra una señora morena, con el pelo negro muy largo recogido en una trenza. que da un enorme abrazo a Carlos y otro a mi. Se llama Victoria Francisca, pero le dicen Mamita. También saluda y me presenta a los tres hijos, tienen entre 16 y 24 años más o menos y son todos muy simpáticos.
    Cuando terminan los saludos, nos guían hasta uno de los sofás de la pared, está algo retirado del bullicio de la gente, y tiene una ventana justo al lado. Cosa que agradezco porque hace muchísimo calor.
    – ¿Qué te han parecido?
    – Muy agradables todos, son simpáticos, y parece que te quieren mucho.
    – Ya te dije que me tienen como un miembro más de la familia. ¿Quieres saber una cosa?

    Asiento con la cabeza.

    – Cada uno tiene una nacionalidad diferente. El padre es mexicano, la madre peruana, el hijo mayor brasileño, el mediano colombiano y el pequeño argentino.
    – Wow, qué cóctel de nacionalidades. Parece cosa de una película. – digo riéndome.

    Se acerca a nosotros el menor de los hermanos, se ve que es el más pequeño porque aún no tiene ni bigote. Carlos pide un “especial multinacional para compartir” y un par de mojitos. Pide que el suyo sea sin alcohol, porque tiene que conducir, y yo pido el mío igual, para empatizar con él.
    De mientras que nos traen la comida, nos ponen un plato una especie de canapés, y un par de vasos pequeños con un líquido rojo. Me explica que todos los días hacen unas tapas nuevas para ofrecer como entremés, que suelen mezclar alimentos de diferentes nacionalidades y que suelen triunfar entre los clientes. La bebida roja es granadina, porque con el sabor dulce de esta se contrarresta el picante de los canapés.
    Mientras me cuenta lo que hace en su trabajo, me ofrece un canapé. Cojo uno que tiene un dado de algo rebozado y una salsa que parece tomate. Encima tiene una rodaja de chile verde. Él coge uno igual. Nos los llevamos a la boca. La salsa es de tomate y el dado es pescado, yo diría que atún rojo. Está muy rico, pero pica mucho. Le doy un pequeño sorbo a la granadina, el picante de mi boca se desvanece un poco. Seguimos hablando. Me cuenta que nunca ha sido muy estudioso, por eso lleva trabajando en el almacén desde los 18. Solo se sacó el graduado y un ciclo formativo de grado medio de mecánica. Porque le servía con los camiones de la empresa.
    Cogemos el siguiente, este es como una pequeña tartaleta con una crema verde y un trozo de gamba. Al probarla, un inmenso frescor me invade la boca, sabe a menta y a queso. Está delicioso. Continúa nuestra charla, y llega un camarero con nuestros mojitos y otro con una gran bandeja llena de platitos de tapa. Cada uno tiene algo diferente y un cúmulo de olores me llena la nariz. Huele a carne, a ceniza, a tomate, a maíz. Algunos de los platos si los reconozco, y sé que me encantan, otros no tengo ni idea de lo que son, pero tienen una pinta increíble.
    – Vamos a hincarle el diente a todo esto antes de que se enfríe. – me dice Carlos.
    En primer lugar probamos los tamales, están deliciosos, nunca había probado unos tan ricos como estos. Después las fajitas, pican muchísimo pero su sabor es tremendamente bueno. En un pequeño cuenco veo unos círculos amarillos, parecen yemas de huevo, pero seguramente no lo sean. Me explica que es plátano frito. Cojo un trozo, lo pruebo, y su sabor me sorprende. Tiene el dulce del plátano pero también el salado del condimento, se deshacen en la boca, dejando una sensación muy agradable.
    – ¿Qué te ha parecido el plátano? – pregunta esperando mi reacción.
    – Nunca lo había probado así, y me gusta un montón.
    Cogemos después unos trocitos de costillas con salsa que hay en un plato de barro. Se les nota muchísimo el sabor a carbón natural. Entre plato y plato, va pasando la noche. Ya son casi las doce y media, y los chicos están empezando a recoger el local, solo quedan un par de mesas. Yo no puedo más, hemos comido muchísimo, estaba todo delicioso. Pedimos la cuenta. Yo quiero pagar a medias, pero Carlos se niega, alegando que esto para mi era trabajo y que la invitación a la cena es mi sueldo. Antes de irnos, necesito ir al lavabo, él aprovecha para despedirse de los dueños.

