PADRES, NO MANDÉIS CALLAR, ENSEÑAD A PREGUNTAR
Trabajo como psicóloga en un colegio. Mi día a día consiste básicamente, en visitar niñ@s en el aula para ayudar a l@s maestr@s a llegar mejor a todos.
Una de las cosas que más me gusta de los niños es que lo dicen todo tal como lo piensan.
Además de trabajar con niños, se da la feliz coincidencia de que soy gorda.
Y no pasa nada, soy gorda, y no pasa nada.
A veces los niños, cuando entro a sus aulas me preguntan “y tú ¿porqué tienes las piernas tan anchas?” o se limitan a puntualizar, con mucha naturalidad, “estás gorda”.
Sinceramente, a mí esto no me molesta, primero porque es cierto, y segundo porque creo que los niños pueden aprender, preguntando, a tratar la diversidad con naturalidad.
Yo siempre contesto “tengo las piernas anchas porque soy así, ¿verdad que la profe de inglés es más bajita que la de psico? ¿verdad que el de música es un chico? Pues todos somos distintos, y mis piernas son anchas” o “sí, soy gorda, y tu eres moreno, aquella niña tiene pecas, ¿no te parece bonito que todos seamos distintos?”.
En general los niños quedan satisfechos con la respuesta y el tamaño de mis piernas o de mi barriga ya no son motivo de curiosidad.
El problema (y la realidad de fondo que me preocupa como educadora) viene cuando el comentario del niño/a se realiza delante de otro adulto… sea padre/madre o profesor/a… “Fulanito, ¡eso no se pregunta!”, “Menganita, ¡no seas maleducada!”, “shhhhh, ai perdona, ya sabes cómo son los críos, no quería ofenderte”.
¿En algún momento se me ha visto ofendida? ¿Te ha parecido que el comentario de un niño de 4 años sobre el tamaño de mis piernas merece que salgas en mi defensa?
Creo que l@s niñ@s tienen que poder preguntar sin censura, sino ¿cómo van a aprender?
Si preguntar a alguien por qué motivo tiene las caderas anchas se les censura, esa personita entenderá que tener las caderas anchas es algo susceptible de sensibilidad, entenderá que debe ser algo que se oculte, y lo peor… aprenderá que puede utilizar eso para herir a los demás.
Queridos padres, queridas madres, EDUCAR implica que vuestr@s hij@s aprendan a respetar, no a callar.
Cuando vuestr@s hij@s hablen con naturalidad de gordura, calvicie, pecas, vitíligo o cualquier otra característica física destacable, NO LES MANDÉIS CALLAR.
Enseñad a vuestros hijos la belleza que se esconde detrás de la diversidad.
Lejos de mandarles callar, animadles a descubrir lo que hay detrás de la persona en silla de ruedas, del niño de 8 años que pese a ser invidente va al parque con el bastón o con su perro guía, animad a vuestros hijos a jugar sin miedo con la niña con S.de Down que hay en su curso o a sentarse al lado del alumn@ transexual.
Descubriréis que eso enriquece profundamente a vuestros hijos.
Descubriréis que aprenden a respetar a todo el mundo, a no tener miedo a la diferencia.
Descubriréis que vuestros hijos crecerán sin miedo a ser diferentes, y se atreverán a ser ellos mismos, porque no ven nada malo en ser como son. No le darán a nadie el privilegio de poder abusar de ellos por ser quiénes son.
Descubriréis que vuestr@s hij@s tendrán una autoestima fuerte y se harán respetar.
Descubriréis que vuestr@s hij@s conocen muchas más cosas que vosotros porque no tienen miedo a preguntar.
Descubriréis que hablan con respeto a todo el mundo, porque nadie les ha hecho creer que hay ciertas características que deben ser silenciadas.
Descubrireis que una pregunta hecha con educación y auténtico deseo de conocer al otro nunca ofende.
Descubrireis que todo eso que os daba tanto miedo, (el niñ@ que se porta mal, el niñ@ con autismo, el niñ@ diabético o el niñ@ gord@) no es contagioso.
Descubriréis que lo único que es contagioso y negativo para vuestr@s hij@s es vuestro miedo.
Por eso hoy, desde aquí y con la torpeza de quien no está acostumbrada a escribir, os animo, padres y madres, a no mandar callar a vuestros hijos cuando hablen con lo que vosotros podéis considerar “impertinencia”. Enseñadles a preguntar con educación, para conocer, entender y querer.