El chico de ojos tristes sonríe, pero su mirada brilla,
puede que anoche llorase pensando en la que fue su chica.
Cuantas veces la cagó, las vueltas que da la vida;
lo que tanto de su padre odió era lo que él hacía.
Prefiere beber café, pero en whisky ahoga sus penas,
no se quiere merecer lo que el futuro le espera.
Hace bromas, tiene amigos, habla con unos y otros
pero se pone a sudar en cuanto me mira a los ojos.
Somos almas en pena con el corazón hecho pedazos
y los dos estamos deseando dormirnos en nuestros brazos.
Yo sufrí, el sufrió, los dos perdimos nuestro amor,
pero cada día que pasaba nuestra intriga era mayor.
Quisiera mecerle en mis brazos y que llore hasta dormir
aunque temo que de pena los dos podamos morir.
A lo mejor lo superamos si los dos lo hacemos juntos
porque para curar nuestras heridas necesitaremos puntos.
Nunca he escrito poesía y creo que eso se me nota
pero que más dará ya eso cuando tienes la vida rota.
Arreglarnos el corazón fue un trabajo muy duro
pero pasamos un buen rato y ahora vemos el futuro.
Esta es una historia que nunca jamás sucedió
pero que sucede cada día desde Corea a Nueva York.
El chico de ojos tristes su mirada por fin alegró
porque la chica de ojos morados a su vida dio color.
Juntos aprendieron a vivir con sus errores
y sabiendo que algún día vendrán tiempos mejores.
De momento se consuelan con volver a sonreír
y porque intentándolo muy fuerte lo pueden conseguir.
Él sigue brindando con whisky, pero dejó la cocaína
ya no necesita más drogas que su amada cafeína.
Ella ha vuelto a la vida,
su corazón sacó del cemento
y fundidos en un beso
felices terminan el cuento.