Son las cuatro de la mañana y me acabo de ir de casa de mi pareja llorando y sin que me dirija la palabra. Son también las primeras cuatro horas de mi cumpleaños y no tengo a nadie más.
Me ha notado el bajón, estoy triste por la soledad pero sobretodo por cómo estoy con él, tenía esperanzas como una cría de que arreglaríamos las cosas y que en mi cumpleaños quizá tendría algún detalle que me animaría de verdad.
Ha preguntado qué me pasa y a insistir de mala manera en que no puedo irme sin más a mi casa y dejarlo rayado pensando en qué ha hecho. Le he dicho que no me agobie, que no estoy muy bien y que en lugar de pensar en que lo voy a dejar rayado, intente apoyarme y ser más agradable conmigo.
Me ha recriminado que hoy no me ha hecho nada y que lleva toda la noche intentando animarme, parece que no es capaz de ver más allá y que lo que me hace sentir mal no es cosa de esta noche. Se me han saltado las lágrimas y me gritaba que si me parece normal cómo estoy, que estoy mal y que deberían llevarme al psiquiátrico.
De la rabia he gritado yo. Nunca grito. Que obviamente estoy mal y que por eso no tiene que mandarme al psicólogo ni al psiquiátrico, que no me grite ni me hable así. Yo no lo mando al psiquiátrico cuando está mal. Yo no lo juzgo. Y no tiene que hacerlo para defenderse de mí, directamente, no tiene que defenderse, no lo estoy atacando.
Su única respuesta ha sido reafirmar que necesito un psicólogo o un psiquiatra y que no tiene que aguantarme.
Me he ido llorando a por mis cosas y he roto una copa al recoger la mesa sin querer. Me ha gritado que me levante del suelo al verme recoger cristales cuando ha escuchado el ruido y ahí ha empezado a hacerme el vacío.
Voy a meterme en mi cama y no me quiero despertar. Jamás me había sentido tan dolida en un cumpleaños. Se supone que es un día en el que te rodea la gente que te quiere y a mí eso jamás me va a pasar.
Quizá sí que necesito estar encerrada en un psiquiátrico. Doy miedo y debería estar apartada del mundo. No puedo llorar ni gritar. Él sí, yo no. Cada paso que doy es el de una esquizofrénica.
No sé si estoy loca de verdad. Sólo puedo afirmar con toda seguridad que quiero desaparecer. No quiero seguir viva. No quiero cumplir más años.
No es que estas ganas de irme sean por él, esto quizá sea solo la gota que colma el vaso. No puedo más.