Estaba pensando en algo sobre algunas situaciones que he vivido y se me ha ocurrido que estaría bien escribirlas porque al final si estas cosas siguen ocurriendo es porque en vez de hacer ver lo ridículas que son, nos callamos y las dejamos pasar como si fueran culpa nuestra. A ver qué os parece:
– Conversaciones en las que varias personas hablan con horror de sus (inexistentes) michelines mientras procuran no cruzar la mirada con la “gorda” que hasta ese momento participaba en la conversación y que duda entre mandarlos a todos a la mierda, intentar explicarles por qué lo que dicen le parece frívolo, desagradable y fuera de contexto o marcharse en ese momento de allí sin saber qué decir. Por desgracia suele suceder lo último, porque al fin y al cabo, nadie quiere estar todo el día discutiendo.
– Una vecina que te aborda en el descansillo para invitarte a algo que te puede interesar muchísimo: la medición gratuita de tus grasas en su nuevo centro estético, que por ser tú te ofrecen como un favor personal. Que la vecina se ofenda porque le das las gracias y le dices educadamente que no te interesa.
– Que se dé por supuesto que tú lo que quieres es estar delgada pero que por tu mala cabeza o cuestiones que no se pueden explicar, no lo consigues.
– Que te digan con sorpresa que ese vestido te sienta muy bien.
– No poder compartir experiencias otra mujer con tus mismas curvas porque ella está a dieta (y pronto dejará de estar en tu indeseable club).
– Que te pregunten dónde has comprado tal o cual prenda, poniendo a continuación cara de… ¿pero venden tu talla?
– Que te digan que te pareces a tu abuela como una manera velada de llamarte gorda.
La educación de los que dicen estas cosas brilla claramente por su ausencia, sus carencias personales se convierten en ataques a tu persona y te toca lidiar con estas situaciones lo mejor que puedes haciendo ejercicios de afirmación personal para seguir siendo como quieres ser y para no permitir que su autoestima dependa de las opiniones de otros.