-Señor Morgestern, su nueva secretaria.
Mi nuevo jefe me mira y se que me reconoce cuando sonríe ladeadamente y pasea sus ojos por mi figura. Calorcito.
-¿Cassandra verdad?- pregunta dirigiendose a mí.
-Sí señor.-consigo decir despues de carraspear, aun que aun así mi voz salió un poco ronca.
El asiente aun mirándome y yo siento que me voy a desmayar o de vergüenza o por los recuerdos de aquella espléndida noche.
-Gracias Gerardo, puedes irte.- miro a Gerardo con horror mientras asiente y sale del despacho.
Bien, si voy a desmayarme rezo por que sea ahora, ya.
Mi jefe se siente en su gran sillón de jefe y juntando las manos sobre la mesa me mira. Luego de unos segundos sin moverme me indica que me siente frente a él.
Hago lo ordenado y me siento con las piernas cruzadas en una de las sillas que hay frente a su escritorio.
-Vaya sorpresa- retengo el aire cuando comineza a hablar- Te tenía mas por Lucy, quizás Allison, pero no imaginaba que sería Cassandra.-dice hechandose hacia atrás y poniendo la mano sobre su barbilla. Recuerdos…
-Yo le veía más como David o Michael no como Miles Morgestern- carraspeo dandome cuenta de mi atrevimiento- señor.
-¿Señor?- suelta una carcajada que me pone los vellos de punta- No parecias tan profesional aquella noche.
-Ni usted tan idiota- se que me estoy pasando peor nací sin filtros en la boca. Sorpendiendome el vuelve a soltar una carcajada.
-Eso era por que queria llevarla a la cama desesperadamente, señorita Nelson- mi respiración se corta cuando veo sus ojos oscurecerse. Manten la compostura Cassandra.
-Muy bonito señor- apoyo la libreta y el bolígrafo sobre mis muslos y su mirada se dirige allí- ¿Debería apuntarlo?
El sonríe mientras pasa la lengua sobre su labio inferior, luego de levanta y entro ligeramente en pánico. Rodea el escritorio y se apoya justo enfrente de mi cruzado de brazos.
-¿Crees en las casualidades?- me encogo de hombros sin daber exactamente a qué se refiere.- Yo si.
-¿Cree que el que yo haya comenzado a trabajar aquí sea casualidad?
-Curiosa casualidad ¿Verdad?
-Si usted lo cree…
-¿Puedes dejar de tratarme de usted?- pregunta frunciendo el ceño.
-Me temo que no señor.
En un rápido movimiento apoya sus manos en los apoya brazos de mi asiento dejando me así aprisionada entre el respaldo de la silla y sus ojos claros.
-Creo que vernos desnudos el uno al otro durante mas de dos horas da la suficiente confianza como para dejar estos formalismos ¿no?- sus ojos van de mis labios entre abiertos a mis ojos, igual que los mios.
Se acerca un poco más y llegamos a compartir el aire cuando por fin consigo cerrar los ojos y hablar.
-No si trabajo para usted- susurro. El deja de acercarse y se queda quieto durante unos segundos.
-Puede irse señorita Nelson. Le avisaré con cualquier cosa que necesite.- dice después de apartarse de golpe.
Me levanto temblorosa y salgo como puedo de aquel despacho.
¿Pero que acaba de pasar?
¿Ganas de mas?