Antes de la Covid, lo más común es que la habitación de hospital de una mamá y su recién nacido estuviera llena de gente con ganas de conocer al bebé. Ahora, la familia es más consciente de los peligros que conlleva visitar a un ser que acaba de llegar al mundo y se esperan unas semanas, o incluso meses, para ir a ver a los nuevos papás. Pero ¿qué es peor, una visita breve en el hospital o que vengan a tu casa, se pasen allí horas y hasta tengas que sacarles una cervecita y algo de picar?

Mi primer hijo nació en 2019 y tuve la habitación llena casi todo el tiempo que estuvimos en el hospital. Fue horrible, me habían hecho una cesárea, me tenían sondada y acostada en una cama, y a las pocas hora de haberme rajado en dos para sacar a mi bebé, ya tenía la habitación llena de gente. Yo no podía levantarme de la cama para coger a mi hijo, pero mi pequeño con horas de vida ya andaba de mano en mano.

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Ahora acabo de ser mamá de mi segundo hijo y ha sido muy distinto. Pedimos a nuestros familiares y amigos que no nos visitaran en el hospital y casi todos cumplieron nuestra petición. Fue mucho mejor, no eché para nada de menos las visitas, mi marido y yo solos con nuestro bebé, conociéndonos y adaptándonos al nuevo miembro de la familia. Yo pude enfrentarme al difícil comienzo de la lactancia materna sin tener sobre mí la mirada de familiares que venían a conocer al bebé. Al final es un momento delicado, estás con un camisón de hospital, las tetas fuera, bragas de postparto y no te apetece que te vea así nadie más allá de tu pareja o tu madre. Y luego está el tema de las hormonas, que igual te da por llorar, como por reír de felicidad. En mi segundo parto pude expresarme libremente porque estaba a solas con mi marido, mientras que en el primero, me vi obligada a reprimir mis emociones en muchos momentos.

El problema con mi segundo hijo vino después, cuando la gente empezó a acercarse a casa a conocer al pequeño. Al hospital vienen, están un ratito y se van, pero en casa no tienen prisa por irse, algunos hasta se autoinvitan a comer o a cenar. Siempre debes tener en la nevera refresco y cervezas, para ofrecer al invitado. O café con pastas, dependiendo de la hora a la que vengan a conocer al bebé.

Esto añadido a que tienes otro hijo, pues la cosa se pone complicada. En el hospital muchos te traen un regalito para el recién nacido, y cuando vienen a casa, pasa igual, normalmente la gente no viene con las manos vacías, cosa que se agradece, el problema surge cuando no le traen nada al hermano mayor, que es un niño pequeño que no entienden porque tu tía le trae un regalo a su hermano y a él nada.

Con mi primer hijo, vino tanta gente al hospital que cuando llegamos a casa estuvimos bastante tranquilos, pero con el segundo, llevamos dos meses recibiendo visitas casi a diario, con todo lo que esto conlleva: desde trastornos de horarios de mi hijo mayor, que no se baña o no cena a su hora porque tenemos gente en casa, hasta desembolso de dinero importante, porque con todo lo que ha subido la cesta de la compra, tener siempre en casa refrescos, patatas fritas y aperitivos pues cuesta un dinero.

En resumen, ¿qué es mejor, recibir visitas en el hospital o en casa? Pues dependerá de cada mamá. En mi caso, prefiero estar tranquila en el hospital, aunque me pase meses recibiendo invitados en mi casa. Además, mis partos han sido duros, por lo que agradecí estar a solas con mi marido los primeros días de vida de mi segundo hijo. Pero también entiendo que una mamá que haya tenido un parto sin complicaciones y que las hormonas del postparto no la dejen sin ganas de nada, a lo mejor es feliz rodeada de toda su familia en el hospital. Cada maternidad es distinta.