Parece que era ayer cuando salía sin control, bebía a muerte y mi máxima preocupación era conquistar al crush del momento. Antes me acostaba maquillada como una puerta y la almohada aparecía como la paleta de Van Gogh. Ahora hago rituales de limpieza facial para dormir tranquila. Porque la belleza está en el interior, pero por si acaso hazte con un buen antiojeras. Porque empezarán a salirte ojeras del estrés, de la falta de sueño, de la vida en general… Antes dormías a pierna suelta y ahora compras valeriana para poder «dormir». Porque muchas veces duermes PERO NO DESCANSAS.
Y llega un día en que contestas los whatsapps que te llegan después de las 22:00 al día siguiente. Te tiembla un ojo del estrés. Te dan calambres follando. No pasa de repente. Es un proceso lento, que poco a poco te va llenando de nuevas manías, nuevas experiencias, nuevos problemas… Hasta que te encuentras de pronto poniendo las piernas en alto para los problemas de circulación, quejándote de lo caro que están los aguacates con señoras desconocidas o cogiendo con miedo los números de centralitas que te llaman al móvil. Amiga, te has hecho mayor.
Pocas señales tan definitivas de que te has hecho mayor como que te preocupa más saber a qué hora cierra el Mercadona que la tasca de enfrente, o que te haga ilusión ir a comprar al Lidl. Guardas una pila de medicamentos por si las moscas, tienes un cajón llena de cables inservibles y doblas bolsas que guardas en una bolsa más grande que es la bolsa de las bolsas. Tienes la tarjeta del Sephora, de Yves Rocher, del DIA, del Carrefour y del chino que te hace las uñas. Te vuelves crazy con cosas de cocina y almacenaje, compras velas aromáticas y serías más feliz si pusieran perchas en los baños públicos.
Dentro de esta fase hay gente que se pierde un poco hasta tocar las profundidades derivadas en el ahorro máximo o la seguridad absoluta. Son ese tipo de personas que se guardan los sobrecitos de Ketchup del Mcdonald´s y al ver muchas luces encendidas en su casa gritan «¿Qué soy, Fenosa?». Tampoco puedes decirles frases como «Quedamos por Malasaña entre las 9 y media y 10». Necesitan un momento temporal preciso y coordenadas GPS para salir de casa.
A otras personas les da por el modo pasota, como a mí. Que mido la dificultad de las recetas en utensilios a ensuciar. ¿Olla -Y- sartén? NO ME INTERESA, GRACIAS. Tampoco me hace gracia la gente que cuenta problemas, o eventos donde me acabo preguntando a mí misma ¿Pero a mí qué coño se me ha perdido aquí? Así que estoy convencida que algún día seré una vieja loca gruñona, que no quiere que nada cambie y se aferra al pasado, que se cuela en el súper y enseña las fotos de sus nietos a la farmacéutica, y que se orina un poco durante los discursos largos. ¿Sentiré atracción por las obras también?
Hacerse mayor en el fondo no es tan malo. Tenemos que agradecer que a diferencia de las nuevas generaciones, nosotros no tenemos que llevar un número al final de nuestro usuario porque ya está todo cogido. Y aunque lo malo de cumplir años es que se te caen las tetas, lo bueno es que también se te caen los miedos. Y te une a tu generación un sentimiento muy profundo cada vez que sales: Huele a pubertad ahí fuera.
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@LuciaLodermann
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