Tengo una pelea interna por culpa de mis inseguridades. Soy treintañera. Empecé con una vida sexual muy activa, donde follaba a diario de dos a tres veces. Claro, mi pareja por aquel entonces era un gran amante y me hacía disfrutar del sexo. Fui teniendo otras parejas menos fogosas, hasta el punto de llegar a fingir un orgasmo, cosa que yo pensaba que nunca haría, pues para el mi, el sexo era algo fantástico y necesario.
La última pareja que tuve era un desastre como amante, pero yo estaba enamorada y le ponía ganas al asunto. De hecho, llegué a pensar que era homosexual, pues yo me ponía manos a la obra con jueguecitos para calentar el ambiente, y él no me hacía caso. Creo que era de los que pensaban que con un polvillo cutre a la semana ya teníamos bastante. Nunca me lo llegó a decir, pero por su actitud, es lo que daba a entender. Tanto es así, que cuando lo dejé, mi autoestima estaba por los suelos. Pasé de ser una mujer muy segura y muy pasional, a lo que soy ahora, una mujer llena de inseguridades y que no tengo sexo desde hace 8 años.
Yo, que no podía pasar sin sexo y que cuando me ponía con la regla sufría un calvario por los días de abstinencia, me he convertido en una mujer solitaria que me masturbo una vez por semana por miedo al rechazo y a que un hombre me vuelva a menospreciar. A mis amigos no les entra en la cabeza que no haya vuelto a tener pareja después de tanto tiempo porque soy una mujer guapa, inteligente y sociable. Cuando me preguntan por qué no me echo un amiguito, les digo que estoy bien así sola, que ahora es cuando estoy disfrutando de hacer lo que quiero, cuando quiero y sin dar explicaciones, pero lo que nadie sabe, es que el verdadero motivo de estar sola es el miedo que tengo a estar desnuda frente a un hombre y que no quiera «empotrarme contra la pared» al instante (tengo celulitis y las carnes flácidas por la falta de deporte). De hecho, hay un chico que quiere conocerme, y, aunque yo también me muero de ganas por conocerlo, no me atrevo a dar el paso y tener otro fracaso.