Conocí a mi mejor amiga en primer año de carrera, un momento en el que me sentía sola y estaba con el corazón roto. En ella descubrí, como quien dice, un alma gemela, fue la primera persona con la que me sentí identificada, era sensible, cariñosa, atenta, una amiga de ensueño para mí. En segundo ya fue cuando nos hicimos íntimas, íbamos a cualquier lado juntas y nuestras conversaciones de WhatsApp no acababan, éramos uña y carne. Pero yo empecé a sanar cosas, empecé a enfrentarme a problemas del pasado, a salir, a descubrirme como persona, y a madurar, mucho, a ganar independencia y a empezar a ponerme por delante de quién sea. 2020 fue un año muy duro para todo el mundo, pero yo lo recuerdo como el año en que me perdoné y empecé a entenderme y a quererme, fue el año donde descubrí mi autoestima y mi potencial como persona.
Ella no, siempre ha sido más introvertida (a la hora de timidez), más niña, y mientras yo crecía como persona y ganaba independencia, ella ganó dependencia hacia a mí. Algo que me hizo tener un papel de hermana mayor y ella de hermana menor, pero esa visión cambió cuando su dependencia el año pasado nos pasó factura y en más de una ocasión tuve que decírselo, pero nunca hemos llegado a hablarlo en persona, con la pandemia de por medio era difícil hacerlo.
Esta rabia y agobio ha ido creciendo poco a poco, sobre todo cuando me di cuenta de que para ella soy algo así como un diario secreto, como un basurero. Me pregunta por mi día, pero solo para ganar conversación y mandarme audio tras audio contándome mil cosas suyas, de verdad que solo le falta contarme las horas que va al baño.
Ella dice que lo necesita, que necesita contar todo lo que le pasa, y yo me pregunto «¿Y yo qué?, ¿mis necesidades?, ¿mis cosas?». No hay cabida para ellas. Siento que me necesita porque necesita desahogarse, comportándose de una manera egoísta pensando que yo existo solo para estar por ella. Es como que necesita días para preguntar cómo estoy, y se pasa todos los días hablando de sus cosas, y realmente yo ya he perdido mis ganas de contarle cosas. No le cuento si hoy mi novio me ha hecho sentir bien, si he tenido una pelea con mi padre, si dentro de poco me voy a tatuar de nuevo, si tengo miedo porque dentro de poco empieza una nueva etapa y me aterra. Total, ¿para qué? Ella cogerá eso para llevárselo a ella, ¿sabes ese tipo de persona que le cuentas algo tuyo y ella empieza a hablar de ella, de sus experiencias y tus vivencias y lo que le ibas a decir queda silenciado? Pues así la veo desde hace meses.
Ha llegado a un punto que me molesta hasta recibir un mensaje de ella, porque de verdad que me cuenta cosas que no veo la necesidad. Vale que me cuente que está muy emocionada con su nueva lectura, ¿pero que me mande cinco audios de dos minutos hablándome del libro durante una semana? ¿No se os agotaría la paciencia si hace eso mes tras mes? ¿No te sentirías utilizada y un diario secreto de alguien que, no puede gestionar las cosas, y te las lanza a ti para que lo hagas por ella?
No me malinterpretéis, la quiero y mucho. Me ha ayudado mucho en problemas muy duros y difíciles, hay cosas que pienso que solo puedo hablarlas con ella. Pero ha llegado al punto de que eso ya no me vale, no me vale eso si yo me sigo sintiendo mal. Es verdad que he sido dura con ella, que cuando llegaba a mi límite era borde, seca y tardaba horas en contestar (también mi SPM y las bajadas de estrógenos y progesterona me afecta mucho y hace que esos días no sea la mejor compañía del mundo). Pero esto ya no tiene nada que ver con mis hormonas, esto ya es sentimiento, rechazo, rabia, enfado y hasta piel, no puedo ni sentirla cerca. Siento rencor, mucho.
Solo he hablado esto con mi madre, no quiero comentarlo con ninguna amiga. Ella siempre ha dado la imagen de buenaza, de sensible, de «pobrecita», y sé que quedaré como la amiga mala, la bipolar que de repente se ha cansado de todo este bucle. Yo daré la imagen de mala, que la deja desprotegida, y no quiero reproches, no podría más.
No sé qué hacer, no me siento con cuerpo de hablarlo con ella sin explotar, sin soltar cuchillos que van herir (es algo que no quiero). No quiero alejarme, pero de verdad que no sé cómo perdonarle todo esto.