VERDADES QUE SOBRAN Y AVISOS QUE FALTAN

 

“Yo es que soy súper sincera”

 

No hay frase que más miedo me dé que esta. En serio. Ya me puede venir Blancanieves rodeada de pajaritos y florecillas flotantes, que como me diga “Yo es que soy súper sincera”, me cago viva como si fuera la mismísima niña de la curva. 

¿Por qué? Pues porque esa frase esconde muchas cosas. Es una frase trampa. Es como un pastel de verduras. Que al llamarlo pastel te crees que estará bueno, pero el jodío está relleno de espinacas. 

Y es que las personas que acuñan esta frase lo hacen para justificar cualquier cosa que salga por su boca bajo la excusa de no ser capaces de aguantársela dentro. Necesitan decir la verdad. La tienen que soltar. Revientan si no son sinceras. 

Yo personalmente doy gracias porque su incontinencia sea solo verbal y no anal, por ejemplo. 

Y te sueltan perlitas de sinceridad del tipo “esa camiseta te hace teta plana”, “con esa falta ponte tacón porque te hace tapujo”, “madre mía, te has puesto fina en verano”. A lo que tú puede que respondas con algo que haga parecer que no te ha gustado su comentario como por ejemplo: “Y a ti quién te ha preguntado”. Tras lo cual ten por seguro que recibirás un “chica, cómo te pones, yo es que soy super sincera”.

¿Seguro? ¿De verdad eres siempre tan sincera? Hummmm….. ¡Yun cojón! 

Porque lo fascinante de todo esto es que su sinceridad absoluta es muy selectiva. Es flipante. 

Pongámonos en situación:

Llevo toda la tarde de copichuelas con mi persona sincera de confianza aguantando los embistes. La ropa que me he puesto no me favorece. Mi peinado me hace papada. Cuando pesaba menos estaba más guapa de cara. Tengo las ojeras como un oso panda. El café me está manchando los dientes un montonazo. Y todo un largo etcétera de sincericidios. Pero espérate, porque voy al baño y descubro que tengo un moco asomando a saber desde cuándo. 

– Bua tía, tenía un pedazo de moco en el piercing. Espero que no lo tuviera cuando he ido antes a la barra.

-Ya… Pues sí. Es que me daba cosilla decirte. 

¡¿Me estás diciendo que me has hecho todo el repaso completo y sincero y no se te ha ocurrido avisarme de esto?! ¡¡Que he estado coqueteando con el camarero con un puto blandiblue asomando por la tocha coño!!

En serio. ¿Cómo puede ser que seas capaz de hacer todo tipo de comentarios a cerca de mi cuerpo, estilo, personalidad, pero luego “te dé cosilla” avisarme de algo así? ¿No será que tu sinceridad solo vale para humillarme y no para ayudarme?

Querida amiga, te voy a ser super sincera: me sobran tus verdades. Pero lo que sí que te agradecería es que me avises si me vuelve a asomar un moco. O si me he manchado el pantalón con la regla. Si llevo el botón de la camisa abierto y se me ve un pezón. O si se me ha corrido tanto el pintalabios que parezco el Joker. Que te empiece “a dar cosilla” decirme la mala cara que tengo y que te la deje de dar preguntarme «por qué».

 

(PD: Amiga. ¿Has comido pastel de verduras? Porque llevas toda la tarde con un trozo de espinaca entre los dientes.)

Marta Toledo