Una de mis grandes pasiones en esta vida son las flores y las plantas, por eso cuando desafortunadamente me tuvieron que despedir del que hasta ahora ha sido el mejor trabajo que he tenido (en una floristería) todas mis buenas vibras y currículums iban para otras floristerías. Me hicieron encargada de una nueva floristería que por diversos motivos no llegó a cuajar y tuvo que cerrar después de un tiempo. Una vez metida en el mundo y con el mal sabor de boca de haber sido tan feliz en ese trabajo no quería salir de mi burbuja de flores. 

Aunque parezca mentira entrar en una floristería no es tan sencillo como yo me pensaba; normalmente son negocios que son familiares o que si no son muy grandes no hace falta mucho personal y el que tienen lo mantienen. 

Meses después de echar mi currículum por mil y una floristerías me llamaron de una. Ya por teléfono no me dio muy buen rollo, no me digáis por qué. Son esas intuiciones que desearía una estar equivocada pero como la mayoría de veces mi intuición (la muy cabrona) acertó. 

Total que voy con toda mi buena intención, mi sonrisa y con la mentalidad de que ese trabajo era para mi, que ya tenía todo hecho. Llego y me encuentro con un señor (más bien señoro) con un chaleco con la bandera de España, banderita a juego en la muñeca, mocasines y el pelo más repeinado que he visto en mi vida. No me quise dejar llevar por los prejuicios y me presenté. Evidentemente era el jefe de esa floristería y de primeras me echó una mirada de arriba abajo.

Yo pensaba que era por los tatuajes (la mayoría son flores y es algo que en estos tiempos incluso me pega con una floristería) pero más tarde descubriría que no era eso en lo que se estaba fijando. De primeras me preguntó la edad y que por qué ya no estaba en la anterior floristería. Se quedó con lo que quiso y empezó a dudar de mi profesionalidad asegurando que si yo era la encargada como dejé que esa floristería se fuera a pique. Como pude esquivé un poco ese tema y empezó a hacerme preguntas sobre plantas y flores (le dejé un poco con la boca abierta) y visto que por ahí no me iba a pillar me saltó con que ya que estaba formada en diseño gráfico y web que por qué no me ponía a hacerle una web desde Excel (cero sentido el señoro).

Yo flipando le dije que no, que no me iba a meter en esos fregados cuando el puesto de trabajo era de dependienta y no de diseñadora de nada. Alegando que mi puesto no sólo engloba el atender clientes, hacer encargos, llevarlos y mantener todo limpio quiso meterme por banda el tema de la web.

Lo esquivé un poco como pude y aquí llegó lo más gordo de la situación: me preguntó que si con mi edad tenía pensado quedarme embarazada. Aunque no puedo quedarme embarazada aunque quiera, ya esa pregunta me dejó un poco mal y le dije que no tenía pensado. La siguiente pregunta fue que si tenía pareja (que en ese momento la tenía) y que si tenía pensado casarme o me gustaba más ir de “flor en flor” (cuando lo cuento tiene gracia por el hecho de que es una floristería pero vaya, lo dijo con cero intención de chiste).

Las preguntas continuaron con un tono bastante despectivo y una mirada bastante altiva, preguntas del tipo: “¿tienes problemas en trabajar con hombres? Porque varios repartidores o compañeros son hombres y claro tú eres una mujer” o “¿vistes siempre con vestidos? Porque claro como te he dicho los compañeros no son tontos y teniendo pareja…” Con ganas me quedé de decirle a ese señor (por llamarlo de alguna forma) que yo visto siempre con vestidos y que envidia me debería tener, que mis compañeros no me tienen por qué mirar si son personas decentes y de este siglo, que amaba a mi pareja de ese momento y que no, no puedo tener hijos.

Hay algo que se llama educación y filtro en la cabeza y por eso mis respuestas no fueron tan contundentes. Como pude me fui de allí y enseguida quedé con unos amigos para contarles esta mala experiencia. A los meses me volvieron a llamar porque según él, le había gustado mucho mi entrevista, pero evidentemente y con mucha educación le dije que ese trabajo no era para mi y esperaba que no fuera para ninguna mujer.  No entendí como un lugar tan maravilloso (para mí) como una floristería tenía un dueño como ese ser y durante un tiempo mi mundo ideal de flores, plantas y cosas bonitas se vio afectado por este mal momento.

 

Sandra Regidor