El tio de mis niñas. Cap 4

Inicio Foros Querido Diario Relatos El tio de mis niñas. Cap 4

  • Autor
    Entradas
  • Mpigor
    Invitado
    Mpigor on #228168

    Me despierto y la habitación está a oscuras, supongo que Carlos habrá bajado las persianas del balcón. Estoy sola en la cama y no se que hora es. Enciendo la luz de la mesita de noche. Me levanto y me acerco a la silla en la que están mis cosas para buscar el móvil. Son las doce de la mañana, tengo unos cuantos mensajes a los que estoy respondiendo cuando de repente se abre la puerta del dormitorio. Solo llevo el tanga, así que me tapo rápidamente como puedo. Entra Carlos con una bandeja de desayuno sobre la que hay un par de tazas humeantes, un plato con algo de comida y una rosa. Se sorprende al verme despierta. Se acerca a la cama, deja la bandeja en la mesita de noche y yo lo miro desde la esquina.
    – Buenos días, no esperaba pillarte despierta.
    – Buenos días. -Respondo tímidamente.
    Se acerca a mi, me da un beso en los labios, me coge las manos y las pone a los lados de mi cuerpo.
    – No te tapes delante de mí, ya te dije que me encanta tu cuerpo, y que no tienes que avergonzarte de nada. -me dice con tono severo.
    Estoy algo avergonzada. Miro al suelo. Carlos me levanta la barbilla con una mano, y se acerca a mis labios, me besa apasionadamente, su lengua busca a la mía, que la recibe con gusto. sus manos vuelan por mi cuerpo, y las mías por el suyo. Cuando me quiero dar cuenta, estamos los dos desnudos tumbados en la cama. Me ha dicho que no me avergüence delante de él y que le gusta que sea yo misma, así que decido llevar las riendas del juego. Me siento a horcajadas encima de él, alargo la mano para coger un condón de la mesita de noche, se lo coloco, me pongo sobre su miembro. Voy bajando por él con mucho cuidado y noto como me va llenando poco a poco. Apoyo las manos en su pecho y empiezo a mover la cadera de atrás a delante. Él tiene las manos libres para hacer lo que quiera, así que no duda en acariciar todo mi cuerpo, me pone las manos en las caderas y se incorpora un poco para coger uno de mis pezones con sus labios, lo chupa, lo muerde, esta sensación es muy placentera, cambia de pezón, estoy al borde del orgasmo. Le empujo, separandole de mi y haciendo que caiga sobre el colchón. sigo moviendo las caderas, las piernas me empiezan a temblar y empiezo a gemir, noto como él también está emitiendo sonidos, sin parar de moverme, bajo la cabeza y le beso, le beso con ansia, con necesidad, a la par que una oleada de calor recorre todo mi cuerpo haciendo que gima en su boca y grite su nombre. Él se tensa, y me aprieta contra su cuerpo.
    Nos quedamos los dos tumbados sobre la cama. Uno al lado del otro, disfrutando de este estado de relajación postcoital.
    – Que bien se empieza el día estando contigo. -dice Carlos girándose hacia mí y rozando mi pómulo con su nariz.
    – Ojalá muchos más despertares así. – respondo girando la cara y rozando nuestras narices.
    Había traído algo para comer, por si tenías hambre.
    – Mmm, estoy hambrienta. -le digo gruñendo y mordiendo la punta de su nariz.
    Carlos se sienta en la cama, coge la bandeja de desayuno. Coge la rosa, me la da y me dice sonriendo.
    – Esta era la única característica que me faltaba para cumplir lo que decía la canción.
    La cojo, me la llevo a la nariz, huele muy bien, me acerco a su boca y le doy un dulce beso. Me quedo mirando sus ojos oscuros como la noche y le respondo.
    – Ya me gustabas antes de la flor. Y ahora me gustas aún más.
    Se acerca lentamente a mi, mirándome a los ojos con una sonrisa que no le cabe en la boca y me da un beso entre risas.
    Coge una taza de café de la bandeja y me la ofrece, la sostengo entre mis manos, está frío, me encanta el café frío. En el platito hay unas pastas, me explica que anoche se las dio mamasita para el postre, pero que preferimos comer otras cosas, así que las dejó para el desayuno.
    Agarro una del borde del plato y me la llevo a la boca. Sabe a mango y a coco, están deliciosas.
    – ¿Cuando me vas a llevar a casa? -pregunto.
    – ¿Ya quieres irte? ¿Te aprovechas de mi y te marchas? -responde fingiendo sentirse herido.
    – No. -digo riéndome. – Pero llevo aquí toda la noche, además, no tengo que ponerme, la ropa de anoche está sucia.
    – ¿Quién ha dicho que necesites vestirte? Podrías pasar el día desnuda en mi casa, a mi no me molesta y creo que a Diamond tampoco. -dice con una sonrisa pícara.
    – Claro, Diamond estará acostumbrada de ver a todos los ligues que te traes a casa y consigues convencer para que pasen el día contigo. -comento intentando picarle.
