Antes de que pienses que este post te va a hablar sobre los beneficios del yoga cual artículo promocional, déjame decirte que estás muy confundida. No te voy a intentar convencer de absolutamente nada ni tampoco voy a acabar recomendándote desayunar un yogur con semillas de chía cada mañana.
Pues bien, acabo de pagar mi primera mensualidad después de que desde Weloversize me propusieran el reto de apuntarme a Yoga.
Probablemente si hubiese tenido que salir de mi lo de apuntarme a clases de Yoga, hubiera pasado olímpicamente. ¿Por qué? Pues porque sentía que eso no era para mi por las siguientes razones:
- Una amiga mía se tiró un pedo vaginal en clase de Yoga y tengo trauma.
- Hay que tener elasticidad y yo soy más bien una especie de tronquito con patas.
- No es para gordas.
- Si hago deporte que sea algo con lo que adelgace; no Yoga, que ahí no se queman calorías.
- Me parece un coñazo y fijo que me aburro.
- Yo paso de clase grupales en las que tenga que seguir el ritmo de nadie, ¡qué angustia!
No os voy a mentir ni a deciros que ardía en deseos al principio; tenía que madrugar y encima no me pillaba cerca de casa; pero chica, había algo dentro de mí que decía: «Venga Bea, por probar que no quede«.
Así que acepté, rescaté mis leggins del armario y me planté a las 8 de la mañana en la shala. «Verás el espectáculo que monto«, pensé. «O salgo con lumbago o me rompo una pierna intentando hacer el pino puente, una de dos».
Pues bien, un mes después, tengo todas las partes de mi cuerpo intactas (alguna que otra agujeta sí que tengo, es verdad) y soy más feliz que nunca.
¿Qué como puede ser eso? Pues porque no podía estar más equivocada en mi planteamiento inicial. Ni el Yoga aburre, ni es para mega elásticos ni mucho menos está hecho solo para relajarse un rato.
Puede que haya tenido la mayor suerte del mundo mundial y que haya dado justo con lo que yo necesitaba pero os juro que ha sido una experiencia perfecta.
El primer día, Úrsula, mi súper profe, me explicó que el tipo de Yoga que íbamos a practicar se llamaba Ashtanga y que era un tipo de Yoga mucho más físico; yo evidentemente no sabía ni que había tipos de Yoga; así que me pareció estupendo.
La shala era una pasada. Era como un rinconcito perfecto donde desconectar de todo el barullo del centro de Madrid; además de que llevaba poquito tiempo abierta y estaba todo nuevísimo y reluciente. Recuerdo que según la ví pensé, «ay que agustito se está aquí«.
La cosa cambió cuando me enseñó una hoja con mil millones de posturas que me parecieron imposibles y una especie de poesía en sánscrito o algún idioma parecido, que me decía que me tenía que aprender. Os juro que me dio la risa y pensé: «virgen santa, todo me suena a chino y a que es complicadísimo, pero allá que vamos«.
Así que mis leggins , mis kilos, la esterilla y yo empezamos la aventura con más miedo (por aquello del pedo vaginal) y vergüenza que otra cosa, pero con la sensación de que íbamos por el buen camino, de que aquello podía molar y de que no sabía muy bien por qué pero aquel lugar me hacía sentir como en paz, me daba buen rollo y me apetecía quedarme.
Un mes más tarde hago balance de mis pensamientos y me doy cuenta de lo atrevida que es la ignorancia.
No es para gordas.El yoga es para todos los cuerpos, es perfecto porque se adapta a tus necesidades y tan solo te pide aquello que tú estés preparado a darle. Encontrar una profesora como Úrsula que sepa ver tus límites y tus posibilidades es una gozada así que si te encuentras con una profe rancia que te presiona huye corriendo de ahí.Me parece un coñazo y fijo que me aburro.El yoga no aburre siempre y cuando te lo tomes en serio. Es un proceso lento, es verdad, y está claro que igual no es para todas las personas; lo mismo lo tuyo es más hacer spinning a ritmo de reaggeton, lo mío desde luego no. A mi me ha servido para desconectar del ritmo de vida frenético que llevaba, a poner un punto y coma los lunes y los miércoles y a coger el día con más energía. Te hace ser consciente de tu propio cuerpo, te evade y focaliza tu mente en aquello que es realmente importante en ese ratito de desconexión, que no es nada más y nada menos que tu propia persona.Si hago deporte que sea algo con lo que adelgace; no Yoga, que ahí no se queman calorías. Con el Yoga se suda, se queman calorías y se activa desde el cuerpo a la mente. Os juro que estoy descubriendo músculos que no sabía ni que existían, que hacía años que no tenía las agujetas que tuve después de la primera sesión. Además, yo soy un poco como María Escobedo, que lo de ir al gimnasio no es lo mío y que quitando el judo, que me flipaba pero me lesioné, no había encontrado ningún deporte que me motivase; si lo hacía era porque no me quedaba otra.Hay que tener elasticidiad y yo soy más bien una especie de tronquito con patas.Sigo siendo un poco tronquito, no os voy a negar. La única diferencia es que ahora soy un tronquito un poco menos rígido. Me queda muchísimo por trabajar pero ahora siento mi cuerpo mucho menos pesado y acartonado. Os juro que salgo de clase de Yoga sintiendo que peso como 50 kilos menos.Yo paso de clase grupales en las que tenga que seguir el ritmo de nadie. Tú marcas tu propio ritmo. Las clases a las que voy yo son estilo Mysore que viene a ser prácticamente que cada persona realiza su propia práctica individual así que cero presiones. Úrsula, la profesora, me va marcando las posturas y yo las voy realizando como y cuando buenamente voy pudiendo. Maravilla de método por muchas razones, entre otras porque no te comparas con nadie, no te agobias, eres más consciente de tus avances y no te desesperas porque no eres capaz de seguir el ritmo de la clase. ¿A cuántas no os ha pasado eso en el gimnasio eh?Una amiga mía se tiró un pedo vaginal en clase de Yoga y tengo trauma. Todavía no me he tirado ningún pedo vaginal. Crucemos los dedos.
No os voy a decir que el Yoga me haya cambiado la vida, porque todavía no estoy en ese punto pero sí os aseguro que me ha hecho mucho más feliz. Tampoco te voy a decir que sea la práctica de tu vida, pero lo que sí me voy a permitir decirte es que si por algún casual se te pasa por la cabeza alguno de los pensamientos que yo tenía (pedo incluido) te dejes de historias y vayas a probar. Al fin y al cabo la mayoría de las veces son nuestros propios miedos y prejuicios los que nos impiden descubrir y disfrutar las cosas chachis de la vida.
Ni que decir tiene, que si eres de Madrid no vas a encontrar una shala mejor que de la que te hablo. Prometo que no es peloteo para que Úrsula no me haga hacer 10 veces el perro sentado, es que mola mucho, muchísimo. Encontrar un entrenador/profesor/llamalocomoquieras que se adapte a tu ritmo y te entienda es muy complicado y cuando das con él mueres de amor por dentro. Así que si os pica la curiosidad y queréis probar o si estáis hasta la coronilla de vuestros profes rancios o gordófobos, poneros en contacto con ella y animaros a probar un día.
Nos vemos en la shala! ;)