Sí, me van los rollitos místicos, no lo puedo evitar. Pero os prometo que, en el fondo, soy una persona muy analítica y siempre intento buscar la explicación lógica de todas las cosas que me pasan, por muy raras que parezcan a priori. No obstante, esto que me pasó hace unos meses, no sé todavía muy bien cómo explicarlo. Os cuento. 

Estaba separada y vivía con mi hija pequeña de casi dos años. Esa noche solo estábamos las dos en casa porque, aunque tengo un perro, en ese momento estaba en la casa de mi ex. No había nadie más en casa, lo repito por si aca.

No sé qué hora sería, pero estábamos durmiendo las dos en mi cama (bendito colecho para dormir toda la noche del tirón y tal, la verdad). Hacía frío por lo que estábamos tapadas con el edredón.

Llegado un momento de la noche, noté que alguien me tapaba y también que se sentaban a mi lado en la cama. En ese momento pensé que era mi perro que se había subido a la cama. Pero en cuestión de segundos dije para mí misma “un momento, si mi perro no está en casa”.

No quise abrir los ojos porque estaba a punto de que me diera un ataque de pánico. Quizá todo esto pasó en dos segundos, muy probablemente fuera así, pero yo sentí que pasaban años. No sabía qué pensar, no sabía si encender la luz, si gritar que estaba despierta, no sabía si alguien había entrado en casa o qué sé yo.

De pronto dejé de sentir ese peso a mi lado de la cama y sentí como una paz total. Tal como había venido el miedo, se fue. Y me disponía a prepararme a dormir de nuevo cuando mi hija hizo algo raro.

Ella estaba durmiendo tumbada boca arriba. Solo hizo un pequeño ruidito, pero supe lo que venía casi como si alguien me lo hubiera chivado y la puse de lado. En ese momento, mi hija vomitó sobre la cama (y parte de mi pelo y, en fin, por todas partes). La cogí en brazos para calmarla porque se había puesto a llorar por el susto y la cambié y lavé un poco, cambié las sábanas y me limpié como bien pude.

No le di mucha más importancia y nos volvimos a dormir. A la mañana siguiente madrugamos más que de costumbre para poder ducharnos antes de ir a la escuela infantil y el trabajo. Y cuando habíamos salido de la ducha tenía un mensaje de mi ex. Antes de leerlo yo ya notaba “algo”. Me dijo que había pasado algo. Finalmente me contó que su abuela había muerto. 

  • ¿Anoche, verdad?
  • Sí, fue anoche, ¿cómo lo sabes? – Me dijo él.

En ese mismo momento, mientras le contaba lo que había pasado con la peque, me vino a la cabeza un pensamiento de la nada: ¿qué habría pasado si yo no hubiera estado despierta para poner de lado a mi hija y que no vomitara estando boca arriba?

Me pasé toda la mañana malísima pensando que se podía haber atragantado y asfixiado y yo ni me habría dado cuenta y mil cosas del estilo (la maternidad es lo que tiene, lo siento). Hasta que en el trabajo acabé contándoselo a una compañera que, muy segura, me dijo: “tía, la abuela ha salvado a tu hija, fue a despedirse y te avisó”. Con eso se me fue toda la preocupación y, de nuevo, sentí paz y calma.

Yo no sé vosotras qué pensáis, pero yo prefiero quedarme con esta idea para siempre. Gracias, abuela.

La de siempre