    Cuando salgo del baño, veo que Carlos lleva una bolsa de papel en la mano. Me acerco a su lado y salimos del local para encaminarnos al coche. Cuando llegamos, nuestra rutina se vuelve a cumplir, ya me estoy acostumbrando. Cuando Carlos está dando la vuelta alrededor del coche para montarse en su asiento, abro rápidamente mi bolso y me meto en la boca un chicle de menta, no quiero que me huela el aliento a picante dentro del coche.
    Antes de arrancar el motor, me mira y me dice.
    – Antes de llevarte a tu casa, ¿puedo llevarte a otro sitio?
    – Claro, sin problema. -Respondo.
    Pone en marcha el coche y empieza a sonar otra música, que seguramente Carlos la ha elegido antes de llegar al coche. No sé qué canción es, pero es bastante bonita. Conforme avanza el camino hacia el lugar a donde vamos, la sucesión de canciones sigue un patrón, en todas suena una guitarra y una voz tenue que canta en inglés. No reconozco al cantante, pero parece una chica.
    Llegamos a una urbanización en la que vive gente con un buen nivel adquisitivo, los empresarios y políticos del pueblo viven aquí. En la entrada hay un guardia de seguridad y una barrera, que se abre cuando el coche se acerca, Carlos saluda al señor de la garita con la mano a través de la ventanilla.
    – ¿Qué estamos haciendo aquí? -pregunto extrañada
    – Hemos venido a mi casa. Espero no haberme pasado tomándome la libertad de traerte hasta aquí. – responde con voz preocupada. – Pero si no quieres venir, te llevo a casa.
    – No, no te preocupes, no es por eso, sino que no esperaba que con veintisiete años y trabajando en un almacén de materiales de construcción vivieses aquí. -digo intentando calmar el ambiente.
    – Tengo una casa aquí, porque como te dije antes, llevo desde los dieciocho años trabajando, no gasto dinero en alcohol ni en tabaco, tampoco salgo mucho ni me voy de vacaciones. Entonces todo el dinero que he ganado en estos años ha sido para ahorrarlo, ya que ni siquiera gastaba en comida hasta hace dos años, que fue cuando me independicé. Con todo el lío de la crisis y la burbuja inmobiliaria, un empresario amigo de mi padre que vivía aquí necesitaba deshacerse de la casa urgentemente por problemas económicos, entonces la puso en venta y pude conseguirla por un precio muy inferior a lo que realmente vale.
    – Que bien, entonces tuviste suerte. El amigo de tu padre no tuvo la misma.
    – Bueno, podríamos decir que no tiene tan mala suerte y que tiene tres casas más en esta urbanización. -comenta sonriendo.
    – Entonces quién tuvo suerte fuiste tu. – digo soltando una leve carcajada.

    Llegamos a la puerta de la cochera de un enorme chalet. Carlos pulsa un pequeño mando que va enganchado a las llaves del coche, y la puerta empieza a moverse hacia el lado. dejando a la vista una cochera con dos plazas de aparcamiento para coche y una para motos, que está ocupada por una Triumph Thruxton 900cc. Es una moto igual que la de Mario Casas en la película 3MSC. La pintura brilla como si estuviese recién sacada de concesionario y los detalles plateados deslumbran con la luz de los faros del coche.

