Todas tenemos un pasado y, aunque a día de hoy estoy felizmente casada y tengo una criatura, también fui una chica soltera que vivía con dos amigas y que se lo pasaba estupendamente haciendo lo que le daba la gana, sin rendirle cuentas a nadie. 

Residía en Barcelona y, en una ocasión, me fui a comer paella a Valencia en un sube-baja vertiginoso y en otra salí a las cinco de la mañana de una discoteca directa a Alcañiz para ver una carrera de motos. He de aclarar, que me movía en ambientes de pasta, ya que trabajo en torno al deporte profesional y mis pagafantas no vivían en casa de sus padres con sueldos de becarios; eran tipos pudientes, de los cuales conocía sus intenciones y yo no veía nada de malo en lucrarme de sus esfuerzos por follarme. 

Ahí va mi experiencia con tres tíos y tres planes en menos de 24 horas, por si te sirve de inspiración. 

  

Ruta en moto y “esmorzar de forquilla” con tío nº1

De esto que te despiertas sin plan un sábado por la mañana. Miras tu móvil, tienes a tus rascadores oficiales que buscan pescar cacho y tú, sabiéndolo, decides aprovechar un poco la coyuntura. Te decantas por uno. En mi caso, el que tenía moto. Me apetecía una rutita. Tío nº1 parece encantado con tu propuesta y tarda menos de una hora en presentarte en tu casa, con casco de la ex incluido. 

La ventaja de ir en moto es que tampoco tienes que hablar mucho. Disfrutas del paisaje, del aire puro, te tomas un par de fotos para el postureo de Instagram y paradita a repostar. No en una gasolinera, qué va. En una Masía y con judías del ganxet con butifarra. Tras el paseo y el atracón, dos besos (en la mejilla) y un “te llamaré pronto” que le haga pensar que a la próxima ya caes. Pobre iluso.  

Tío nº2: merienda de chocolate y churros + paseo por el centro

Te has quedado tan harta, que no piensas en comer. Descansas un rato y ya pones el objetivo en la merienda. Como has pasado tanto frío en moto, se te antoja un chocolate con churros. Vuelves a usar tu móvil para localizar a Tío nº2, pero esta vez yo elegí uno que tuviese coche con climatizador. Acepta ipso facto, como no.

Acabas mojando un churro, pero no el de tu amigo. Entras en calor, pero con chocolate y no en su cama, muy a su pesar. Tras terminar la merienda, das un paseo con tu pagafantas por el centro que, en mi momento, estaba todo decorado de Navidad. Tuve la gran suerte de que mi compañero de tarde tenía que trabajar de noches, por lo que se retiró pronto y, aunque se ofrece llevarte a casa, decides quedarte. Él sintiéndose culpable por dejarte sola y tú ya tienes otro plan. 

 

Cena con Barcelona a tus pies cortesía de Tío nº3 con bonus de cine en hora golfa

Una vez más, toca tirar de los contactos del móvil. ¿Alguien disponible para cenar? Mejor aún, cena y cine, aunque también puedes incluir la variante de discoteca y bailes si no estás muy cansada. Yo no estaba vestida como para salir de fiesta, pero sí que me gustó la opción del cine. El Tío nº3 me recogió a la salida de El Corte Inglés de Ronda de Sant Pere que, ya que estaba por el centro y en Navidad, me animé a adelantar a alguna comprita. 

Tras ejercer de Paje Real, vas al restaurante que está en el Tibidabo, con Barcelona a tus pies y la tarjeta de crédito temblando. Afortunadamente, no la tuya. Después de la cena, marchas a la hora golfa de unos cines en Sant Cugat y para casa: “Uy, qué cansada estoy”, “Mi compañera de piso tiene un virus muy contagioso”, “Mi madre se está quedando unos días conmigo en casa”, “Mañana tengo que trabajar/estudiar temprano”, cualquier excusa es buena para no invitarle a entrar a consumar su objetivo; ojo, que si te apetece darte una alegría al cuerpo, “be free, my friend”.

Por mi parte, después de quitármelo de encima, ea, a descansar. ¡Menudo día! 

Anónimo