    – Oye, no suelo traer ligues a casa, además, a las que he traído, las he llevado a casa de vuelta a media noche. No duermo con ellas, es más, hacía que no dormía acompañado más de un año. – Me dice con voz seria.
    – Seguro que eso es lo que le dices a todas. -digo en tono de indignación fingida. – Pero vaya, que no me importa lo que hagas, cada quien es libre de hacer lo que quiera.
    – ¿si? ¿seguro? -dice quitándome la taza de las manos y poniendo la bandeja en el suelo. – entonces, ¿yo soy libre de hacer esto? -dice riéndose mientras se tira encima de mí haciéndome cosquillas y los dos caemos sobre el colchón.
    – ¡No, no, para, para, por favor! – digo como puedo entre carcajadas mientras me retuerzo entre sus manos. -No puedo respirar.
    Carlos para de hacerme cosquillas, pero se queda sobre mí, aprisionándome contra el colchón.
    – Si quieres puedo dejarte algo, creo que tengo por ahí pantalones cortos deportivos y alguna que otra camiseta que pueden servirte.
    – De acuerdo. -digo tras pensarlo un momento. -Pero me tienes que prometer que antes de las doce de la noche estoy en mi casa.
    Carlos me mira, pone los ojos en blanco, tuerce la boca y dándome la mano dice:
    – Hecho, cenicienta.
    Cojo su mano, y me la aprieta, como si estuviésemos firmando un acuerdo. Me pongo de pie y tiro de él para que se levante de la cama.
    – Vamos, son las una y media del mediodía, necesito que me des esa camiseta, te voy a preparar un almuerzo que te vas a chupar los dedos. Pero primero tengo que ver lo que tienes en la nevera. – Digo yendo hacia el armario.
    – Me encanta esa idea, pero ¿piensas preparar la comida tan sucia? no, no, eso no puede ser. -dice con tono burlón. -Antes de nada, tu y yo nos vamos a dar un baño. -susurra en mi oreja apoyando su pecho en mi espalda y rodeándome con sus brazos para guiarme hasta el cuarto de baño.
    Abre la puerta, justo al entrar, veo nuestra imagen en el espejo, los dos desnudos, él detrás de mí, sonriendo, felices, sin importarnos nada más que el aquí y el ahora, parecemos sacados de una película. Ahora mismo, lo único que me apetece es darle un beso, un beso que le transmita el cariño que estoy empezando a sentir por él, que me gusta como es, me gusta como me trata, me gusta como me hace sentir única, llevamos muy poco tiempo conociéndonos, aún nos queda mucho por saber el uno del otro, pero esto solo es el principio, el principio de una historia que no marcará la historia del mundo, pero dejará en mi vida una marca imborrable. Me doy la vuelta entre sus brazos, quedando de frente junto a él. Le doy un beso en los labios, un beso largo y suave, un beso con el que quiero que perciba lo que estoy sintiendo.
    Nos metemos en la enorme ducha entre besos y caricias, abro la llave del agua, y empieza a caer sobre nosotros una cascada de agua helada, grito del susto mientras suelto una carcajada al ver la cara que ha puesto Carlos. El agua se va poniendo cada vez más caliente, hasta que se queda a una temperatura media, es muy apetecible estar bajo el agua. Carlos me da una esponja y coge él otra. Pone jabón en las dos y dice con la voz ronca:
    – Te ducharía yo, pero cómo lo haga se que no llegamos a la cocina.
    Sonrio y empiezo a enjabonarme. El hace lo mismo. Algún que otro beso apasionado se cuela entre la espuma. Cuando nos enjuagamos, Carlos sale primero de la ducha, coge una toalla y se la anuda a la cintura y sostiene otra abierta con sus manos, para que me acerque a él y me enrolle en ella. Cuando salgo, me pongo de espaldas a él, me pasa la toalla por encima de los hombros y la cierra en mi pecho, haciéndome quedar inmóvil, abrazándose fuerte desde detrás. Acerca su boca a mi oreja y la muerde, mi cuerpo se estremece, puedo ver su cara de sorpresa a través del espejo.
    – Con que este es tu punto débil. – dice con la voz ronca y una mirada atravesadora. Acercándose de nuevo al lóbulo para agarrarlo entre los labios suavemente.
    – Un poco. – respondo como puedo entre gemidos.
    Pasa un ratito dándome besos en la oreja, en el cuello, ha conseguido que esté mojada en menos de dos minutos. Sus manos bajan por mi cuerpo atrapado en la toalla, llegan al borde inferior y se cuelan por él, llegando al húmedo lugar que él mismo ha mojado. Sus dedos rozan suavemente el botón de la entrada, haciendo que crezca considerablemente. Me empuja con el cuerpo, haciendo que apoye el pecho boca abajo sobre la encimera de mármol, sus dedos no dejan de trabajar y cada vez siento mayor calor en mi interior. Sus hábiles dedos se introducen en mi, haciéndome soltar un grito de sorpresa. Esta sensación me encanta, me gusta tanto que en menos de tres minutos me empiezan a temblar las piernas, gimo, gimo por todo placer que Carlos me da y que no sé hasta cuando me lo podrá dar.
