Perdonad el título. No sabía qué poner, pero eso es lo que siento. Tampoco sé si este sitio es el correcto para publicar esto. Pero necesitaba contarlo, porque siento que me estoy ahogando.
Siempre he sido una niña gordita. Era asmática y me trataban con cortisona, así que siempre estaba hinchada y tampoco podía jugar o correr con los otros niños porque claro, me ahogaba y a mis padres les daba miedo que me diera un ataque asmático. Las dietas empezaron pronto, antes de la adolescencia. Recuerdo que me ponían menos comida en el plato que a mi hermana, y yo pasaba hambre. Hambre. Y cuando podía, robaba comida de la mesa o la despensa. Mi familia recuerda esto con risas, con mofa. Yo lo recuerdo con tristeza. «Es que ya era una osa, tan pequeña».
A partir de ahí, todo fue de mal en peor. La sociedad ya me había dejado claro que no era válida para vivir en ella, así que las dietas autoimpuestas comenzaron… Ni lo sé. Solo recuerdo estar a dieta toda la vida. Vivir pensando en la comida, en qué comer, en qué no comer, calorías, ejercicio, centímetros, atracones, culpa, agobio, llanto, rabia. ¿Por qué yo? Nunca viví realmente, porque siempre pensé que, cuando estuviera delgada, haría esto o lo otro, y spoiler, nunca he estado delgada.
La sociedad y yo destrozamos mi cuerpo, mi metabolismo, mi mente. Desarrollé un TCA, mi vida no me pertenecía, solo era un recipiente de miedos, odio, culpa y comida. Probé todas las dietas habidas y por haber. Acudí a muchos dietistas, pensé que alguien me ayudaría, necesitaba que alguien me ayudara, pero salí del último antes del infierno con un hipotiroidismo provocado por una sobreposición al yodo de los complementos alimenticios con los que me inflaban cada semana. Y si en ese entonces estaba gorda, a partir de ese momento empecé a subir de peso sin control y a bajar al infierno con la misma rapidez.
Mi vida era un caos, quise morirme cada día que me despertaba, pero era demasiado débil para hacer nada al respecto. No podía respirar. Odiaba la comida con la misma intensidad con la que la amaba, porque era lo único que me hacía sentir bien durante esos cortos minutos en los que me atracaba. Los años siguientes ni siquiera recuerdo nada más que una persona sobreviviendo por puro instinto, rodeada de un caos de depresión severa, autoexigencia, odio. Seguí intentando hacer dietas, pero nada me funcionaba ya que mi hipotiroidismo no estaba bien controlado, porque los médicos en España no están actualizados y si quieres que te traten como se debe, tienes que ir a uno privado que esté al día con los avances y gastarte una pasta que yo no tenía. Así que en los años que siguieron, me sentí como si estuviera nadando en un mar tormentoso, luchando por mantenerme a flote para no ahogarme, batallando día a día, continuando con las dietas porque «era lo correcto», porque yo no encajaba. No servía en esta sociedad. Y aunque eso me había matado por dentro, lo hacía porque era «lo que debía hacer». Entré en un bucle del que no sabía cómo salir. Necesitaba ayuda, pero la SS lo único que me ofrecía era una dieta de 1500 calorías estantard y media hora de psicólogo cada dos o tres meses.
En mi peor momento, encontré información por internet. Sobre el trastorno por atracón, sobre el bodypositive, sobre otras mujeres que habían pasado y estaban pasando por lo mismo que yo. Estaba agotada mentalmente, así que me di permiso para comer. Sin culpas, sin pensar en dietas. Y si, durante los primeros meses engordé, pero después todo se fue suavizando. Acudí a una psicóloga privada y me traté. Mejoré. Me caí mil veces y me volví a levantar otras mil una. Pasaron dos años hasta que se acabaron los atracones. Pero mi relación tóxica con la comida seguía ahi. Y siempre seguirá.
