La cachondina se llamaba la mierda esa que me metieron, hasta el nombre es vulgar, el nombre científico es yumbina, que tampoco es que sea precioso, pero qué esperamos.

Esto pasó hace años y no tuvo consecuencias más allá de mala leche y un cabreo de cojones, por eso lo cuento, digamos, de forma liviana, pero en serio, es preocupante que estoy volviendo a escuchar que hay casos y me pongo de los nervios.

Lo mío fue una broma muy pesada entre amigos y solo quedó en eso. Al ser gotas, es súper fácil echarlo en la bebida y si estás entre amigos o medio pedo, pues eso, descontrol porque se supone que te relajas, por aquellos tiempos no era normal que las tías fuésemos drogadas con la bebida. No solo nos afecta a las mujeres, ellos también se ponen igual de cachondos.

Luego lo de siempre, no deja rastro, tú no te acuerdas de nada, pero tampoco has opuesto resistencia porque no has perdido el conocimiento ni nada parecido. Con lo cual a efectos legales aún es mejor que la burundanga. Un primor vamos.

El caso es que con 18 años y aprovechando el momento este de permisión de año sabático, el puente entre el instituto y la universidad y bla bla, organizamos entre unos cuantos un viaje a Berlín, aquello prometía ser una salvajada, pero dentro de cierto control. Éramos siete, tres amigas y cuatro amigos, alquilamos una casa por medio de los padres de uno que vivían allí. No parecía nada peligroso.

La primera noche fue de toma de contacto con todo y aparte del pedo de rigor, poco más, el día siguiente lo dedicamos a recorrer un poco la ciudad cual turistas y el plan era por la tarde de nuevo emborracharnos en casa y luego salir a algún bar de esos chulos. 

Empezamos a beber, yo comencé a sentir mucho calor, era octubre creo recordar, pero si la calefacción estaba encendida o no, ni idea. Total que mis amigas también tenían calor, nos fuimos despojando de ropa, ellos igual. Luego pensando, sus risas eran sospechosas, pero entre el alcohol y que se supone que eran nuestros amigos de clase, nadie iba a sospechar nada. Que tonta no era, porros y pastillas había consumido, pero voluntariamente, estos niveles se me escapaban del todo.

En nada nos quedamos desnudos todos, no recuerdo mucho, estar excitada y liarla parda supongo, sexo, pero sin disfrutarlo. Todo se quedó como en una nube, nunca tuve sensación de peligro, pero hice cosas que no hubiera hecho sin esa mierda.

Por suerte, ninguna nos quedamos embarazadas, que con la que debimos liar, ya bastante fue. Y por aquél entonces tampoco teníamos tanta vida sexual como para tener problemas de contagios. Pero no estuvo bien.

A la mañana siguiente la resaca fue mortal y rara, porque ni entre todas conseguimos saber qué coño hicimos. Los chicos se lo tomaron a cachondeo, total había confianza, sí, pero tanta no y menos de esas formas.

Nos cabreamos, porque los chicos sí lo sabían todos y el resto del viaje fue bastante incómodo, vete tú en Alemania en los 90 a buscar tres píldoras del día después a una farmacia.

Les cayó una buena bronca por parte de todas, admitieron su error y lo peor es que ni entre todos, logramos completar el puzzle de la orgía que nos debimos correr y de la cual, encima, no nos acordamos. Penoso.

La vuelta fue igual de tirante que los días que pasamos allí, al día siguiente las tres tontas fuimos a una farmacia lejana, lo más lejana posible a por tres test de embarazo, que por supuesto abonaron ellos. Por suerte no hubo consecuencias, más allá de las que nos hicieron sentir.

Nuestra amistad, a la mierda, después de aquello, era verlos en un bar y darnos la vuelta a otro, perdieron nuestra confianza absoluta. Lo bueno, que a partir de aquella cagada me volví una psicópata con estas cosas y no he vuelto a tener que pasar por nada parecido.

Espero que esta historia, lamentable, sirva de lección para todas.

Anónimo