Reproducimos un testimonio que nos llega a [email protected]
Hola, amigas y amigos de We Lover Size,
Hoy quería compartir mi historia de… amor? Sí, podría decirse amor, que me ha acompañado durante los últimos 17 años.
¿Os acordáis cuando la plataforma Badoo daba sus primeros coletazos? Yo en aquel entonces estaba con mi primer novio “serio”, y al ser algo nuevo para conocer gente sin más intenciones que esa, la de conocer gente (no lo que es ahora), ambos nos registramos. En aquel momento, hubo un chico con el que hablé, sin más, llamémosle Juan (nombre ficticio), de un barrio de mi ciudad. Chico majo, agradable, más o menos de mi edad, pero ya está. No le veía más atractivo a la plataforma, así que dejé de usarla, y ahí se quedó mi historia con Juan… ¿o no?
Meses más tarde, yo ya no estaba con el que era mi novio de aquel entonces, y cuando después de semanas por fin logré superar la ruptura, le di otra oportunidad a eso del Badoo del que tanto me hablaban mis amigas solteras. “¡Que sí tía, ya verás la de chicos que conoces!” Y empecé a hablar con chicos y a quedar con ellos, siempre dándoles sus móviles a mis amigas, previo envío de fotos, y qué coche tenía, color y matrícula si te descuidas (las lobas nos cuidamos entre nosotras). Sin ataduras, solo quedar, echarnos unas risas y si pasaban cosas, y si no, pues tampoco pasaba nada. Y así se lo hacía saber a todos los chicos con los que quedaba, que acababa de salir de una relación larga, y que no me apetecía para nada algo serio.
En una de estas, Juan apareció otra vez en escena. Empezamos a hablar, y a hablar, y a hablar…. Y congeniábamos muchísimo. Así que quedamos para ir a ver una película al cine. Lo recuerdo como si fuera ayer, y han pasado 16 años de aquel día… Estábamos muy muy nerviosos, casi ni nos mirábamos. Tomamos algo antes de entrar al cine, y cuando entramos en la sala y comenzó la película… ahí empezó todo. Solo el simple roce de su pierna con la mía me hacía que me recorriesen escalofríos por todo el cuerpo… ¡Y lo mismo le pasaba a él! ¿Película? ¿Qué película? ¡Jajaja! Dimos rienda suelta a nuestra calentura juvenil (teníamos poco más de 20 años). Ni recuerdo qué película fue, lo que sí recuerdo es lo que sentimos en aquel momento, una conexión tal, que no sabíamos que seguiría uniendonos años después.
Después del cine, Juan tenía que trabajar, así que me acompañó a la parada de metro, nos despedimos y me fui. No había llegado al andén del metro, y ya le estaba escribiendo un sms (sí, en aquella época se hacían perdidas y se mandaban sms) diciéndole que me lo había pasado bien (muuuy bien), que había estado muy a gusto, y que a ver cuándo nos volvíamos a ver. Él me contestó que también se lo había pasado bien. Seguimos hablando un tiempo más a través de Badoo y Messenger, pero él se fue alejando y a ser más distante, hasta que finalmente dejamos de hablar.
Durante los dos años siguientes más o menos, seguimos hablando de forma esporádica si coincidíamos en Messenger, pero en plan un “Hola, ¿qué tal?” y poco más. Cada uno hacía su vida, con sus ligoteos y demás (ahora que lo pienso, exprimí bastante el Badoo… jajaja). Hasta que, no sé por qué, empezamos a tener conversaciones, muy seguidas, recordando lo que pasó ese día que quedamos, conversaciones subidas de tono, haciendo incluso alguna que otra cochinada vía webcam… Nuestra conexión volvió a despertar. Peeeeero, él tenía pareja en aquel entonces. Lo deseaba con todas mis fuerzas, deseaba estar con él una vez más, e intenté tentarlo varias veces, y a punto estuvo de caer… Pero al final pensé con un poco de sensatez y dejarlo estar, no quería ser una traba para su relación, así que volvimos a dejar de hablarnos.
