En días aburridos de verano como hoy me acuerdo de Paula, una de mis mejores amigas de la adolescencia. Era una chica lista, segura de sí misma (o eso parecía) y con un donde la palabra que no he visto en nadie, y yo… Bueno, yo no era precisamente una persona con mucha autoestima. Era tímida y muy inocente, y a veces Paula se cachondeaba de mí.

Hacía bromas que nunca me hicieron gracia, aunque al principio las pasé por alto. Con el tiempo empecé a pedirle que parase, pero ella me decía que todo era desde el cariño. ¿Cómo es posible burlarse de la inteligencia, la personalidad o el físico de alguien de forma cariñosa? De todos modos Paula era tan carismática que yo lo toleraba.

Poco a poco fui ganando confianza en mí misma y empecé a “hacerme valer”. Fue entonces cuando me adentré en un círculo vicioso. La dinámica era la misma: Paula me hacía algún feo, yo le decía que me había sentido dolida, me pedía perdón y volvía hacerlo. Aguanté durante años hasta que en la universidad nos distanciamos. 

Nos enseñan desde que somos pequeños la importancia de pedir perdón y, sobre todo, perdonar. Ahora, 10 años después, he comprendido que hay ocasiones en las que no debo hacerlo. Si una y otra vez me están haciendo daño, ¿por qué debo ceder y tolerarlo? Creemos que la palabra “perdón” es como el Oculus Reparo: una frase mágica que repara las gafas de Harry Potter o, en este caso, cualquier daño. La soltamos como quien dice “hola” y todo arreglado. Después podemos volver a tirar la piedra y así es el ciclo sin fin. Pues no, amigos, las cosas no funcionan así. 

Si coges un espejo y lo tiras al suelo rompiéndolo en mil pedazos, puedes pedirle disculpas e intentar juntar todas las piezas, pero seguirán viéndose las grietas y las marcas en el reflejo. Habrá piezas que no encajarán y otras que se habrán perdido. Es inevitable, sobre todo cuando tiras una y otra vez el espejo contra el suelo. Así son las relaciones sociales.

Ya no soy una niña y me he dado cuenta de que estoy en todo mi derecho de no perdonar cuando hacerlo sólo aliviará la conciencia de la persona que me ha hecho daño. Debemos actuar con madurez y ser conscientes de que una disculpa sin ningún atisbo de cambio, simplemente es una forma de manipular a las personas. Yo por eso ya no paso.

 

Redacción WLS