    Nos bajamos del coche y aparece una hembra de Golden Retriever preciosa para saludar a Carlos. Le pone las patas delanteras en el abdomen y empieza a sacar la lengua mirando hacia arriba, mientras su dueño le acaricia la cabeza con énfasis. Cuando ha acabado se acerca a mi lentamente, empieza a olisquear mis pies, va subiendo la cabeza hasta que se queda mirándome fijamente, se sienta en el suelo y saca la lengua, dejando ver su collar celeste con un colgantito en forma de diamante.
    – Parece que le has caído bien. -dice Carlos cerrando la puerta del garaje. – acaríciale la cabeza, así se hará tu amiga para siempre.
    Hago lo que me dice, el animal me pone las patas encima y empieza a lamerme las manos. Sus uñas me están empezando a hacer daño, así que intento librarme de ella como puedo. Cuando Carlos ve la escena, con voz tajante y seca dice:
    – ¡DIAMOND, SIT!
    La perra obedece inmediatamente la orden, baja las patas de mis piernas , se separa de mí y se sienta en un cojín que hay al lado de una puerta de madera que hay al lado de la moto.
    – Muchas gracias. – digo exhalando un suspiro. -Me has salvado.
    – Es muy buena, pero a veces se pasa de cariñosa con los invitados. – Responde riéndose. – Ven conmigo, te voy a enseñar la casa.
    Me acerco a él, apoya su mano en la curva de mi espalda, justo encima de la cinturilla de mi pantalón, y entramos por la puerta de madera que está al lado de la perra. Al pasar, él acaricia el hocico del animal, que viene detrás nuestra y al entrar en el salón, se tumba en una gran cama para perros que hay justo al lado de una chimenea de piedra que preside la estancia. Está todo decorado con mucho gusto, Carlos me dice que cuando la compró ya estaba así y que le gustó tanto que decidió no cambiarlo. En la planta baja hay una enorme cocina con lavadero al lado del salón, que tiene un gran ventanal directo al jardín y a la piscina. También hay un pequeño aseo y unas grandes escaleras de mármol beige que llevan al segundo piso.
    Subimos las escaleras y llegamos a un pasillo en el que hay cuatro puertas. En la primera hay un cuarto de baño con una bañera hidromasaje, una encimera con dos lavabos, una ducha con columna de hidromasaje y un inodoro. Todo en el baño excepto la bañera y el inodoro está hecho de mármol verde y beige. Es todo muy bonito y elegante. En la segunda puerta hay un dormitorio de invitados, en el que sus sobrinas se quedan cuando duermen allí. en la siguiente hay un pequeño gimnasio, con una máquina de correr, una bici estática, y un saco de boxeo. En la última puerta, el dormitorio principal. Una enorme cama colocada en el centro de la estancia se lleva todo el protagonismo, está todo decorado en tonos madera. Hay un armario empotrado con las puertas de espejo que ocupa toda la pared de delante de la cama. En el lateral hay una cristalera que debe tener vistas al jardín trasero y a la piscina, y un baño privado igual que el otro. Toda la casa está decorada con la misma sobriedad. Se nota que el antiguo propietario era alguien elegante.
    Nos acercamos a la cristalera, y veo que hay un balcón terraza. Carlos abre la puerta y enciende la luz exterior. En la terraza hay un jacuzzi gigante una cama balinesa y un juego de mesa y sillones de mimbre con cojines en rojo. Al lado de los sillones hay un cesto con toallas a juego perfectamente enrolladas. Las vistas desde allí son preciosas, se ve todo el pueblo desde arriba.
    – ¿Te apetece tomar algo?
    – Agua fría si tienes, por favor.
    – De acuerdo, bajo a la cocina rápido. Haz lo que quieras de mientras, como si estuvieses en tu casa. – Dice dándome un beso en la mejilla y saliendo de la habitación.
    Me acerco al jacuzzi, está lleno, aunque no está encendido, meto la mano, el agua no está muy fría, seguro que lleva toda la tarde dándole el sol. Después me asomo a la barandilla de la terraza, abajo está la piscina y un pequeño minibar chillout que hay en el césped, al lado de un par de tumbonas. Este chico debe tener ayuda externa para limpiar esta casa tan grande, no creo que él solo pueda cuidar todo tan bien y tan bonito como está. Un par de manos se me apoyan en la cadera y me sacan del ensimismamiento. El perfume de Carlos impregna el ambiente. Acerca la boca a mi oreja, y me aparta el pelo con una mano que mueve velozmente hacia arriba. Me planta un beso detrás de la oreja, después baja un poco, y posa sus labios de nuevo, va dejando un reguero de suaves besos a lo largo de mi cuello, hasta llegar a mi hombro, dónde muerde levemente. Ese roce de sus dientes en mi piel, me llega al abdomen en forma de electricidad. No sé cómo ha hecho eso, pero quiero que lo haga de nuevo. Me doy la vuelta, pongo los brazos alrededor de su cuerpo, y las manos en la parte ancha de su espalda. Estamos muy cerca, hago que levante la cabeza y poso un dulce beso en su prominente nuez. Haciendo que emita un sonido gutural que me llega a lo más profundo. Entierro la cabeza en su cuello, dejando besos por todo él. Sus manos acaban en mi culo, nos movemos por la terraza y caemos sobre la cama balinesa. Su boca y la mía se buscan, se necesitan, son como dos imanes que no se pueden separar, mi lengua se adentra en su boca y la suya la recibe con fuerza. Nos quitamos los zapatos, decido tomar el control, así que hago que se siente en el borde, yo pe pongo de pie