¡Hay que follar más!

Metro de cualquier ciudad. La que quieras. Primera hora de la mañana. Solo con mirar la cara de la gente sabes quién folló la noche anterior y quién no. Eso se nota.

Follamos poco, eso está claro. La triste media de sexo que tenemos las parejas es la de un polvo a la semana, 52 al año. Vale, dejo que sumes cumpleaños, fines de año y celebración de aniversario de bodas y llegarás  a las 56 veces. Me sigue pareciendo poco.

Comemos mínimo tres veces al día, curramos 8 horas al día,  y una de las mejores cosas de la vida ¿sólo la hacemos una vez por semana?

Si se follara más, habría menos enfados y la gente estaría más contenta. Al estar de buen humor nos trataríamos con amabilidad los unos a los otros y eso haría que el mundo fuera un lugar mejor. Por lo tanto, para que el mundo sea un buen lugar para vivir, hay que follar.

Y si todo lo que he dicho es cierto, que lo es, ¿Por qué las parejas dejan de hacerlo?

Eso se lo pregunta  la misma que está  tecleando. La misma que lleva  10 años con su marido. La misma que se deja llevar por la inercia del día: despertador, curro, reuniones, recados, gimnasio…  Y la misma que, al llegar la noche, le da más pereza follar que  desmaquillarse. ¡Y eso que no tengo hijos! Ni me imagino cómo se lo montarán las madres de familia. Un minuto de silencio por ellas.

Y así, día tras día, va pasando la vida. Y al final te das cuenta que  lo que de verdad mola, lo que de verdad relaja, lo que hace de este sinsentido de existencia algo divertido, no lo haces. ¡Ay, amiga!

Pero entonces, una noche, se alinean los astros y tú y tu “xurri” os encontráis. Tenéis un momento de pura magia y tu día  cambia. Te vas a dormir con una sonrisa de oreja a oreja, feliz.  Al despertar,  te cae bien todo el mundo y hasta las noticias de la tele te parecen buenas. Y descubres que eso de las endorfinas no era cuestión de correr sino de correrse. 

 

Y yo me pregunto: si el sexo es tan poderoso, si puede cambiar tanto nuestro día, ¿por qué no lo hacemos más? En serio, ¿por qué? 

¡Deja de leer y ve a echar un polvo ya!

 

Georgina Viñals