Reproducimos un testimonio que nos llega a [email protected]
Seguro que todas las mamás y papás que leáis esto conozcáis los estereotipos que vienen marcados por el género de vuestro bebé.
Nada más nacer vienen marcados con la ropa que le ponemos, el color de todo lo que les rodea, la decoración de su habitación…podría decir que incluso con los trabajos en los que nos los imaginamos de mayores. Tendemos a ponerles un millón de etiquetas, nada más conocer si vendrá al mundo con unos genitales u otros.
Una de las cosas que más me chirría de todo esto de los estereotipos es el tema de los juguetes. Si tienes un niño tiene que tener un balón y a poder ser que sea azul, no puede llorar demasiado ni ver películas que impliquen desarrollar su inteligencia emocional. Son hombres, no pueden ni deben mostrar sentimientos, solo jugar a deportes y ser brutos por naturaleza. Porque los niños, son así. Y eso viene ya en su ADN. (entiéndase la ironía, por favor).
El caso es que no sé si el líquido amniótico en el que nadaba mi hijo debía de estar alterado por algún tipo de mutación genética o es que nosotros decidimos que los estereotipos del siglo pasado no encajaban con nuestra crianza pero está creciendo rodeado de juguetes que normalmente se asocian a niñas. Ha tenido un carrito de bebé, que por supuesto he tenido que escuchar que era una locura regalarle eso al niño (porque si algún día es padre, no paseará a su bebé, ¡claro!), le encanta jugar en su cocinita a hacerle café a toda la familia (si fuesen un par de chupitos de aguardiente sería más de machos, pero servir el café en unas tazas de color rosa molesta más a los cerebros prehistóricos que habitan en algunas cabezas), tiene bebés que portea en su mochila para poder ir a la compra con sus otros 15 peluches.
Anda en bici, en patinete, ve Frozen y le encantan los gatitos porque son “muy monos”.
Y juega a la pelota. Ahí sí, ya era raro que un niño no quisiera jugar a la pelota y llevar la equipación de algún equipo de fútbol.
Mis suegros siempre criticaron todo lo que tenía nuestro hijo, nada de lo que hacía o tenía estaba hecho para él porque lo estábamos afeminando y según decían acabaría siendo gay (REAL).
Además de todo esto, es un niño sensible que busca cariño y que si se cae y se hace daño viene corriendo a buscar a su madre o a su padre para llorar un poco y luego volver a jugar más tranquilo. Esto, al parecer, también es un problema porque estamos haciendo una montaña de un grano y el niño tiene que aprender a hacerse daño.
Tal es así que cada vez que vienen a ver al niño, tenemos varios problemas. El primero de todos es lo blancos que se les ponen los ojos al ver el elenco de juguetes de ‘niña’ que hay en mi casa. El segundo es que suelen traer algún juguete que implique hacer algo de forma violenta. O coches que solo funcionan si los chocas muy fuerte contra algo, o algo que lanzar, o escudos de superhéroes para pelear … y entonces los ojos en blanco se me ponen a mí.
En cuanto empiezan a jugar con él, no hay opción. Hay que tirarse al suelo, dar golpes, luchar…el problema más gordo viene cuando el niño se agacha a hacer alguna cosa o a recoger algo. Entonces alguien le da una patada en el trasero a mi hijo, para que se caiga de cabeza, porque le parece gracioso que se dé un golpe y aprenda a ser duro en la vida. Entonces me levanto a recoger del suelo a mi hijo que llora desconsolado porque se ha hecho daño y me apartan de él diciéndome:
-¡Baaa baaa, déjalo! Eso no ha sido nada, que se levante él solo.
Yo ardo por dentro y recojo al niño y me lo llevo en brazos dejando varias malas caras en la sala de mi casa. Pero no digo nada.
Estas situaciones se van repitiendo cada vez que vienen a jugar a casa con mi hijo, hasta que un día sucede en medio del parque al que vamos a menudo y exploto en mitad del parque apartando a su abuelo de su lado. Le dejo muy claro que no vuelva a hacer eso y menos apartarme de él porque está llorando y como soy su madre voy a ir a recogerlo porque es lo suyo y porque me da la gana.
Como esto no les gusta y el niño no quiere seguir jugando nos marchamos a casa y falta tiempo para que llame por teléfono a su hijo para decirle que soy una exagerada, que vaya la que le monté en el parque y que aunque yo sea su madre él es su abuelo y ya ha criado a un hijo y sabe más que nosotros.
Vamos, que después de pasarse por…los gustos de su nieto, nuestro estilo de crianza e incluso su integridad física todavía me tocó escuchar que estoy desquiciada. No sé si alguien más lo ve como yo o es fruto de la frustración que me da que no sean capaces de ver lo absurdo que veo yo todo.
Kerasi