    Me incorporó, dejando la toalla caer al suelo y me giro para quedar de cara a Carlos. Mi mano se mueve hacia su miembro, pero la agarra en el camino.
    – Ahora mismo no, ya me lo devolverás. – dice cogiendo la toalla del suelo.
    Pasa la toalla por mi centro para quitar los rastros de húmedad y del órgasmo. Sale del baño diciendo que me traerá ropa. Aprovecho para buscar otra toalla y ponérmela en la cabeza. Cuando me estoy terminando de secar entra Carlos con un montón de ropa. Entre los que hay un bóxer negro, mi sujetador, un pantalón de baloncesto y una camiseta. Vuelve a salir del baño y me empiezo a vestir.
    Me pongo el bóxer, no me queda tan mal, es como un culotte. Después el pantalón, que me queda perfecto, mi sujetador y después la camiseta. Es enorme, no sé cómo puede tener esta camiseta. Me queda como un vestido, así que me hago un nudo en la cintura. Me recojo el pelo en un moño y salgo del baño con las toallas mojadas. No encuentro a Carlos en la habitación, pero tampoco encuentro mi ropa que estaba en la silla de la esquina. Solo ésta allí mi bolso y mis zapatos. Carlos entra en el dormitorio ya vestido pero con el pelo aún mojado. Le pregunto por mi ropa y me dice que la ha puesto a lavar junto con la suya. Coge las toallas que tengo en las manos y sale de nuevo de la habitación para tenderlas. Las sábanas de la cama tampoco están puestas, pero hay un juego de sábanas limpias encima del colchón, así que las pongo y hago la cama. Estoy terminando de poner la colcha cuando escucho.
    – Oye, ¿Qué estás haciendo?
    Me giro rápidamente por el susto y veo que es Carlos que se está riendo de mi reacción.
    – ¿A caso no me ves? – Respondo descaradamente.
    – Eso lo iba a hacer yo de mientras que tu haces el almuerzo. – dice fingiendo enfado.
    – Bueno, ahora puedes ayudarme a cocinar. – digo pasando por su lado y saliendo del dormitorio.
    Llego a la cocina y abro la nevera. No hay mucho, pero seguro que puedo hacer algo. Busco en la despensa y saco un par de cosas. Me pongo manos a la obra y mando a Carlos a poner la mesa, también tiende la ropa. Cuando llega del tendedero estoy poniendo la comida en los platos, he hecho spaguettis a la carbonara, se acerca a la encimera, pone las manos en mi cintura, dejándome los brazos libres para continuar con mi tarea.
    – Mmmm. – musita. – Que rico huele.
    – Solo espero que sepa igual de bien. – digo poniendo la sartén caliente en el apartador.
    Se separa de mi, coge los platos y los lleva a la mesa. Yo me quito el delantal y le sigo. Pone los dos platos en la mesa. Coge mi silla, la retira y me ayuda a sentarme. Cosa que no necesito, pero tengo que reconocer que me encantan esos detalles en él. Sirve agua para los dos y se sienta en su lugar. Veo que coge el tenedor y digo:
    – Que aproveche.
    – Muchas gracias, e igualmente. – Dice llevándose el tenedor a la boca.
    Espero para ver su reacción, mientras mastica, mira hacia arriba, cierra los ojos y emite un ruido de gusto.
    – Los mejores que he probado. – dice cuando termina el primer bocado.
    – No serán para tanto. – respondo poniéndome algo roja.
    – Hazme caso, soy catador oficial de pasta y te digo que están buenísimos. – dice riéndose
    – Eso te lo acabas de inventar. – le reprocho.
    – Lo de que soy catador oficial si, pero que están buenísimos es una verdad como una catedral. – afirma apoyando las palmas sobre la mesa.
    – Me alegro de que te gusten. – digo llevándome a la boca el vaso de agua.
    – Me encantan, pero no tanto como tu.
    Eso me pilla desprevenida, tanto que casi me atraganto y me sale el agua por la nariz. Cojo rápidamente la servilleta para limpiarme, y cuando levanto la vista le veo retorciéndose de la risa. Es tan contagiosa que yo empiezo también a reírme.
    – Ya está, esto ha sido por tu culpa. – le acuso.
    – ¿Yo? Pero si no he hecho nada.
    – Si, me dices cosas que me pillan desprevenida, y después pasa lo que pasa.
    – No digo nada que no sea verdad. -me dice llevándose otra porción de pasta a la boca.
    – Bueno, eso ya lo veremos. – respondo.
    Terminamos de comer en silencio. Carlos me espera y cuando he terminado se levanta para llevar su plato a la cocina, yo hago lo mismo. Cuando suelto el plato en el fregadero, cojo el delantal y empiezo a ponermelo para fregar los platos.
    – Eh, ¿qué haces?
    – Pues fregar los platos, ¿no ves?
    – No, no, no. – dice quitándome el delantal. – Los platos los friego yo hoy, tu has hecho ya bastante.
