Sí, yo también tuve que cancelar mi boda por el Covid, pero menos mal que lo hice…
Llevo muchos meses de infierno, pensaba que nada podía ir peor, llevaba diez meses organizando mi boda, mimando cada detalle, hablando con cada persona, buceando en cientos de webs para encontrar ideas, inspiración, pequeñas cosas que marcasen la diferencia y hacer de mi boda un día inolvidable para cada asistente.
Llevo con mi chico siete años, me pidió matrimonio hace doce meses, sabíamos cuándo nos íbamos a casar desde hace diez, la pedida fue preciosa, nos fuimos a Roma donde hicimos nuestro primer viaje de novios, reconstruimos cada rincón y descubrimos sitios nuevos, el último día me lo pidió justo en mi rincón favorito de la ciudad, Villa Medici, al atardecer. Igual el lugar pasa desapercibido a ojos de cualquiera, pero cuando yo lo pisé por primera vez sentí una paz dentro de mí que inmediatamente se convirtió en uno de mis lugares del mundo. Lo hizo tan bonito, me dijo cosas tan bonitas, me miró a los ojos tan bonito…
Soy una chica un poco ‘típica’ en cuanto al romanticismo, me encantan las cenas en restaurantes, las tardes de Netflix y palomitas, llevo una vida tranquila, mi vida de novios no es una montaña rusa, teníamos una estabilidad maravillosa metida en mi zona de confort en la cual estaba muy calentita, muy a gusto, muy tranquila y muy en paz. Hasta que.
Cuando a principios de año se empezó a escuchar lo del bichito a mí solo se me pasaba por la cabeza ‘por favor, que no afecte a mi boda’. Lo tenía todo tan calculado… Era boda, viaje de novios, mudanza al pueblo de mis padres, buscar bebé, tenerlo y dejarnos llevar con la educación de el/la pequeña/o. Si algo me ha enseñado la vida es que no hay que planear, no hay que calcular, no hay que tomarse las cosas como si todo girara en torno a una misma. Os prometo que llegué a pensar que la pandemia había sucedido solo para joderme los planes a mí, así de egoísta soy.
Pues mirad, no sé si es verdad o no, lo de que la pandemia ha pasado justo ahora para que mi boda no sucediese, pero después de dos meses de terapia os puedo decir una cosa con la boca llena: menos mal. Menos mal que no me casé, menos mal que no me mudé, menos mal que no me quedé embarazada. Tú crees que conoces a tu novio, que lo conoces demasiados años, que podrías describir hasta el último pelo que le sale en el dedo gordo del pie, que jamás haría algo para herirte, al menos no de forma consciente y de repente te enteras de que tiene una doble vida y que está con otra en la ciudad.
Literalmente tiene dos vidas, yo pensaba que esto era algo que pasaba en la época de mis abuelos o algo, de verdad que jamás me pensaría que esto fuera posible. Mi novio trabaja allí, es policía local, tiene un piso en la capital de su abuela y muchas noches se queda allí a dormir, sobretodo cuando tenía turnos imposibles (vamos, eso me decía a mí). No es que se estuviera tirando a otra, es que tenía otra novia, literal. Iban a desayunar, a comer, a cenar, TIENEN UN PERRITO EN COMÚN… Y lo peor de todo, yo no tenía ni la menor sospecha. Llamadme tonta, confiada o lo que queráis, pero es que ojalá lo conocierais, es la última persona que pensarías que puede estar haciendo algo así.
Me enteré porque al final el mundo es un pañuelo y Alicante muy pequeño. Lo vieron unas amigas de la uni haciendo un bruch en pleno confinamiento, le hicieron una foto, me la pasaron, yo empecé a preguntar, él empezó a no saber responder y cuando empiezas a tirar del mantel te encuentras con toda la vajilla de porcelana que te regaló tu bisabuela rota en la cocina.
No quiero hablaros de lo mal que lo pasé con cancelar la boda DOS veces, porque en principio nos íbamos a casar en junio, luego lo retrasamos a julio y finalmente la cancelamos de forma indefinida al ver que era inviable celebrar nada con esta situación que tenemos y mirad, menos mal, porque estoy completamente segura de que me hubiera dicho que sí, con la boca grande, la voz segura y los ojos limpios de culpa.
Hay que llevar cuidado, elegir bien e ir a terapia. Terapia lo es todo, qué hubiera sido de mí sin meses de psicología para entenderme y entender lo que me rodea.