Seguí con mis citas de Badoo y no Badoo, y al de un tiempo, Juan y yo volvimos a hablar, empezando con un cordial saludo, pero hablando, y hablando, y hablando… otra vez nuestra conexión. Él estaba soltero otra vez por aquel entonces, así que después de unas cuantas conversaciones subidas de tono como las que solíamos tener (y otras normales, que no éramos unos obsesos), decidimos que era el momento de repetir, y de llevar a cabo todo aquello de lo que hablábamos en nuestras conversaciones sexys, así que reservamos una habitación en un hotel de nuestra ciudad, ya que ambos vivíamos en casa de nuestras respectivas familias. Era domingo, al día siguiente tenía que ir a trabajar. Mentirijilla al canto para que mi madre no se enterase, y allí que me fui. Juan había llegado antes que yo, y me estaba esperando en la habitación. Todavía me dan escalofríos cuando recuerdo el momento en el que llegué a la puerta de la habitación, llamé y me abrió la puerta. Fueron los segundos más largos de mi vida. ¿Y si me está troleando y no está? ¿Y si no me abre? Pero sí estaba, y sí me abrió la puerta. “Hola”, “Hola”… y nuestra mágica conexión despertó otra vez. Nos besamos, nos tocamos, nos olimos, nos acariciamos, nos sentimos… fue la mejor noche de mi vida, de nuestra vida. El sexo con él fue increíble. Nos echamos risas, hablamos de todo… como si realmente fuésemos una pareja que llevase toda la vida juntos, nuestra mágica conexión estaba en todo su esplendor. A la mañana siguiente, después de un último polvete mañanero, me fui a trabajar. Pero con el tiempo, la cosa se volvió a enfriar… No coincidíamos en Messenger. Él trabaja en el mundo de las artes escénicas, así que coincidíamos poco. Cuando coincidíamos, en contadas ocasiones, siempre recordábamos lo que fue esa noche, pero aunque queríamos más, ninguno de los dos daba un paso adelante, nos podía la vergüenza de reconocer que queríamos algo más.
Tuvimos nuestros rollitos cada uno por su lado, hasta que hace 12 años, reapareció en mi vida un conocido, amigo de una amiga mía, llamémosle Jorge, al que una noche de fiesta decidí darle una oportunidad y me dejé querer… Tanto me dejé querer, que llevamos 5 años de novios, 7 de casados y dos criaturas más en nuestras vidas a las que quiero más que a mi propia vida. Pero no ha sido fácil seguir este camino. Cuando llevaba más o menos un año o dos con Jorge, Juan volvió a mi vida. Ya no tenía cuenta en Badoo, Messenger ya no funcionaba, Tuenti también había cerrado, pero irrumpió el Whatsapp. Empezó a escribirme, y esta vez fue él el que me tentó. Todo mi ser se activaba de una manera increíble cuando me hablaba. A demás, por una vez, se quitó un poco su máscara y dejó la vergüenza a un lado para hablar de sus sentimientos. Me dijo que nunca había ha dejado de pensar en mí, que si después de aquella cita en el cine lo dejó estar fue porque se dio cuenta de que estaba sintiendo cosas, y como yo le dejé tan claro que no quería nada serio en aquel entonces, decidió echarse a un lado para no sufrir. Casi consigue que cayese en sus garras, pero decidí apostar por mi relación con Jorge, así que a cada mensaje que me mandaba yo le cortaba, le contestaba siendo muy seca y borde, diciéndole que su tiempo ya pasó y que me dejase en paz… acabé bloqueándole en Whatsapp.
Aunque nunca se fue de mi cabeza, estuve muy tranquila durante unos años, porque tampoco tenía redes sociales que yo pudiese cotillear. Hasta que hace como 6 años, Juan me envió solicitud de amistad en Instagram. Me lo pensé muy mucho. De hecho tuve su solicitud sin aceptar durante semanas, hasta que finalmente lo hice. No compartía gran cosa, y era más bien para compartir cosas sobre su trabajo. Me escribió. “¡Hola! ¿Qué tal?” Y tuvimos una sencilla y rápida conversación de actualización de nuestras vidas. Yo ya casada y con un hijo, él con pareja seria y viviendo juntos. Poco más. De vez en cuando cruzábamos algún me gusta en algún post, en algún storie… De vez en cuando, le cotilleaba el perfil sin más, y me quedaba mirando como una tonta su foto de perfil.
