Hoy vengo a compartir mi experiencia si, para las que yo en su momento, la vida os ha dado una hostia y no podeis seguir el camino que esperabais.
Empecé a salir con mi (primer y único) novio a los 16, toda enamorada como cualquiera a esa edad. A los 27 nos casamos, yo era feliz y las cosas salían cómo yo me había imaginado. Un año después empecé a hablar con mi marido de tener hijos y él iba dandome largas, que si eramos jóvenes, que si teníamos tiempo, que si más adelante. Al final me enteré de que estaba liado con una compañera de trabajo porque me dejó por ella.
Y allí estaba yo, con 32 años, recién divorciada, destrozada y sin saber qué hacer. Me fui a vivir con mis padres porque no tenía fuerzas para estar sola y porque el piso era de él. Poco a poco mi familia y los pocos amigos que me quedaron tras el divorcio me animaron a empezar a salir, a volver a disfrutar de la vida y, cómo no, a buscar pareja, algo a lo que yo me negaba rotundamente. Mi principal duda era ¿cómo conocer y conectar con una persona de la misma manera que con mi exmarido? Había estado toda la vida con él, y si él no hubiera decidido dejarme por ella, creo que hubiera sido capaz de perdonarle.
Hasta la boda de mi primo.
Por aquel entonces tenía yo 34 años, iba esquivando a cualquier soltero que cualquier persona de mi entorno me presentara con el objetivo de emparejarnos. El caso es que en la iglesia ya me quedé mirando a este nuevo muchacho, alto, rubio, con ojazos azules, guapísimo y que iba en grupo, pero sin ninguna pareja en especial. Mi prima se dio cuenta y al momento ya me sabía toda su vida: era compañero de trabajo de mi primo, tenía 40 años, era viudo desde hacía cuatro años y tenía una hija de 12.
Os prometo que no os puedo explicar cómo empezamos a hablar porque estaba tan anonadada que ni lo recuerdo, pero recuerdo estar en el jardín del salón de celebraciones, tras la cena, los dos solos en unas sillas hablando de todo. Me habló de su mujer, de que le detectaron un cancér de útero tras un aborto espontáneo y de como fueron 3 años de camino hacia la muerte. Me habló de su hija, de que era un encanto y había tenido muchísima suerte con ella, era una cría que pese a estar en una edad complicada era super madura y me dijo «me he dado cuenta de que si mi hija ha podido superar la muerte de su madre, yo puedo superar la muerte de mi mujer y seguir con mi vida».
Poco a poco fuimos quedando, conocí a su hija y nos fuimos a vivir juntos a los dos años a un nuevo piso porque el fantasma de su mujer estaba presente en el antiguo piso, en cada foto, en cada rincón y ni él ni yo nos sentíamos a gusto empezando allí. Una tarde, al poco de estar viviendo los tres juntos en el nuevo apartamento, estabamos la niña y yo solas y me dijo «no busco una madre porque yo ya tuve una y la perdí, pero me alegro de que estés haciendo feliz a mi padre» y sí, era madura la cría para tener 14 años sí.
Dos años después tuvimos a mi hija, una niña preciosa, rubia y de ojos azules como su padre, su hermana la quiere con locura y yo con ella me llevo fenomenal aunque soy consciente de que no soy su madre.
Hoy mi hija tiene casi 8 años y todos los días pienso en qué hubiera pasado si la vida no me hubiera puesto unos cuernos en el camino sacandome del plan de vida que yo me había imaginado.
Si estás en una situación como en la que yo estuve, piensa que todo pasa por algo, que algún día mirarás atras y te darás cuenta de que eres más fuerte y feliz de lo que en ningún momento llegaste a pensar.