Mi primera vez fue sin querer, no estaba preparada, no fue premeditado, surgió de una forma natural y espontanea. Yo solo me deje llevar.
Ese día tenia tiempo, estaba en el polideportivo… no, no os voy a engañar, yo no hago deporte, me puede la pereza, pero hay uno cerca de casa en el que dan clases a niños y a mi hijo se le antojo en su momento, apuntarse a fútbol. Y allí estaba yo, mirando el tablón de anuncios, sin dar crédito a lo que allí se anunciaba, esperando a que mi pequeño y adorado vástago saliese sudoroso de su clase de fútbol.
Detrás de mí, oí que alguien pronunciaba mi nombre. Me gire sorprendida y le vi: alto, guapo de unos treinta y tantos.
-¿Eres tú?- me dijo sin dejar de sonreír
-Supongo que sí, soy yo, pero… ¿Quién eres tú?
-Soy Dani, Daniel Costa, íbamos juntos al instituto, te sentabas delante de mí en segundo de BUP.
Hice un esfuerzo mental por ubicarle detrás de mí en el instituto y si, poco a poco fueron llegando a mi memoria las imágenes de aquel muchacho desgarbado, imberbe, larguirucho y torpe que se sentaba detrás de mí. ¿Cómo había podido crecer tanto, en todos los sentidos? El cambio era espectacular, se había convertido en un cisne, alto, fuerte y bien proporcionado.
-Joder Dani, no te hubiese reconocido jamás- dije mientras me ponía de puntillas para plantarle dos besos en su barba de tres días.
Comenzamos a hablar de cómo nos habían ido las cosas, de a quien seguíamos viendo del instituto y en mi mente se fueron formando las imágenes de aquella época. Recordé el desdén y el desprecio con el que trate a Dani Costa en segundo de BUP, su insistencia en hablar conmigo y mis sospechas de que yo le gustaba. En aquella época yo estaba a otras cosas entre las cuales Dani no estaba incluido. Tengo una memoria prodigiosa, soy capaz de recordar momentos y detalles de hace muchos años, por suerte Dani no la tenía o no se acordaba de mis numerosos desplantes y arrogancia con él.
Resulto que Dani Costa era entrenador personal y profesor de diversos deportes en muchos sitios, pero de cinco a seis tenía una hora libre entre clase y clase.
No sé como lo hice pero los martes y jueves me ofrecí voluntaria para recoger a Alex de su clase de Futbol y cambie mis cafés de las cinco por bebidas isotónicas en la cafetería del polideportivo, compartiendo confidencias y recuerdos del instituto con Dani Costa.
No fue el único cambio. Los martes y Jueves cambio mi forma de vestir a mas ceñida y juvenil, mi sonrisa se hizo más amplia y apareció un nuevo brillo en mis ojos, mi piel se volvió más luminosa y suave, incluso empecé a interesarme por diversos deportes, músculos y dietas macrobióticas.
Supongo que el si se dio cuenta, yo no, pero a poco a poco empezamos a mirarnos de forma diferente, a tocarnos la piel que quedaba al descubierto, a hablar con los ojos, a comunicarnos con los gestos, a decir con nuestro cuerpo lo que nuestra boca callaba, en apenas una hora dos veces a la semana, hasta que nos dimos cuenta de que ese tiempo era insuficiente para todo los que nos queríamos decir.
La invitación a cenar llego vía mensaje de móvil, por aquel entonces no había whatsapp. Dude unos minutos, el tiempo suficiente para inventar una coartada y que mi marido no sospechara que iba a verme con un total desconocido para él y del cual yo no le había hablado jamás. Este hecho de ocultación es el primer síntoma de que algo está ocurriendo, algo va a ocurrir o algo estas deseando que ocurra, si no ¿Por qué ocultar que estas tomando bebidas isotónicas con un ex compañero de instituto? ¿Qué hay de malo? La culpa, el deseo de que algo mas suceda, la pasión de sentirte deseada, la clandestinidad, el ansia de la emoción, las ganas de sentir su mirada solo para mí.
Mi coartada: una cena de empresa.
La cita: en un restaurante en el centro.
Mis preparativos: depilación, exfoliación, mascarilla facial e hidratación completa.
Mi ropa interior: sugerente y de color negro
Mi vestido: Ajustado, rojo y elegante.
En mi bolso: Condones