UNPOPULAR OPINION: NECESITO UN RATO SIN MIS HIJAS

Y sin mi marido. Por favor, también sin mi marido.

Qué os voy a contar a las que seáis madres. Que sí, que a mis hijas las adoro, que son lo más grande de mi vida y que las quiero más que a nada en este mundo, que no son tópicos, que es verdad que daría mi vida por ellas. Pero, ¡ay, Señor! ¡Qué descanso cuando se van a casa de la abuela un rato!

Y que sí, que a mi marido también lo adoro, que me gusta mucho pasar tiempo con él (que por algo me casé con él). Pero ¡qué alivio quedarme sola! Ni tiempo en pareja ni leches, eso lo dejo para otro día. Necesito silencio, necesito dedicarme a mí, a depilarme esos pelos de yeti que tengo últimamente, exfoliarme, ducharme sin tener que cantar canciones tontas para que el bebé aguante sin llorar mientras me enjuago el pelo, ponerme mis cremas, o simplemente ver lo que me salga del toto en la tele espatarrada en el sofá hinchándome a las marranadas que no dejo comer a mi hija y que se piensa que no tenemos. Este momento es para mí, y no quiero hablar con nadie. SOLA. 

SO-LA.

Y es que eso es así, y la que diga que no agradece esos ratitos, miente como una bellaca (o es una madre más paciente que yo, pero prefiero pensar que lo mío es normal, que bastante mal me siento ya como para descubrir que sí existen esas madres incansables). Que está en juego mi salud mental. Tanto tiempo soñando con oírles decir «mamá» por primera vez, y ahora hay días en que pienso que si oigo la palabra «mamá» una vez más me daré cabezazos contra la pared.

Quiero creer que les pasa a más mujeres, porque la verdad es que hay momentos en que me siento mala madre. Me encanta estar con ellas, planear actividades juntas, jugar, cocinar, leer cuentos y lo que se nos ocurra, pero cuando llevan tooooodo el día hablando y gritando sin parar, siento que o me relajo un rato o la que va a acabar a grito pelado soy yo. 

Yo creo que el sentimiento de culpa es como un diploma que te dan al ser madre. Sales del paritorio con un bebé en brazos y una predisposición ya anclada a ti a sentirte culpable por cualquier decisión que tomes a partir de ese momento. Y que la idea de maternidad que nos venden desde pequeñas es una mamá sonriente con el delantal puesto con sus niños abrazados a sus piernas. Cuando se abrazan a las mías lo único que me sale decir es «¡soltadme, coño, que nos caemos!».

Eso sí, el alivio que siento cuando salen por la puerta no es tan grande como la alegría de volverlas a ver entrar más tarde. Que con las pilas cargadas todo se afronta de otra manera. Y que, aunque a veces den por saco, mis niñas son lo más grande de este mundo.

 

María DL

 

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