Echo de menos el colegio. Pero no el mío, no ser de nuevo una niña con trenzas y gafas saltando a la comba, sino el de mi hijo. Porque el paso al instituto todas sabemos que no solo es el final de primaria, sino el fin de una era, de una etapa que no volverá. Lo que no nos cuenta nadie es que además de eso nuestros hijos mutan. Dejamos a nuestras dulces criaturas en la puerta del instituto confiando en que todo irá bien pero no es así. ¡El mal acecha!

El curso antes al comienzo en el instituto vas a la jornada de puertas abiertas donde te enseñan el centro, te explican con todo lujo de detalles su plan de estudios, incluso te exponen las actividades extracurriculares a las que pueden acceder, pero hay algo que esconden. Sí. Ellos lo saben, pero se lo callan. Ellos tienen la certeza de lo que pasará, pero no te lo cuentan. Lo saben…. Saben que en el transcurso de ese primer curso tu hijo va a sufrir una mutación. Ese angelito que tú les confías se va a convertir en el mismísimo Lucifer. Y ellos lo saben… ¿Por qué entonces no nos lo dicen? Pues porque son parte de ese plan perverso al que llaman “pubertad”. Y seguramente disfruten viendo como estamos más perdidos que un pulpo en un garaje.

Esa mañana en la que a tu dulce “Buenos días, ¿qué tal has dormido?” te responden con un “¡QUE NO ME AGOBIES! ¡TODO EL DÍA IGUAL! ¡PARECES DE LA GESTAPO!” Ese día te das cuenta de que ya no hay vuelta atrás. La mutación está en marcha. 

La comida que le encantaba hasta ahora ya no vale porque es “una puta mierda”. La ropa que tiene ya no sirve porque “es de puto retrasado”. Todo es poco o demasiado. Si le acompañas a algún sitio le tratas como a un bebé. Si le dices que vaya solo es que pasas de él. Si le recuerdas que lleve el libro de mate es que crees que es tonto. Si no se lo recuerdas se le olvida por tu culpa. Si le hablas con vocabulario adulto eres una carca. Si incluyes su jerga en tus frases eres una vergüenza para la sociedad. Olvídate de bailar en público en su presencia. Ni cantar. Ni hacer chistes. Ni hablar. Y si no respiras mejor que mejor. 

Ya está. Mutación completada. Tu hijo es adolescente. Y ¿cuándo ha pasado? Porque en casa nada ha cambiado. Pero espera… un momento… ¿qué es lo único que ha cambiado? ¡VA AL INSTITUTO! Está claro ¡la culpa es de ellos! ¿Pero por qué? Eso aún se me escapa.  Las teorías son diversas. Podría ser un plan del Gobierno para desquiciarnos y que no pensemos en las subidas de los impuestos. Podrían ser las grandes marcas para obligarnos a renovar sus armarios cada 2 meses. O las eléctricas que se hacen de oro con sus duchas de 2 horas. ¿Quién sabe?…

Pese a todo yo no me rindo. Soy una madre coraje que se niega a perder a su angelito. Y contraatacaré con amor y comprensión. Con paciencia y mente fría. Y con escudo en el corazón. Porque de esta secta llamada “pubertad” se sale. Y aquí le espero para cuando vuelva. 

(Cariño, si estás leyendo esto… que no eres tú… que es otro chaval. A mí NUNCA se me ocurriría hablar de ti a otras personas. Ya me quedó claro cuando me dijiste el otro día “¡¿¡¿ES QUE NO TIENES VIDA PROPIA QUE TIENES QUE DECIRLE A TUS AMIGAS QUE ES MI CUMPLEAÑOS?!?!”)

 

Marta Toledo