    Agarró el cuello del delantal, se lo paso por la cabeza, él coge las cuerdas para amarrárselo. Cuando tiene las manos detrás, aprovecho para darle un pico y separarme rápido antes de que pueda agarrarme. Voy al armario de las escobas, cojo un trapo para limpiar la mesa y la escoba para barrer el comedor. Cuando termino, lo dejo todo en su sitio y me asomo a la cocina para ver si Carlos ha terminado. La cocina está totalmente recogida, pero vacía. Cuando voy a girarme para ir al salón, veo que Diamond está a mi lado, tiene una nota adhesiva en la cabeza. La agarro, acaricio a la mensajera, que se va a su cama, y la leo. – Entra en la segunda puerta del pasillo, la que está enfrente del aseo, y baja las escaleras. Te espero. C
    Me dirijo a dónde me dice la nota. Abro la puerta. Hay unas estrechas escaleras con un par de focos blancos encendidos que las iluminan. Bajo por ellas y me encuentro con una puerta negra que está entreabierta. Empujo un poco y oigo una voz que dice:
    – Pasa, pasa.
    Al entrar me encuentro con una enorme sala con una pantalla gigante y un gran sofá en forma de L delante. Justo detrás del sofá hay un futbolín, una mesa de billar, una diana y una barra de coctelería. Carlos está de pie al lado de la pantalla.
    – Wow. – digo acercándome a él. – ¿todo esto estaba aquí cuando compraste la casa?
    – Todo menos el billar. Es lo único que compré yo, me encanta jugar al billar. Además soy bastante bueno.
    – Eso habrá que demostrarlo.
    – Cuando tu quieras. – dice con voz desafiante.
    – Ahora mismo no, que estoy demasiado llena.
    – Si quieres podemos ver una película. – me ofrece.
    – Hecho, elige tu.
    Estoy mirando los cuadros que hay colgados por las paredes, todos son de motos y coches de alta gama, cuando Carlos me avisa de que y esta la película puesta. Me acerco al sofá y me siento, me pongo un poco lejos de donde él está.
    – ¿Por que te pones tan lejos? Acércate, que no te voy a morder. Todavía. – me dice con la mirada oscura.
    Me acerco un poco más a él, sentándome al lado, pero dejo un huequito de separación entre nuestros cuerpos.
    De pronto el sofá empieza a moverse. Se levanta de los pies una plataforma, dejándonos con las piernas en alto.
    En la pantalla solo aparecen créditos todavía, así que le pregunto qué película ha puesto.
    – El club de la lucha. Me encanta esa película.
    – No la he visto. – afirmó.
    – Mejor, así la podrás disfrutar tanto como yo.
    Empezamos a ver la película, es bastante buena y me está gustando mucho. La mano de Carlos se aproxima a mi pierna, la veo venir con la claridad de la pantalla. La apoya en mi rodilla y hace círculos en ella con su dedo índice, me provoca muchas cosquillas. Me acerco a su oído y susurro.
    – Para por favor.
    – ¿No te gusta? – dice frunciendo el ceño.
    – Me encanta, ese es el problema, que no puedo concentrarme en la película.
    – Aparta su mano de mi pierna, yo respiro aliviada, la zona donde ha estado su mano me arde. Sube el brazo y lo pone por detrás de mi cabeza. Conforme avanza la película, su mano se acerca a mi cuello cada vez más, empieza a rozarme suavemente bajo la oreja, haciendo que me estremezca. No quiero decirle de nuevo que pare, así que lo que se me ocurre para que deje de hacerme cosquillas es apoyar mi cabeza en su hombro, así le obligo a bajar la mano hacia mi brazo.
    – ¿No es tu peli favorita? – pregunto.
    – Lo es.
    – ¿Entonces por qué no paras de hacerme cosquillas y de desconcentrarme? – le digo subiendo la mirada y fijándome en sus ojos.
    – Porque tu piel me tienta, es tan suave que me crea la necesidad de tocarla cuando estoy cerca de ti. – me responde rozandome el mentón con la punta de los dedos.
    Posa un suave beso en mis labios, y gira la cabeza hacia la pantalla. Yo apoyo mi cabeza en su pecho y sigo atenta a la película. Cuando la peli termina, me siento bien en el sofá, separando mi cabeza de su pecho. Noto mi pelo alborotado por ese lado, así que me paso las manos para aplacarlo.
    – ¿Qué te ha parecido? – pregunta.
    – Me ha gustado mucho. Sobre todo el tema del secreto y tal. -digo queriendo sacar un tema que me corroe desde esta mañana
    – Es una gran película. – Afirma encendiendo la luz.
    – Por cierto, quería preguntarte algo. – comento sin saber cómo
    – Esque, yo, eh… ¿esto que ha pasado este fin de semana qué significa para ti? – pregunto finalmente.
