Me llamo… da igual, llamadme Afrodita Zurita. Vivo en Madrid, tengo 35 años y soy madre y esposa.
Trabajo como representante comercial para un laboratorio farmacéutico a tiempo completo y colaboro con una empresa de prótesis quirúrgicas, lo cual me tiene mucho tiempo fuera de casa y me da una independencia que unas veces agradezco y otras no.
No soy terriblemente guapa, pero a lo largo de los años he conseguido resultar bastante atractiva y resultona y esto no es gratis, requiere su esfuerzo, no nos dejemos engañar, si me ves por la calle, estupendamente arreglada, peinada, maquillada y aparentemente segura de mi misma, es porque he pasado un rato en el baño ante el espejo.
La razón de ser de este diario es contaros como es mi vida de perfecta mujer adultera, los motivos que me han traído hasta aquí y como me las apaño para no arrepentirme, no enamorarme jamás y además ser una buena persona. Si, se puede ser adultera y no ser una perfecta hija de puta.
A lo largo de nuestra vida hay muchas primeras veces. Primeros pasos, primeras risas, primeras palabras, primer día de colegio, primeros amigos, primeras salidas, primer cigarro, primeras copas, primeros amores, primeros besos, PRIMERA VEZ.
Después de esa primera vez descubres que tu cuerpo no se ha desintegrado, que la Tierra sigue girando, que no te has quedado embarazada y que no se te nota al llegar a casa, repites , y a veces ocurre que llega tu primera gran relación y esa relación acaba en boda.
Y entonces de pronto llegan otras primeras veces todas preciosas, y construyes una vida juntos y a todo el mundo parece hacerle muy feliz que eso ocurra. Y entonces un día de pronto algo cambia y llega una primera vez que después de mucho tiempo es solo tu primera vez. No tiene nada que ver con tu pareja con esa con la que has construido tu “vida de ensueño”.
Esa ocasión llegó a mi vida un caluroso día del mes de mayo. Ese día no me encontraba especialmente guapa, estaba trabajando, tenia calor, la sensación de que mi maquillaje no estaba perfecto, los pies me dolían dentro de los tacones, la cinturilla del pantalón me estaba apretando solo tenia ganas de terminar con lo que estaba haciendo y marcharme a casa a darme una ducha. Cuando por fin lo había logrado cuando ya había terminado con mis visitas del día, al salir de la última clínica choque literalmente con Carlos.
Carlos es pediatra. Es alto, atractivo y tiene 10 años más que yo. Ese día después de chocarnos y hablar del tiempo durante unos minutos, Carlos me invitó a tomar algo fresquito en una terraza al lado del centro médico. Charlamos de cosas banales, tomamos un par de cañas y finalmente Carlos me acompaño al coche y me besó.
Me besó y yo aluciné. Y esa fue la primera vez que otro hombre me besó.
Se abalanzó sobre mis labios y sus manos a mi cuello.
No estaba preparada para ese beso furtivo, robado y clandestino, pero lejos de separarme o retirarme asustada, abrí mi boca, saboree su lengua. Sentí sus labios nuevos y humedos sobre los míos, acaricié su cuello y sentí el deseo en todo mi cuerpo.
De pronto me sentí culpable pero ese sentimiento de culpa duró exactamente lo que tardé en volver a abrir los ojos y entonces de pronto pensé que podía volar. Me sentí súper atractiva y ya no sudaba ni me apretaban los zapatos ni la cintura de pantalón. Y llegó el momento de volver a casa y allí nadie notó nada…….y eso……sí que me dio alas.