entre sus piernas. Seguimos besándonos apasionadamente, mis dedos se enredan en su pelo, sus manos se cuelan por debajo de mi blusa, y empiezan a subir hasta que llegan a mis pechos, donde agarran todo lo que quieren. Cuando ya se han satisfecho, bajan hasta mis piernas y me ayudan a ponerme a horcajadas sobre él. Busco a tientas el borde de su camiseta y la subo por su pecho hasta quitársela completamente y tirarla al suelo. Él hace lo mismo con mi blusa, que queda formando una mancha en el suelo, al lado de la suya. Cuando sus manos se dirigen a abrir el cierre de mi sujetador, las mías lo paran, baja las manos a mi culo, y lo aprieta, intentando no dejar hueco entre nosotros. Sus manos vuelven a subir por mi espalda, intentado llegar al cierre de mi sostén, sus dedos lo abren hábilmente, seguro que no es el primero que abre. Un cúmulo de pensamientos negativos e inseguridades se condensa en mi cabeza, así que me bajo de su regazo, sosteniendo la parte delantera del sujetador junto a mi pecho con las manos. Carlos se asusta y se levanta de la cama y se pone a mi lado. Me vuelvo a abrochar el sujetador.
    – Perdón, perdón, lo siento, no quería pasarme, no te enfades por favor.
    – No me enfado, es solo que no puedo quedarme sin ropa delante de nadie. No es que no quiera, es que en el momento de estarlo mi mente se bloquea y no me deja ser yo misma. En mi cabeza entran miles de inseguridades y complejos que ya tengo superados, y me es imposible disfrutar del momento.
    – Pero si ya sabes que me encanta tu pecho, que me encantan tus caderas, me encanta tu cuerpo entero, es más, me encantas tu entera. – dice poniendo las manos en mi cara.
    – Además, estamos en una terraza, nos pueden ver tus vecinos. – digo intentando cambiar de tema.
    – Desde la casa de mis vecinos no se ve mi terraza, pero si ese es el problema nos vamos dentro. – me propone con un movimiento de cabeza.
    – Me parece bien irnos dentro, pero por favor, no enciendas la luz. – pido a modo de súplica.
    – No hay problema con eso. – dice cogiendo mi mano para entrar en la habitación.
    – Espera, quiero que sepas una cosa antes de entrar ahí. – digo en voz baja, él asiente con la cabeza. – No soy virgen, pero es como si lo fuese, solo lo he hecho una vez, fue con un amigo de la infancia y lo hicimos por curiosidad más que por otra cosa.
    – No te preocupes, hoy el tempo lo marcas tú, no haremos nada que no quieras hacer.
    – Muchas gracias. – digo dándole un abrazo, él me da un beso en la sien, y entramos en el dormitorio.
    La luz está apagada, pero se diferencian todos los muebles gracias a la tenue luz de los farolillos de la terraza que entra por los cristales. Carlos mueve las manos hasta mi cintura, y me pega a su cuerpo. Pongo los brazos alrededor de su cuello, nuestros labios se acercan, fundiéndose en un beso. Es un beso largo y profundo, pero transmite cariño y ternura. El beso se va intensificando poco a poco, las manos que estaban en mi cintura recorren mi espalda, haciéndome cosquillas con la punta de los dedos. Mis manos bajan a su pecho, no tiene los músculos muy marcados, pero se nota que hace deporte. Sus hábiles dedos abren el botón de mis vaqueros y sus manos se cuelan por debajo, acariciando todo el borde de mi ropa interior. Cuando llegan a mi culo, bajan y lo agarran con firmeza, y Carlos dice en medio del beso.
    – Ves todo esto que hay aquí y que tu odias, pues a mi me encanta y voy a intentar que sea mío, al menos durante esta noche.
    Nos movemos por el cuarto, el me guía, yo voy de espaldas, mis piernas chocan con el borde de la cama, ahora soy yo quien se lleva las manos a la espalda y desabrocha mi sujetador. Carlos desliza los tirantes por mis brazos. Dejando caer la prenda al suelo. Mis manos se mueven rápidamente hasta su pantalón, abro el botón y bajo la cremallera, ambos nos separamos un momento, cada uno se quita su pantalón. Quedamos los dos en ropa interior, él con un bóxer azul marino de marca que, por lo que se puede ver, le queda de escándalo, y yo con un tanga burdeos de encaje, no quiero que se fije mucho en mi cuerpo, así que me acerco rápidamente a él, le cojo la cara entre las manos y acerco su boca a la mía, sus besos son embriagadores, mi cuerpo demanda su contacto, y como si me leyera la mente, me rodea con un brazo, poniendo su mano en el hueco de mi espalda, me acerca a él y empujándome lentamente nos tumbamos en la cama. Vamos reptando hasta el centro, despacio, con calma, el tiempo no es algo que nos importe ahora mismo. Estoy tumbada boca arriba, con la cabeza apoyada en la almohada y él está sobre mi, sus manos están a ambos lados de mi cabeza y su cuerpo está entre mis piernas, que están abiertas y flexionadas. Seguimos basándonos, mis manos recorren su torso, su espalda, acariciando su pelo, disfruto de todo él.
