Después de mi gran aventura con el chico de los mejillones llega: «Yo queriendo impresionar a mi familia política». Está claro que yo hasta que no consiga que me hagan un reality con mis follodramas no me quedo tranquila y es que mi vida da para mucho drama, pero así soy yo, hay que quererme.

Estaba yo teniendo sexo del bueno con mi señoro de aquel momento (que luego me puso los cuernos durante una semana, pero eso ya es otra historia) aprovechando que su familia había ido a pasear al perro y que casi nunca teníamos intimidad para practicar el noble arte de hacer bebés.

Después de terminar, una que es muy fisna pues le hace un nudito al condón, lo envuelve en papel y se prepara para tirtarlo en alguna papelera de forma disimulada, y eso hubiera hecho si la hermana de mi querido novio no hubiera abierto la puerta de par en par.

Menos mal que estaba vestida y que me dio tiempo de reaccionar y de guardar el condón dónde buenamente pude, osea, mi pobre bolso.

A esto que entra también la madre (la que faltaba) y nos invita a un asador pijete de la ciudad a comer y claro, una como buena gorda que es pues no puede decir que no. A todo eso yo con mi condoncete en el bolso fermentando, que a este paso sí que íbamos a tener bebés de verdad.

Aquí tengo que ser sincera y decir QUE SE ME OLVIDÓ que tenía el condón en el bolso. Me puse a hablar con mi suegro de política y claro, yo entre Rubalcaba, Sáenz de Santamaría y Rajoy pues ME EMOSIONO FUERTE.

Y en una de estas debí meter la mano en el bolso para sacar el móvil y se me quedó pegado el condón en el jersey y yo  pues seguía ahí jappy flowers intentando solucionar el panorama político de España con mi novio el pobrecico más blanco que la teta de una monja, haciéndome señas que yo pensaba que le estaba dando un Ictus al condenado.

Pero vamos, que yo a lo mío, metida en la conversación como la que más. Hasta que el camarero me pone mi filete de vaca con patatas, que por cierto, recomendadísimo, pero no os digo el nombre porque si vais, seguro que han puesto una foto mía ampliada en la puerta del restaurante y yo bajo la mirada para coger el tenedor y me veo el condón ahí flácido, pegado a mi antebrazo, medio encima de mi ración de patatas.

Y claro, a ver con qué cara despegaba yo un condón usado de mi jersey de lana delante de mi novio ya en fase terminal, mis suegros, el camarero y toda la terraza del asador más pijo de la zona. ¿Por qué no se te cae el techo encima cuando lo necesitas?

Como pude y con toda la delicadeza de un manatí haciendo ballet intenté quitarme el puñetero condón. ¿Se dieron cuenta? Sí. ¿Me lo dijeron? GRACIAS A DIOS NO.

PD: Menos mal que dos meses después lo dejé.

 

Anónimo

 

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