La verdad incómoda: nunca podré ser tan increíble como mi pareja

 

Estoy en una edad en la que cumplir las expectativas de la gente ya no es una de mis prioridades. No lo tengo ni en la lista siquiera. Soy lo que soy y como soy. Al que le guste, bien. Al que no le guste… pues que le eche azúcar. Yo ya no pienso cambiar ni tratar de entrar en el molde de nadie.

Ahora bien, que lo tenga tan claro no quiere decir que no me disguste comprobar que no llego, que no cumplo con lo que los demás esperaban de mí. Y eso, últimamente, me pasa un montón.

Desde hace un par de años, cuando nos mudamos a una nueva ciudad, siento que no dejo de fallar. La culpa es mía, soy consciente, pero en cierto modo no puedo evitar culpar a un tercero… Porque lo que pasa es que mi pareja es tan genial, que no puedo estar a la altura y la peña se decepciona. Qué fuerte.

 

Entiendo que suena a paranoia, no obstante, juro que es verdad verdadera. Lo tengo más que comprobado. Es posible que haya oído algo, incluso… Y también he leído mucho entre líneas.

El caso es que es así. La gente tiende a asumir que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición. O como se diga. Por lo que se creen que la mujer de ese hombre que tan bien les cae, debe ser muy parecida a él. Y luego me conocen a mí. Y va a ser que no.

 

La verdad incómoda: nunca podré ser tan increíble como mi pareja

 

Esto no sería tan problemático si nos conocieran al mismo tiempo. Lo que ocurre es que, por nuestros horarios laborales, el que hace más vida en el barrio y en el cole, extraescolares y demás es mi marido. Yo soy la que llega tarde a casa, la que cuando va al cole no sabe por qué puerta salen mis hijos y la que no se queda a tomar el café con los demás padres cuando es ella la que los recoge al acabar el entrenamiento de fútbol.

Mi pareja es el que hace todas esas cosas la mayoría de las veces, por lo que es él quién se relaciona con nuestro entorno. Y, además de ser el progenitor más disponible, es el miembro más sociable, simpático, carismático, chistoso, empático y (no nos engañemos) el más quedabién de los dos.

Mi pareja es tan genial que no puedo estar a la altura y la peña se decepciona
Foto de Pavel Danilyuk en Pexels

Así que, cuando por un azar del destino, porque ese día libro o porque estoy descansada y de buen humor y me apetece unirme a la quedada en el burger de los viernes después del partido de los chavales, la peña ve quién y cómo soy y… no le gusta.

No les gusto porque, comparada con mi churri, yo soy un mojoncete con pelo. Tengo mis cualidades, no es esto una cuestión de falta de autoestima. Pero soy lo contrario a él. Yo soy más callada, introvertida, seria… Y mucho menos todo lo genial que es él en el ámbito social, en resumidas cuentas.

 

La verdad incómoda: nunca podré ser tan increíble como mi pareja

 

No pasa nada. Si todos fuésemos esos maravillosos seres de luz como mi pareja, el mundo sería un lugar aburridísimo. Pero, por favor, conocidos y personas con las que tenemos esa relación que es más que ese saludo de cortesía y menos que una amistad, no me presionéis. Ni sufráis cuando os dais cuenta de que soy un poco ñu. Mi cari me quiere y es feliz conmigo, eso es lo importante, ¿verdad?

 

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