Ya de vuelta en 2024, casi en la cuarentena, y como buena eurofan, me puse a comentar en mi cuenta de Instagram las semifinales del Benidorm Fest a través de stories. En la primera semifinal, puse un storie de lo horrible que estaba siendo tanto el sonido como la realización, y Juan, que recordemos, trabaja en las artes escénicas, me escribió respondiendo a ese storie en concreto. “Seguro que te estás acordando de mí” “Pero tú eres (técnico) de luces” “Qué buena memoria tienes, cómo te acuerdas de todo!” … y volvió nuestra conexión, pero esta vez con mucha más fuerza que nunca.
Nos hemos sincerado, nos hemos dicho todo lo que hemos sentido y lo que sentimos… y sin darnos cuenta, estábamos quedando para vernos en unos días. Necesitábamos vernos, hablar, y ver qué pasaba. Los días previos fueron duros, de muchísimos nervios, como si fuésemos unos adolescentes quedando en su primera cita. Nos lo merecíamos. Nunca hemos tenido esos paseos de la mano, esos abrazos, esas miradas y esas caricias de ese tonteo inicial en una pareja. Tampoco hemos tenido un “hasta pronto”. Necesitábamos cerrar este capítulo de nuestras vidas. Mientras llegaba el día, empezaron los audios. De nuevo escalofríos por todo mi cuerpo al escucharle. Los audios fueron creciendo en intensidad… Estaba ahí, nuestra mágica conexión. Pero, ¿será real, o sólo una idealización de los recuerdos? ¿Será todo agua de borrajas, o donde hubo fuego cenizas quedan?
Llega el día. Me inventé una excusa para no ir a casa a comer y que Jorge no sospechara. Juan me viene a buscar en coche al trabajo al medio día. Sólo tenemos dos horas hasta que tenga que volver a la oficina. Me monto en el coche. “Hola”. “Hola”. No decimos nada más casi. Sólo sonreíamos y nos mirábamos a ratos. Hasta que Juan puso su mano en mi pierna y empezó a acariciarme. En el siguiente semáforo no pude aguantar más y le dije que me besase. Las cenizas estaban más en ascuas que nunca. Acabamos, como unos adolescentes, en el aparcamiento de un merendero con muy poca afluencia de gente y dimos rienda suelta a lo que llevábamos dentro. Nos besamos, nos tocamos, nos olimos, nos lamimos, nos sentimos… Nos conocemos a la perfección. Como si no hubiesen pasado tantos años.
Cuando ya nos desfogamos, salimos a dar un paseo, de la mano, abrazándonos, acariciándonos, mirándonos como tontos, pero era el momento de hablar y enfrentarse a la realidad. Hemos sido unos niñatos idiotas, y unos cobardes que por miedo al rechazo quizá, no hemos sabido afrontar nuestros sentimientos en su momento. Nos quisimos, y nos seguimos queriendo. Qué rabia no haber tenido esta conversación antes, con tal sinceridad y tan de cara a cara. ¿Y si él después de aquella primera vez en el cine no se hubiese echado a un lado? ¿Y si yo hubiese caído en la tentación en los inicios de mi relación ron Jorge? Hubiésemos tenido una preciosa historia juntos, sin tener que escondernos… o no… quién sabe… Eso nunca lo podremos saber, el pasado, pasado es, y no se puede cambiar.
Pero, ¿quién nos dice que no podamos tener una historia real juntos a partir de ahora? Casi nos acabamos de despedir, y ya estamos hablando de volver a vernos. Tenemos mucho en lo que pensar. Tenemos ya nuestras vidas hechas, a distintos niveles, pero hechas. Es la primera vez que ambos hemos engañado a nuestras parejas. Pero no nos arrepentimos, lo necesitábamos. Necesitábamos quitarnos la máscara después de tantos años y mostrarnos tal cual somos y sentimos. Qué pasará a partir de ahora, no lo sé, pero iremos descubriéndolo poco a poco.
Muchas gracias por leerme, y un abrazo enorme a toda esa comunidad tan chula que se mueve por aquí. Prometo teneros actualizados ;)