Mi primer flechazo en Tinder me pilló en muy mala época, vamos tan tan mala como que a los tres días de dar con un tío de puta madre el Gobierno nos confinó a todos en casa hasta que termine esta maldita crisis.
Claro que diréis que haber conocido a un chico genial y no poder quedar con él en persona no es como para arrancarse la piel a tiras, pero si vamos sumando putadita más putadita, todo cuenta. Vivo sola en Valencia, llevo aquí unos meses y no conozco a nadie, en mi trabajo son todos unos siesos y a mis 29 años nunca he conseguido enamorarme en condiciones. Y encima, toma pandemia! Que paren el mundo que yo me bajo.
Pero a lo que iba. Voy a llamar a este chico Alfredo. Él y yo nos conocimos por la aplicación y nos enganchamos el uno al otro de una forma digamos un poco bestia. Desde el match no dejamos de hablar por el chat y después por teléfono. Resultó que Alfredo curra en un puesto parecido al mío pero en otra empresa y los dos encontramos mucho apoyo porque nuestros trabajos no son lo que se dice tranquilos.
Lo que más me gustó de él fue su voz, de esas que te atrapan por lo intensas que son. Me volvió loca desde la primera llamada. A mí me temblaban las manos y a él por lo que me contó, las piernas. Él ya había quedado con alguna chica por Tinder, pero para mí era la primera vez y no sabía muy bien cómo comportarme.
Pero la cosa fue bien y poco a poco las llamadas fueron más constantes y con menos tensión. Nos contábamos nuestro día, hablábamos un poco de tonterías o de lo que nos preocupaba. Y fue cuando llegó el confinamiento.
Alfredo y yo habíamos quedado en vernos el fin de semana pero era obvio que no podría ser. A mí me daba un poco de miedo que la cosa se enfriara pero él me dejó claro que fuera cuando fuera quedaríamos para vernos en persona. De hecho, desde que estamos en casa, somos como adictos el uno al otro. Es como mi vía de escape para todo el estrés que me produce la situación.
El otro día me comenta que podíamos tener una cita en condiciones. Me da la risa y le digo que lo mismo para el verano… Entonces me dice que no, que ahora, vía Skype, con nuestro vinito y un poco de música para ambientar la situación. Me pareció todo un poco surreal pero ya de estar en casa encerrada, tampoco perdía nada.
Estuve nerviosa todo el santo día. Nunca había quedado con un tío por skype y menos para tener una cita. Me conecté a la hora prevista, me había maquillado un poco, me había hasta vestido para la ocasión. Y puntual recibí su llamada. Me senté a la mesa y lo vi, tal y como me lo imaginaba. Su pelo corto y despeinado, su barbita, esos ojos oscuros que tanto me habían llamado la atención en sus fotos… La voz me temblaba muchísimo pero con un par de sus chistes todo se fue calmando. Él ponía la música y yo acompañaba la conversación con una copita de Rioja que estaba la mar de bueno. Tonteamos una pasada, sonriéndonos y escondiendo la cara detrás de las manos. Yo os juro que volví a ser una adolescente tonta.
Cuando miré el reloj habían pasado cuatro horas y allí seguíamos, enganchados a la conversación y pensando un poco en el futuro, en vernos y poder tocarnos. Después de tres copas de vino la cosa se puso un poco más fuerte y hasta nos vinimos arriba para hablar de nuestras relaciones, de lo que nos gusta en la cama, de lo genial que hubiera sido terminar la noche juntos.
Bueno, que cuando decidimos desconectar los dos nos fuimos a la cama calentitos y llenos de ganas el uno por el otro. Hubo más de un mensaje calentito, por supuesto.
Hemos decidido que si esta cuarentena dura mucho más, repetiremos al menos dos veces a la semana nuestras citas por skype. Porque puede que este puto viros nos tenga aislados, pero eso no significa que estemos más lejos, no????
Ya os contaré cómo me va con Alfredo, pero esto pinta muy pero que muy bien ;)