    – Este fin de semana ha sido muy bonito, me ha encantado empezar a conocerte, y como ya sabes me gustas mucho. Me gustaría que esto no quedase aquí, si no que siguiese funcionando, que nos sigamos conociendo y que esto algún día pueda ser algo bonito. Esto es lo que yo pienso, lo que siento, pero si para ti no es más que un rollo de un día, no hay problema, podemos quedar como amigos, sin incomodidades ni malos rollos. – se queda en silencio, esperando mi contestación.
    – Pues, este fin de semana, como has dicho, ha sido precioso para mi también, me has hecho sentir como una princesa y me has parecido un chico super interesante. Y quizás podamos seguir adelante con esto, pero, necesito que no sea público todavía. Tu hermana es mi jefa y no quisiera que pensase mal de mi, además, para mi la diferencia de edad no es problema en absoluto, pero se que para más de uno si. – comento agarrándole las manos.
    – Como quieras, podemos mantener esto en privado tanto tiempo como necesites. – me dice mirándome a los ojos.
    – En este tiempo que vamos a estar conociéndonos, que no se cuánto va a ser ni como, pongamos unas reglas. – propongo.
    – Hecho. Tu dirás.
    – Nada de mentiras. Sinceridad absoluta en cualquier tema.
    – Perfecto. – dice sonriendo.
    – Cuando estemos juntos a solas, no vale contenerse nada de lo que pensemos, sintamos o percibamos del otro, sea bueno o malo.
    – De acuerdo.
    – Vale decirse apelativos cariñosos, darse besos y lo que surja cada vez que apetezca, siempre que los dos estemos de acuerdo.
    – Este punto es mi favorito. – dice esbozando una enorme sonrisa.
    – Por mi parte ya está. – comento. – ¿tu quieres añadir algo?
    – Que no haya ningún tipo de pudor ni vergüenza entre nosotros.
    – Hecho. – digo extendiendo la mano para cerrar nuestro pacto.
    Cuando me aprieta la mano, tira de mí, haciéndome caer sobre él, y me da un beso cariñoso entre risas.
    Aprovecho como estamos para dejarlo sentado en el sofá y sentarme a horcajadas en su regazo. Paso las manos por detrás de su cuello, dejando su cara muy cerca de la mía. Abro la boca y me acerco lentamente para darle un beso, pero se adelanta e intenta coger mi boca con sus labios, lo evito echándome para atrás con una enorme carcajada. Él apoya la cabeza en mi pecho, sus manos están en mi cintura y empiezan a hacerme cosquillas.
    – Para, para, por favor, para – grito retorciéndome entre sonoras carcajadas.
    – Me has hecho una cobra, tengo que pagarte de algún modo. – dice sin parar de mover sus manos.
    – Ya, ya, he pagado mi deuda, Para, de verdad, te beso, te beso bien. – continúo diciendo entre risas.
    Para de hacerme cosquillas, sus manos suben por mi espalda, por debajo de mi camiseta, acercándome a él cada vez más. Mi nariz roza la suya, suavemente, creando ganas de más. Mi mano acaricia un mechón de pelo detrás de su oreja. Y por fin nuestros labios se funden en un deseado beso. Me doy cuenta cuánto ha cambiado mi vida en menos de una semana, así que sonrío, sonrío mientras le beso porque me ha hecho muy feliz.
    Nuestro beso cada vez es más apasionado, estoy en sujetador y Carlos sin camiseta y no sé ni cómo hemos llegado a esta situación. Carlos suelta los corchetes de mi sujetador, baja los tirantes y lo saca por mis brazos, lanzándolo hacia atrás. Veo como cae sobre la mesa de billar.
    Acerca su boca a mi pecho, y empieza a lamer, a chupar y a morder. Mi cuerpo se arquea de placer, mis manos se enredan en su pelo, y mis caderas empiezan a moverse instintivamente, creando fricción contra su cuerpo. Sus manos bajan por mi espalda, entrando en mis pantalones y agarrándole el culo con fuerza.
    – Ahora si que va a ser mío todo esto. – Comenta con su boca en mi cuello.
    En un arrebato de valentía, me pongo de pie delante de él, me bajo el pantalón, quedándome solo con el bóxer.
    No puedo creer que te quede tan bien esta cosa. – dice con la respiración entrecortada. – pero estas mucho mejor si él.
    Se acerca a mí y agarra el bóxer, deslizándolo por mis piernas y dejándolo en el suelo. Vuelvo a mi posición, justo encima de él, mi boca busca la suya, y nuestras manos se pierden entre nuestra piel. Noto como cada vez se pone más duro, como su pene va creciendo poco a poco, y me excita tanto pensar que es gracias a mi, que bajo mi mano hasta el lugar donde se unen nuestros cuerpos, retiro la cintura de su pantalón junto con la de su bóxer y dejo libre su erección para poder disfrutar de ella. La agarró con la mano y la muevo de arriba a abajo, a la par que mi boca se recrea en su nuez. Gruñe en mi oído, haciéndome ver que está a punto. No paro de mover la mano hasta que su cuerpo empieza a temblar y una espesa humedad la envuelve. Apoya la cabeza en el sofá, quedando exhausto y con la respiración entrecortada.

