Si hay algo que me caracteriza en esta vida, es precisamente que antes de decir primero que algo no me gusta, lo pruebo. Y a día de hoy me arrepiento más de lo que no he hecho que de lo que he hecho. Especialmente en el sexo. Pero claro… una cosa es que esté dispuesta a que me azoten un poco y que me enganchen del cuello y me empotren contra una pared mientras me digan que soy buena chica, y otra muy distinta que vea la sala roja de Christian Grey y vea un parque de atracciones.

Además nunca había conocido a ningún hombre así. Es cierto que me he encontrado con algunos elementos en mi vida dignos de estudios (Para bien y para mal) pero nunca he encontrado un Grey de la vida. Hasta que lo encontré a él. Tipo normalito, para empezar; me refiero a que es guapo y está en forma. Pero nada de millonario, ni sexymbol, que lo ves y se te caen las bragas. Chico adorable, majete del montón para arriba.

Es un chico que conocí en una fiesta, es cajero de un super, tiene un perro y ve pelis de Star Wars. Congeniamos al momento y veo que hay química entre nosotros, o al menos eso creo. Quedamos un par de veces y a la tercera me sorprendió que no me hubiera dado un morreo aun. Gay no era, os lo aseguro. Pero pensé que estaba chapado a la antigua o yo que sé. Hasta que… Me suelta la bomba. La frase.

-Quiero proponerte algo.

Eso puede sonar desde hacerle la declaración de la renta, cenar con sus padres, ir a pasear a su perro o hacerle una mamada en un parque. Eso podía ser de todo.

Y encima yo soy la puta curiosidad andante y que no puedo quedarme callada porque todo lo quiero saber. Así que le digo que sí sin saber nada más. Porque no sé… Estoy como una puta cabra. Quizás por eso las abuelas tuvieron que empezar a decirle a sus nietas que si aparecía un hombre guapo en un coche y las mandaba subir, que dijeran que no. Porque yo sería quizás una de las que cogerían y montarían.

Bueno, pues me dice con toda la maldita tranquilidad del mundo que tiene una sala BDSM en casa y que le gustaría azotarme siempre y cuando yo quisiera. ¡A la mierda que se va el mundo señoras! Y encima me lo dice cómo si me estuviera ofreciendo el último churro del plato con toda la educación del mundo. No estoy de coña. Por si tenéis dudas además, lo repitió dos veces más por si acaso mi cerebro no lo había procesado aun.

¿Y qué hace mi maldita boca? Pues responder con un: Claro.

¡Claro! Odio cuando me pierde la boca. Es una puta manía que tengo. Primero hablo y luego pienso las cosas. Os juro que iba a retractarme pero me sonrió, me dio un beso en la mejilla y me dijo que entonces le gustaría aclarar los términos. Y de nuevo mi maravillosa boca que me jode y le digo: Si bueno, cómo en las películas, rojo es para.

Y me río porque si no me come la vergüenza y las ganas de pirarme. Me dice con tranquilidad que algo así y sonríe otra vez. Y yo que me pongo cachonda. Lo que me falta por ver… Habla de azotarme y casi pierdo las bragas. En lo que a mí respecta podía ser un maldito pervertido, 3 citas no eran lo suficiente para descartar a un psicópata o a un depredador sexual.

Mi lado de actriz porno me dijo que sí, que el tío estaba bueno, que era majo y que probase. Mi lado de señora conservadora de 80 años me dijo que le diera las gracias y huyera del país. Como si varias red flags se agitaran en mi cara. Pero ganó mi lado pervertido y él me dijo de quedar otra vez y hablar de ello con calma.

No mintió. 4 citas. 4 citas y ni un puto morreo, ni un roce, y ya no hablamos de empotramiento. Joder, si hasta parecía un caballero todo amable y adorable, eso era hasta que sabías que planeaba ponerme pinzas en los pezones y atarme a una cama. Porque si, de repente empezó a hablarme de azotes, sexo anal, pezoneras, bolas chinas, y correas y cuerdas y muchas otras cosas que no había oído en mi vida. Pero os juro que se me nubló la puta vista. ¿Por qué?

Porque me había puesto como una burra. Si señoras. Si. En el momento en que habló de lo mucho que le gustaría ver cómo me corro decenas de veces yo ya estaba deseando que me llevara a su casa. Mi lado puritano y sensato me decía que me largara. Pero como nunca se me dio bien escuchar ese lado acabé en su casa.

Me gustaría no dar detalles de lo que ese ser maravillosamente habilidoso hizo conmigo. Pero os puedo asegurar que cumplió lo que dijo y más, que lo disfruté como una niña el día de Reyes, y más me gustó cuando no pude sentarme al día siguiente. Ahora lo pienso, y quizás su propuesta no fuera tan indecente.

Por eso en esta vida no se puede decir de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre, ni eso ahí no me entra…