    Nuestro beso es cada vez más intenso, cada vez necesitamos más de el otro, noto el roce de su bóxer con mi tanga, sé que su miembro se está poniendo erecto, levanto la cadera, acercándome más a él, le noto duro. Quita una mano de la almohada y la baja hasta mi pecho, quedándose sujeto solo por una mano, agarra mi pezón y lo retuerce, siento una punzada en mi interior que me hace gemir en su boca. Baja la mano aún más, metiéndola por debajo de mi ropa interior, sus largos y hábiles dedos empiezan a rozar mi botón mágico, provocándome gemir de nuevo en su boca. Saca la mano de mi entrepierna, y yo me quejo, separa su boca de la mía y baja por mi cuello, chupando y mordiendo, llega a mi pecho, y se recrea con cada uno de mis pezones, haciendo que se pongan erectos, sigue bajando, besando mi barriga, hasta que llega al borde de mi tanga, lo agarra con las manos y tira de él para quitármelo. Lo lanza hacia atrás, y choca con los espejos del armario. Se lo que va a hacer ahora, y no quiero ni mirarlo, así que me llevo las manos a la cara, él entierra la cabeza en mi sexo, besa, chupa, lame, muerde, yo me retuerzo de placer, una de mis manos se enreda en su pelo, la otra se clava en la cama, y las piernas me empiezan a temblar, mi espalda se arqueada, y grito, gimo de placer, sin importarme que alguien pueda escuchar. Me quedo un par de minutos en la cama, recuperándome de la oleada que me ha recorrido. Carlos se ha tumbado a mi lado, alargó la mano, y noto que el bulto de su bóxer no ha hecho más que crecer, así que me giro, bajo por su cuerpo, le quito la ropa interior y agarro su gran erección con la mano, la muevo de arriba a abajo, nunca había hecho esto antes, solo pongo en práctica lo que he visto en videos y películas, acerco la boca a la punta, y saco la lengua para lamer una pequeña gota de humedad que hay en su punta, abro la boca y me la introduzco hasta donde puedo, ayudándome con la mano. Mi cabeza baja y sube, metiendo y sacando su pene de mi boca, se que Carlos me está mirando fijamente, así que miro hacia arriba, nuestra mirada se cruza, y él la aparta rápidamente maldiciendo entre dientes. Me coge la cabeza, paro de chupar para mirarle, cuando dice con la voz ronca.
    – Si quieres hacer algo más que esto, deberías parar ya.
    Subo por su cuerpo y le doy un beso. Me agarra y me da la vuelta, ahora estoy bajo su peso, noto tu erección que se clava en mi pierna.
    – ¿Estás segura de que quieres hacer esto? – me dice con voz preocupada.
    – Por supuesto que sí. – respondo casi en un suspiro
    Estira el brazo, abre el cajón de la mesita de noche, saca un preservativo y cuando vuelve mi, se pone de rodillas y me abre las piernas, se coloca el condón y se tumba sobre mi cuerpo. Estoy húmeda aún por los restos de mi orgasmo anterior, así que no le es difícil introducirse en mi cuerpo, lo hacer lentamente, esperando a mi reacción.
    Es una sensación extraña, no me molesta tanto como la primera vez, pero tampoco es agradable. Su boca busca la mía, me llena de besos y caricias mientras me acostumbro a esta sensación. Sale de mi para volver a entrar igual de lento, mi cuerpo se va adaptando, y él sigue moviéndose. No deja de besarme, lo que hace que me sienta mucho más cómoda. Cada vez que entra en mi siento menos molestias, estoy llegando incluso a sentir placer. Algo empieza a crecer en mi interior, como un globo que se va hinchando poco a poco con cada una de sus embestidas, mis manos se mueven desde su cuello hasta su zona lumbar, acompañando cada una de las acometidas. El globito que crece en mi interior es cada vez más grande, siento que está a punto de explotar, cada vez que entra en mi, un gemido de placer sale de mi boca, él gruñe, se que también está a punto. Cruzo las piernas alrededor de su cintura, cada vez entra y sale de mi más rápido y cuando más fuerte es su acometida, mi globo explota, ambos llegamos al orgasmo, gimiendo y gritando, mis uñas se clavan en su espalda y deja caer su cuerpo exhausto sobre el mío. Su boca y la mía quedan juntas, compartiendo pequeños y dulces besos. El estado de relajación en el que nos encontramos nos sume en una paz interior que invade toda la habitación. Cuando hemos pasado al menos diez minutos abrazados, se echa a un lado, con la mano aparta el pelo de mi cara y me da un beso en la comisura de los labios.
    – ¿Qué tal te encuentras? – me pregunta con ternura.
    – Estoy como en una nube, digo con los ojos cerrados, aun disfrutando el momento. ¿Puedo darme una ducha?
    – Claro, ya sabes donde está el baño, puedes coger las toallas que hay debajo de los lavabos.
    Le doy un beso, me levanto de la cama y me dirijo al baño. Saco una toalla de donde me ha dicho y la pongo en el toallero al lado de la ducha. Me recojo el pelo en un moño encima de la cabeza y abro el grifo. El agua no tarda en salir caliente. Me meto debajo de la alcachofa, con cuidado de no mojarme el pelo, el agua desliza por mi piel, calmando aún más mis músculos. Cojo un bote de gel de la repisa, huele a lavanda y a menta. Me echo un poco en la mano y lo reparto por todo mi cuerpo. Deja una sensación de frescor muy agradable. Cuando termino, me quito la espuma y me seco con la toalla. Me enrollo en ella y salgo del baño con el propósito de coger mi ropa, que está toda tirada por la habitación y ponérmela para que Carlos me lleve a mi casa. Al abrir la puerta, veo que está tumbado en la cama, se ha puesto el bóxer, y cuando me acerco a él veo que se ha quedado dormido. No se que hacer, quiero que me lleve a mi casa, pero no quiero despertarlo. Decido recoger toda la ropa, la pongo en una silla, me pongo el tanga, cierro la cristalera, apago los farolillos y me tumbo en la cama. Me tapo con la sábana y miro a través de los cristales. No se que hora es, pero estoy bastante cansada, así que me duermo rápido, pensando en todo lo que ha pasado esta noche.