    Me agacho, cojo mi camiseta del suelo y me limpio la mano.
    – Ahí hay un aseo donde puedes limpiarte bien, yo voy arriba un momento. – Me dice levantándose del sofá.
    Voy al aseo y me lavo las manos. Cuando vuelvo al sofá, Carlos está bajando las escaleras. Veo que tiene algo en la mano, pero no se que es. Se vuelve a sentar en el sofá y me llama para que recupere mi postura sobre el. Me agarra la barbilla y hacerla su boca a la mía, me besa con desesperación y con lujuria, sus manos recorren mi cuerpo de arriba a abajo, está desnudo bajo mi cuerpo y entre besos noto como vuelve a ponerse duro. Este chico no para de sorprenderme. Tengo ganas de sentirle dentro de mi, pero me doy cuenta de que no tiene condón.
    – ¿No tendrás un preservativo por ahí verdad? – pregunto con un poco de desesperación.
    – Tenía la esperanza de que ocurriese esto, así que cuando he subido he cogido un par de ellos, digamos que soy algo ambicioso. – dice metiendo la mano bajo un cojín y sacando dos preservativos.
    Coge uno, lo lanza la mesita auxiliar y el otro lo abre y se lo coloca. A duras penas, espero que termine de ponérselo y cuando sus manos vuelven a mis pechos, me levanto un poco y con ayuda de las manos hago que se introduzca en mi, llenándome por completo. Esta sensación es indescriptible, muy placentera y gustosa. Le agarro las manos y le las pongo sobre la cabeza, advirtiéndole que no las mueva. Ahora todo su pecho queda a mi libre disposición. Pongo las manos en sus pectorales, y empiezo a moverme sobre su cuerpo, cabalgándole como una amazona. Estaba tan excitada que llego al orgasmo rápidamente, pero se que él no ha terminado, y yo sigo con ganas de más, le he pillado el gusto a esto.

