Usó las fotos de su hermano para enamorarme y esto fue lo que pasó

(Relato escrito por una colaboradora basado en la historia real de una lectora)

 

A todas se nos ocurren cosas muy cuestionables para ligar. Una amiga se perdía intencionadamente en la discoteca para encontrarse “por casualidad” con el tipo que le gustaba, y nos pedía que no la buscáramos. Él la acababa acompañando a su casa cuando se iba, porque las cabronas de sus amigas se habían marchado sin ella. 

Yo me aficioné durante 20 días a la música metal. Llegué a darle un paseíto en coche a mi crush, y él pudo escuchar todas las canciones que había compartido en Tuenti los meses anteriores. Pensaría que compartíamos gustos. Pero, como pasó de mí, pude volver al pop y a la música latina tranquilamente. 

Puestos así, estos actos parecen muy patéticos, pero cosas peores se han visto. Como lo que me pasó a mí.

  • Ligando con fotos del hermano

Instagram ha facilitado mucho el flirteo. Ahora no hay que andar con bailes de cortejo, aunque la red también tiene su protocolo: te sigo para mostrarte interés, y entiendo que estás receptivo si me devuelves el “follow”. Si intercambiamos algún “Me gusta”, ya podemos empezar a hablar. 

Fue lo que hicimos en este caso. Vivimos en una ciudad muy pequeña, así que pensé que lo había visto alguna vez. Probablemente en algún lugar, pero no recordaba que tuviéramos en común a nadie. Además, cuando recién empiezo a hablar con alguien, evito decírselo a mis amigas. Porque me cosen a preguntas y opinan indiscriminadamente. 

Las historias de Instagram que compartía donde se le viera físicamente siempre las publicaba para mejores amigos. Si estáis en la red social, sabréis distinguirlas porque, en lugar de estar rodeadas por un círculo rojo, lo están por un círculo verde. Y yo pensaba: “¡Qué majo! Ya me ha puesto en mejores amigos”. En las que publicaba para todo el mundo, nunca salía él. Siempre eran las típicas fotos de paisaje con canción, de la taza del café o del ordenador portátil. 

Hablábamos durante horas sobre nuestras vidas y obras: que si los estudios, que si el trabajo, los amigos, los sitios donde salir, lo que nos gustaría hacer… Lo típico. Alguna vez me animé a enviarle alguna foto del momento, casi siempre tirada en la cama y con algún filtro. Y él también me envío alguna. Me llamaba la atención que apareciera tan vestido y posando, como en una foto normal que publicas en redes, y no algo tan espontáneo como lo que yo le enviaba a él. Pero tampoco le di mucha importancia. 

Yo sentía que conectaba con él y, lo poco que había podido ver de su físico me gustaba: moreno, con el corte degradado que ahora llevan todos, algo de barbita y cuerpo moldeado en el gimnasio. Porque el tío llegó a compartir fotos en el gimnasio también. 

 

En fin, que me iba atrapando, pero cuando le sugería desvirtualizar me contestaba con evasivas

  • Un encuentro desastroso

Hay secretos que tienen muy poco recorrido como tal en una ciudad pequeña. Algo muy obvio, pero que se olvida con frecuencia. 

Un domingo de tardeo estaba con mis amigas en una cafetería que se pone bien los fines de semana. Estábamos sentadas en una mesa de la terraza, junto a otra mucha gente y, de repente, lo veo en una mesa alta pegada a la pared del local con otros tres tipos. Me puse nerviosa y me quedé mirándolo, dudando: “¿Es él o no?”. A ninguna de mis amigas les había hablado sobre las conversaciones con él, así que no podían sacarme de dudas. 

Estaba deseando acercarme, pero no sabía cómo, así que me dediqué a estudiar disimuladamente sus movimientos. Vi que entró dentro solo, y yo aproveché para levantarme con la excusa de pedir algo. Conseguí que nos cruzáramos cara a cara, pero me quedé helada cuando vi que él no me devolvió la radiante sonrisa que le dediqué. Pasó a mi lado, sin más, emitiendo una mueca. Y fue tal mi decepción que le dije:

 

Juan, ¡Juan! ¿Qué haces? ¿Ni me saludas?

Se volvió extrañado, me miró durante unos instantes y me dijo:

-Yo no soy Juan. Te has equivocado de persona. 

Total, que me volví con mis amigas rumiando la decepción y la confusión. Incluso los malos pensamientos, porque yo ya me estaba montando la película de que el tío había disimulado porque yo no le gustaba físicamente, o porque nunca le interesó verme en persona y por eso rehuía mis vagas propuestas de desvirtualizar.

Estaba tan rayada que una amiga se dio cuenta y me preguntó qué me pasaba, así que fui directa. 

-Tía, no preguntes, ya te contaré. Pero, ¿tú crees que este chaval es aquel de allí?

Le enseñé siete u ocho fotos del tío y ella me dijo que sí, que le parecía él. Le conté la historia: que llevaba unas semanas hablando con él, que le había sugerido de quedar y me había dado evasivas, y que ahora me había ignorado deliberadamente y en mi puta cara

No nos dio tiempo a lanzar nuestras teorías al respecto porque, de repente, veo que está en línea. Bueno, había alguien en línea en la que cuenta desde la que me hablaba, pero él seguía a su bola con sus amigos ¡sin tener el móvil en la mano!

  • El plot twist

A través del chat de Instagram, el muy cabrón me preguntó que cómo llevaba el domingo. Yo estaba cada vez más confundida, así que le pregunté directamente cómo tenía la desfachatez de hablarme cuando acababa de saludarlo y había pasado de mí. Vi que estaba escribiendo, pero nunca llegó a enviar nada. Se hizo el silencio, yo le insistí y, al final, ¡me bloqueó de todo!

No sé decir si estaba más confundida que cabreada, pero sí sabía que tenía que resolver el misterio. Así que, por fin, conté en mi grupo de amigas lo que me había pasado e iniciamos juntas la investigación. Dimos con el nombre y la cuenta de Instagram del chico al que pertenecían las fotos, el que yo había saludado en la cafetería. Así que, ya ni corta ni perezosa, le envié un mensaje privado. 

“Hola. Soy Ana, la chica que te saludó el otro día en el Utopía y que te a ti pareció que se había confundido. No es que me confundiera, es que la cuenta de Instagram @xxxx está suplantando tu identidad. Me ha estado enviando fotos tuyas”.

Escrito lo anterior, envié las fotos y capturas de pantalla que ilustraban lo que decía

Me contestó horas después: “Es la cuenta de mi hermano”. 

Me quedé petrificada y até todos los cabos sueltos. Simplemente, el tío había estado utilizando fotos de su hermano para ligar conmigo. Quise cantarle las cuarenta, pero, como me tenía bloqueada de todo, me quedé con las ganas. 

Como no iba a obtener respuestas por su parte, le hice las preguntas al hermano suplantado, para que me contara qué había pasado exactamente y cómo se sentía. Largó lo más grande sobre su hermano, me contó movidas similares con él y me explicó que hacía años que su relación no era demasiado buena. Una cosa llevó a la otra, seguimos hablando y, ¿a que no sabéis quién sí ha querido desvirtualizar muchas veces conmigo?

Me ha enseñado fotos de su hermano, por cierto, al que nunca he visto en persona. Un chico físicamente normal con muchos, muchos problemas de autoestima. 

 

Anónimo