    Responder
    Tu sabes quien soy
    Invitado
    Tu sabes quien soy on #227597

    Quiero mas, dame mas, mucho mas!!!! ????

    Responder
    Roberta
    Invitado
    Roberta on #227681

    Quiero saber algo más………… R.

    Responder
    Marta
    Invitado
    Marta on #227850

    Disfrutaaa! Me ha encantado esta historia. Le gustas mucho, déjate de complejos y pásatelo bien. Sé que cuesta pero lo conseguirás :)

    Responder
    Mónica
    Invitado
    Mónica on #227857

    Dios!!! Estoy que me como las uñas por saber más ?

    Responder
    adicta a la lectura
    Invitado
    adicta a la lectura on #227866

    madre mía no puedo dejar de leer me e leído los 3 seguidos quiero más jajaja cada vez q leo algo asi sólo pienso q ay algo de verdad en todo esto esperando el cap 4

    Responder
    Carmen
    Invitado
    Carmen on #227873

    Otro capítulo pa’cuando???

    Responder
    Vanessa
    Invitado
    Vanessa on #228036

    Donde puedo leer los otros 2 capítulos?Me ha encantado

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    MPigor
    Invitado
    MPigor on #228131

    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-1/

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Respuesta a: El tio de mis niñas. Cap 3
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