    Carlos me agarra la cadera, me baja de su regazo y me pone de rodillas sobre el sofá, apoyo también las manos, quedando completamente expuesta a su criterio.
    – Ahora es cuando voy a disfrutar de lo que tanto me gusta, y tu aprenderás a amarlo igual que yo lo hago. – dice dándome un pequeño azote.
    Él está de pie a mi lado, noto como accede con un dedo a mi interior, para posteriormente, introducirse en mi, suelto un grito ahogado, le siento más dentro que nunca, no entiendo como con un simple cambio de postura puede haber semejante diferencia, pero esto me está sorprendiendo gratamente. Ya comprendo por qué es tan famosa. Carlos empieza a embestir contra mi, cada vez siento más placer, llega muy dentro de mi ser, y eso me hace gritar del gusto. Me da pequeños azotes, que hacen que mi interior tiemble aún más y noto como él también está empezando a tensarse. Un orgasmo descomunal se apodera de mí, haciéndome gritar y gemir como una loca, no puedo controlarme, mis piernas tiemblan y noto una gran satisfacción mientras me estremezco alrededor de su miembro.
    Caigo sobre el sofá, me quedo boca abajo disfrutando aún de mi arrebato. Carlos se deshace del preservativo y se sienta cerca de mí en el sofá. Levanto la cabeza un poco y le veo mirando hacia arriba y sonriendo.
    – ¿Por qué sonríes? -pregunto pillándole desprevenido.
    – Porque estoy recordando cada segundo de este hermoso momento, me encanta cuando eres tu de verdad, sin complejos ni vergüenza, cuando gritas, cuando ríes, cuando gimes gracias a lo que te hago sentir. Todo eso me hace muy feliz. -Dice cogiendo un cojín.
    – Estás viviendo muchas de mis primeras veces, y esta ha sido la mejor hasta ahora sin duda. – comento acercándome a él, me tumbo boca arriba y pongo la cabeza en el cojín que hay en su regazo. Su mano izquierda se entrelaza con mi mano derecha y empiezan a jugar en el aire mientra hablamos.
    – Me alegro de que haya sido conmigo. -me dice con ternura.
    – Yo también. – contesto con tranquilidad.
    Nuestra manos siguen entrelazándose y no se el tiempo que pasamos en silencio, disfrutando solamente de la compañía del otro.

