La Violencia Estética es la imposición, a través de diferentes tipos de mensajes, de una única apariencia aceptable y  está formada por un conjunto de cánones de belleza occidentales.

Estos estereotipos reafirman y fomentan los privilegios y oportunidades de las personas que los encarnan a costa de la opresión y vulnerabilidad de quienes no, por ejemplo, blancxs sobre racializadxs, delgadxs sobre gordxs, personas con cis-passing sobre personas sin cis-passing, etc.

Estas premisas socialmente asumidas no solo sostienen privilegios personales sino también grandes intereses económicos. La industria de la dieta, la del fitness, la industria cosmética, los centros de cirugía estética y hasta las farmacéuticas se alimentan de la convicción de las personas de que sus cuerpos están «mal» por alguna u otra razón, por Io tanto tienen que invertir dinero, tiempo, energía y salud si es necesario, en cambiarlo. 

¿Dónde está la violencia estética?

Encontramos violencia estética en todas partes, hasta en la sopa.

Empezando por la infancia, en el hogar, en los comentarios escuchados y aprendidos de qué es «bello» y qué es «feo». Así se construye la propia percepción desde donde se manifestará en la adultez violencia hacia el propio cuerpo, en mayor o menor medida dependiendo de lo lejos que se esté de estos cánones interiorizados.

En el día a día es imposible registrar todas las rendijas por las que se cuelan estos cánones estigmatizantes. Por poner algunos ejemplos, hay violencia estética en la telenovela en la que todos sus personajes son estereotípicxs (blancxs, cis, fits, neurotípicxs), en la prensa que hace un artículo de la famosa que se ha operado para parecer más joven porque así la sociedad Io exige y que, encima, concluye que estaba mejor antes de la intervención. En enorme medida encontramos violencia estética  en las redes, cuando plataformas como Facebook, Instagram, y demás, venden productos para adelgazar, o en los miles de memes del último año y medio acerca de las personas que han engordado durante la pandemia del Covid-19. También en la calle cuando las vías y espacios públicos no están acondicionadas para personas con diversidad funcional o de talla grande; en las películas donde las personas gordas son por sistema las graciosas; en la consulta médica cuando se achaca todas las dolencias del paciente a su «sobrepeso»; en la consulta ginecológica cuando a una mujer con diversidad funcional física, embarazada, se le pregunta si ha sido abusada sexualmente, asumiendo que no puede ser pareja sexual voluntariamente; en el uso de la expresión «color carne»; en las entrevistas de trabajo donde «buena presencia» esconde muchas fobias. En un sin fin de contextos y de forma normalizada, las personas que encarnan cuerpos que salen de la norma son violentadas constantemente.

Cuerpo de mujer.

Si bien es cierto que los hombres también están sometidos a ideales de belleza, la violencia estética ataca directa y mayoritariamente a los cuerpos marcados como mujeres, que escapen a los estándares de belleza occidentales. Dado que esta violencia se encuentra en cualquier contexto, las mujeres que no cumplan con estos cánones pueden verse perjudicadas para cosas tan básicas e importantes como encontrar trabajo, ir al médico, acceder a una carrera o enfrentarse a un juicio.

Gordofobia, gerontofobia, capacitismo, cis-passing, racismo…

Aunque a lo largo de la historia de la humanidad no siempre se ha despreciado el cuerpo gordo, sino todo lo contrario, hoy la realidad es que habitar un cuerpo de talla grande es uno de los mayores motivos de  bullying en la infancia y violencia en todas sus formas, así como el ser una persona racializada. Cuando habitas un cuerpo gordo no solo te ataca la tele, la publicidad, la industria farmacéutica, tu médico, toda esa cantidad ingente de personas que justifican su odio porque es «por tu salud» o programas como Supervivientes que aplaude, felicita y hace énfasis en la pérdida de peso de sus concursantes al pasar verdadero hambre, no, eso no es todo. Cuando encarnas un cuerpo de talla grande también soportas violencia interna. La Violencia a la que sometemos a nuestra autoestima al pensarnos desde la eterna promesa de un yo mejor, más delgado. «En el futuro, cuando adelgace, seré feliz.»

Me gustaría aclarar que el «sobrepeso» no es ni más ni menos perjudicial que otras cuestiones que no se atacan con tanto ensañamiento, como descansar mal, infra alimentarse, etc. Tampoco es cierto el estigma que las personas de talla grande soportan acerca de los hábitos. Tener un cuerpo grande no es sinónimo de sedentarismo, es cuestión de metabolismos. Se puede tener un cuerpo delgado y hábitos totalmente insanos, pero seguramente esta persona no reciba tantos mensajes sobre su aspecto y su salud como una gorda que entrene y coma sano. Lo que sí es cierto es que la gordofobia enferma y mata. La cultura de la dieta y la presión que ejerce han hecho mucho daño en la salud mental de infinidad de personas. Es por esto que la justificación de que las críticas al cuerpo ajeno son por salud, no se sostiene.  En 2019 había registradas 400.000 personas con algún trastorno de la conducta alimentaria (TCA), de las que 300.000 son jóvenes de entre 12 y 24 años, siendo la tercera causa de enfermedad crónica en la adolescencia.

Es importante identificar los puntos ciegos en los que aparece la gordofobia de forma menos evidente, como por ejemplo, un halago. Al igual que la gerontofobia, o el racismo, los halagos fóbicos están más que asumidos en la sociedad. Por ejemplo, una persona que adelgaza tiene muchas posibilidades de recibir un halago o una felicitación. Eso es gordofobia. Otro «halago» muy normalizado y tremendamente cruel es cuando una persona dice su edad y se contesta «Pues, no los aparentas». ¿Qué clase de ceguera nos impide ver lo violento de nuestros comentarios y nuestra forma de ver, pensar y relacionarnos con los cuerpos? La gerontofobia, que es el rechazo a la vejez, es otro gigante de la violencia estética por superar. 

Los halagos racistas son también muy frecuentes. Señalar la agilidad o lo atlético de un cuerpo por ser negro, el típico «me encanta tu pelo», por ejemplo.

Por otra parte, existe una forma de violencia estética exclusiva para las personas Trans. Ya sabemos que los cánones de belleza son en base al binarismo de género y por lo tanto exigen en las personas una perpetuación de los roles de género, es por eso que las personas Trans han de intervenirse y esforzarse por aparentar ser cis. A la capacidad, suerte o privilegio de poder intervenirse quirúrgicamente y adaptar su imagen a los estándares, se le llama cis-passing. Las personas trans con cis-passing tendrán más oportunidades laborales, habitacionales, académicas, etc.

Y, ¿qué hacemos?

Desde muy temprana edad, en el cole, ya sabemos si somos gordxs, peludxs, orejonxs, de nariz grande, de piel oscura. Seguramente ya nos lo habrán dicho y ya habremos aprendido entonces que eso está «mal», que es «feo».

Lo que podemos hacer es mucho trabajo hacia las infancias, desde las instituciones y desde casa. Deconstruir para nosotras y para las generaciones que vienen los conceptos cristalizados sobre la belleza. Desligar la apariencia de la valía y la hermosura. Mirar y mirarnos con compasión y ternura, y sobre todo eliminar cualquier comentario fóbico sobre el propio cuerpo y el de las otras personas.

 

Victoria Varela