Después de una vida entera girando alrededor de dietas y comida, decidí que merecía un tiempo de libertad, así que pasé unos años aprendiendo a vivir sin la mentalidad de dieta, sin contar calorías, intentando aprender a comer de forma sana e intuitiva. Y la gente a mi alrededor no lo entendía, porque yo seguía estando gorda, y por ende, DEBIA hacer dieta. Aunque tuviera la psiquis destrozada y los nervios de puta, era mi jodida responsabilidad. Y dije BASTA. Tuve que contarle a las personas más cercanas a mí, parte de mi proceso y el por qué de mi decisión. La mayoría no lo entendieron. Es triste como, para la sociedad en general, la totalidad de personas con sobrepeso estamos así simplemente porque nos gusta zampar y estar con el culo en el sofá. Así de simple para ellos. Así de difícil y terrorífico para nosotros.
Así que me acepté, aprendí a aceptar como yo era y a perdonarme. Empecé mi proceso de amarme y aunque aún hoy me cuesta mirarme en el espejo, he tenido una gran evolución.
Pero mi proceso no termina ahí. Mi pesadilla revivía hace unos meses, cuando acudí al médico porque no podía ser madre de manera natural por mi endometriosis.
Tengo que decir que en consulta no me hicieron sentir mal por mi peso, pero claro, la SS no comienza tratamiento contigo hasta que no llegas a determinado IMC. Ahora mismo estoy en espera hasta llegar a ese peso que necesito, haciendo ejercicio 4 veces a la semana y con una nutricionista que me hace un plan de alimentación para mí y, por supuesto, no me da ningún complemento sacacuartos.
Y aquí viene el problema. Y es que empecé muy animada pero hoy por hoy estoy agobiadisima y tengo miedo de volver a la mala relación que tenía con comida-peso-culpa. Porque cuando empecé este proceso, era consciente de que estaba pasada de Levotiroxina (el tratamiento que te dan para el tiroides) ya que mi endocrina me la estaba reajustando. Y desde que me han bajado la dosis y he vuelto a tomar lo que mi cuerpo necesita, me he frenado y casi no pierdo nada de peso. Además, en una analítica me ha salido que tengo resistencia a la insulina y yo, la verdad, siento que no puedo más.
Mis amigas me dicen que no me desespere, que siga «comiendo bien», haciendo ejercicio, que aunque bajé 100g a la semana ya es algo. Y yo, que queréis que os diga, me dan ganas de mandarlo a la mierda todo. A ellas, a mí, al mundo. Que fácil es hablar cuando no es a una misma al que le pasan las cosas. Pasarte todos los días sin poder salirte del plan de alimentación saludable (porque si, la nutricionista es buena, no me mata de hambre y como más o menos de todo, pero no nos engañemos, cuando estás «a dieta», no puedes tomar ciertas cosas que te gustarían y más yo, que sé que el salirme un solo día de lo establecido me va a traer como consecuencia no adelgazar nada esa semana). El ejercicio también es duro, seamos realistas. Ojalá a todos nos gustase hacerlo pero la realidad no es esa. Yo lo hago porque se que es bueno para mí, pero no me entusiasma sentir que me ahogo y tener que estar poniéndome el inhalador del asma para poder seguir (esto es normal, ya he consultado con el médico).
Y nada, que llevo un mes que apenas pierdo nada, me siento presionada porque tengo que llegar a ese peso para poder comenzar el tratamiento de fertilidad y agobiadisima de nuevo por volver a entrar en la mía puta rutina que toda mi vida. Cuidado con lo que comes, no cojas peso, estás perdiendo poco, es tu culpa.
Siento la chapa que os he dado, pero necesitaba escribir esto porque no puedo gritar. Estoy harta. No puedo más. Yo solo quiero obtener resultados de mi esfuerzo y no los estoy obteniendo como el ha pasado toda mi maldita vida. De la impotencia que tengo necesito gritar, romper algo. Estoy volviendo a odiarme a mí y a la comida. Estoy volviendo a tener conductas toxicas. No quiero comer. Quiero gritar.