    Suena el telefonillo de la casa, saltamos rápidamente del sofá y empezamos a vestirnos. Carlos sube las escaleras corriendo para ver quien es, yo me quedo en el sótano esperando a que él baje de nuevo, ni en broma pienso subir. Me visto y me peino, pero la camiseta está manchada, así que me quedo en sujetador. Oigo unas patitas bajar por las escaleras, seguramente sea Diamond. Trae otra nota en la cabeza. La cojo, Diamond se vuelve escaleras arriba y la leo, “Es mi madre, ha venido a traer unas cosas, pero se va pronto, no tardo. C.”

    Pasan sobre diez minutos hasta que oigo la puerta de la entrada cerrarse y de seguido unos pasos bajar por las escaleras apresuradamente.
    – Era mi madre, como coge el avión de madrugada me ha traído cosas que tenía en la nevera para que yo las gaste. – Me explica Carlos.
    – Pero ¿qué hora es? – pregunto extrañada.
    – Las diez de la noche, no te preocupes Cenicienta, a las doce, como te prometí, estarás en casa. – dice cogiendo el preservativo de la mesita y guardándolo en su bolsillo.
    Subimos a la planta baja y salgo al jardín para coger mi ropa que está tendida. Carlos ha ido a la cocina, creo que está metiendo una pizza para cenar el el horno. Voy al baño, me doy una ducha ligera y me pongo la ropa limpia. Meto la ropa sucia en el cesto de la colada, pero guardo los calzoncillos en mi bolso, planeo una sorpresa muy pronto que se que le gustará.

    Vuelvo a la cocina, cenamos tranquilamente en la barra de desayuno. Cuando miro el reloj son las once y media, así que le digo a Carlos que es la hora. Recojo mi móvil y mi bolso, me despido de Diamond y nos dirigimos a la cochera. Una vez más, me abre la puerta de su deportivo y salimos de la parcela. No hay mucho trayecto desde mi casa hasta la de Carlos, diez minutos en coche y cuarenta y cinco minutos andando, más o menos. Cuando llegamos a la puerta de mi casa, un suspiro sale de mi interior, como un lamento por terminar nuestro bonito fin de semana. Me despido de Carlos con un tierno pero apasionado beso, prometiendo que hablaremos por mensaje. Me bajo del coche y entro en mi casa, al cerrar la puerta oigo como acelera el deportivo y sale de la calle rápidamente.

    Esta noche va a ser muy larga y me va a tocar reflexionar mucho sobre lo que ha ocurrido en los últimos dos días. De pronto, un mensaje suena en mi teléfono. “más puntual imposible cenicienta” eran las palabras adjuntas a una foto del reloj de la torre de la iglesia, que marcaba las doce en punto.


    Responder
    Mpigor
    Invitado
    Tu sabes quien soy
    Invitado
    Tu sabes quien soy on #228173

    Para que seran esos calzoncillos traviesilla?? ???

    Pd:ya tengo ganas del siguiente cap ?❤

    Responder
    MrsGra
    Invitado
    MrsGra on #228187

    He leído los 4 capítulos ahora mismo y amiga… No dejes de escribir. Ójala fuese un libro pero aunque sean relatos, no quiero dejar de leerlos. Enhorabuena!!!!!

    Responder
    [email protected]
    Participante
    [email protected] on #228192

    Desde ayer quedé enganchada con tus relatos! Espero que haya aún más capítulos para leer.

    Responder
    Silvia
    Invitado
    Silvia on #228297

    el proximo pa cuandoooo????? Me encanta de verdad. Eres genial!

    Responder
    Roberta
    Invitado
    Roberta on #228471

    ¿¿¿¿Y ahora????? R.

    Responder
    Carmen
    Invitado
    Carmen on #229008

    Diossss me corro ajajaj sigue así anda. Me encanta. Ojalá leer un libro semejante

    Responder
WeLoversize no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta web por colaboradores y usuarios del foro.
Las imágenes utilizadas para ilustrar los temas del foro pertenecen a un banco de fotos de pago y en ningún caso corresponden a los protagonistas de las historias.

Viendo 8 entradas - de la 1 a la 8 (de un total de 8)
Respuesta a: El tio de mis niñas. Cap 4
Tu información: