Mi vida ha sido un poco caótica estos últimos años, he hecho cosas sin saber qué estaba haciendo, he tomado decisiones vitales sin estar en mi sano juicio, creo que he vuelto medio loco a mi novio y mi madre ya no sabe qué hacer conmigo.

Todo ocurrió cuando él nos dejó, mi padre. Esa persona que siempre ha sido la que ha sostenido mi existencia, toda mi vida giraba en torno a él. He sido una niña de papá desde la cuna y ahora, con treinta y cinco años y ya sin él, sigo pensado que lo soy y que nunca podré dejar de serlo.

Se murió de repente y sin avisar, nadie lo esperaba. Un accidente de coche al volver del trabajo le quitó la vida a él y la luz a mí. Desde el momento en el que me dieron la noticia todo era oscuro, nada tenía sentido, solamente sabía notar su ausencia. Siete años después aún no sé cómo llevarlo, le echo de menos, cada maldito día que pasa. Dicen que el tiempo todo lo cura y yo no sé cuánto voy a necesitar para poder volver a dormir tranquila aunque sea un par de noches seguidas. Dios mío, como le necesito.

Entré en depresión, en una depresión muy profunda, una depresión que me inundó hasta las entrañas, que me caló hondo, tan hondo que no sé si algún día podrá irse del todo. Mi novio de toda la vida no sabía qué hacer conmigo, mi madre sigue diciendo que ella no ha podido pasar su duelo porque estaba más pendiente del mío. Y yo sé que es egoísta, que no puedo parar mi vida y la de los que me rodean por regocijarme en mi pena, en su ausencia, pero de verdad que no he sabido hacer las cosas mejor, de otra manera, con otra perspectiva.

Una noche de las tantas que me pasaba abrazada a mi pareja llorando en la cama tuvo una idea, a media voz me dijo ‘Sandra, ¿y si tenemos un hijo?’ Me incorporé y dejé de llorar ‘¿Cómo?’, ‘Lo que oyes, igual nos ayuda y nos devuelve la alegría. Los dos tenemos un trabajo fijo y estable, tenemos este piso y con la herencia vamos desahogados, quizá es lo que necesitamos para salir adelante.’

Aquella idea me llenó por dentro, esa era la solución, un pequeño al que ponerle Manuel y al que colmar de amor, alguien que me devolviera las ganas de existir, alguien a quien querer, alguien a quien cuidar, alguien en quien apoyarme.

En ese mismo instante empezamos a buscar a ese bebé, cada día hacíamos el amor de dos a tres veces, lo hacíamos con muchísimas ganas. Yo empecé a buscar en internet las mil fórmulas, secretos y milagros que existían en el mundo para que todo fuera lo más rápido posible y así fue, en menos de cinco meses ya estaba embarazada. Mi pequeño estaba en camino.

Al final no fue pequeño y fue pequeña, al final no hubo Manuel y tuvimos a Manuela, al final fui madre por perder a mi padre y no porque realmente quisiera ser madre y madre mía como me arrepiento de eso.

Quiero a mi hija, la quiero con toda mi alma y no la cambiaría por absolutamente nada del mundo, pero sí cambiaría los motivos por los que decidí traerla al mundo. Le pido perdón en silencio cada día por todas las cosas que he pensado de ella, por todas las veces que he pensado que quería coger la maleta e irme de casa y dejarla sola con su padre, por todas las veces en las que me he planteado que fue un error tenerla.

Son cosas duras de escribir, son cosas duras de pensar, pero son cosas más duras de sentir. Porque las sientes, es así, yo las he sentido y no por eso creo que sea peor persona. No sé si las pienso porque realmente yo no estaba preparada para ser madre, si es porque tapé una herida profunda con una tirita pequeña o si es que realmente a todas las madres del mundo nos pasan cosas así.

Había noches en las que no podía más, noches en las que solamente quería llorar porque echaba de menos a mi padre y ahí estaba Manuela, llorando y llorando sin parar porque quería comer y yo solo quería dormir. Me tenía que levantar para darle el pecho, pecho lleno de heridas y de contusiones, pecho cansado, pecho hecho polvo, pecho hecho a su dueña.

Y yo la miraba, llorando. La miraba y pensaba ‘¿por qué estás aquí? ¿por qué estás aquí tú y no él? ¿por qué yo te puedo disfrutar y él no te puede ver? ¿por qué?’ Es una sensación de mierda, de verdad que no se la deseo a nadie.

No sé ni si quiera por qué escribo esto, si es para desahogarme, si es para buscar consuelo o si es para que alguien me escriba en un comentario ‘tranquila, yo te entiendo, me pasó algo parecido’. Estoy cansada de hacerme la fuerte, estoy harta de seguir hacia delante cuando solo sé recordar el pasado, estoy desesperada ante la perspectiva de no volver a ver a mi padre nunca más.

Manuela es una niña feliz, la quiero con toda mi alma, pero hay días como hoy en los que pienso que no soy lo suficientemente buena, que ella se merece algo mucho mejor, que no estoy a la altura de lo que ese ángel se merece.

Ser mujer no es fácil, ser madre no es fácil, ser hija no es fácil. También es cierto que nadie me dijo que la vida fuera fácil, pero joder, a veces siento que me la han puesto en modo difícil y no sé cómo gestionarla.

 

Firmado por Verónica