Aún puedo recordar la angustia que me provocaban los días de educación física en el colegio. Además, tenía que ir en chándal (algo que he odiado profundamente desde pequeña), siempre fui y seré una «fashion victim».

Para mí era días horribles en los que muchas veces no podía ni dormir pensando en que al día siguiente todos mis compañeros se burlarían de mi. De lo patosa que era, y de que ningún ejercicio me salía bien. A parte de la mirada de rechazo del mismo profesor, cuando decía: «Venga que pase otro si no no acabaremos nunca». Le faltaba decir: «Por culpa de la puta gorda inútil». ¡Gracias profesores y colegio por tanto!

Ahora con los años, y sin acritud alguna (esto es irónico), creo firmemente que lo que deberían enseñar en los colegios a los niños en la clase de Educación física no es solamente a dar vueltas por el patio a ver quién corre más rápido, quién hace volteretas hacia delante y hacia atrás o quién salta al potro.

Los niños gordos, con obesidad,  los niños que están mal físicamente o los niños excesivamente tímidos, sufren la humillación constante de toda la clase riéndose de ellos cuando no les salen estos ejercicios, o cuando quedan los últimos de la fila. Porque eso os garantizo que para un niño es muy duro y le puede mermar la autoestima para el resto de su vida.

Entonces digo yo ¿no podrían enseñar, por ejemplo, nutrición? Cómo comer de una forma sana y saludable y otros tipos de deportes… no todo el mundo tiene las mismas cualidades tanto físicas como mentales para hacer lo mismo. Métodos y creación de rutinas para que te acostumbres desde pequeño a que el deporte es algo bueno y sano, y no lo odies a muerte porque no te sale la voltereta hacía atrás.

Que una cosa digo desde aquí ¿alguien me puede explicar para qué narices te sirve en la vida una puñetera voltereta?

Para tener flexibilidad y equilibrio, dirán algunos. Pues os aseguro que hay millones de ejercicios para trabajar esas misma cosas y no tener que estar dando puñeteras vueltas sobre ti mismo. A no ser que de mayor quieras ser croqueta o albóndiga y necesites rebozarte por el pan rallado. Si es así, las volteretas serán imprescindibles en tu vida. 

Vamos, que no he visto jamás a ninguna empresa que pida:

«Se necesita persona con experiencia, nivel alto de inglés, don de gentes y, sobre todo sobre todo, que sepa hacer volteretas. Si le salen hacía atrás, puesto garantizado».

A mí me llega un curriculum de alguien que ponga: «Lo que se me da mejor es saltar al potro y hacer la voltereta para atrás» y no sé vosotros, pero yo le pongo una orden de alejamiento.

Gracias a Dios yo tenía una madre que me decía: «Mientras apruebes lo demás, a mí que no saltes en tu vida al potro me importa un carajo, no te lo pedirán en ningún sitio cuando seas mayor. Es un logro de mierda» Y claro, eso ayudaba.

También influye que la mujer lo de ir en chándal por la calle le pareciera un despropósito. Así que me quitó la mierda de asignatura de gimnasia y me apunto a Jazz, que se me daba mucho mejor.

Total, que para lo único que sirven es para hacer el tonto y humillar a los que no se les da bien. Evolucionemos ya de una vez a otra forma de mirar la Educación física. Que por algo se llamara «Educación» si no se llamaría «Te preparamos para el circo del Sol».

Enseñemos a nuestros niños a amar el ejercicio y no a odiarlo. A que no a todos se les da bien lo mismo. Y a comer sano y ordenado. A llevar unas rutinas diarias de ejercicio, que puede ser simplemente andar 5 o 6 kilómetros.