Soy una manipuladora nata, por lo visto

 

Esta historia también podría titularse “de cómo conseguí mi primera mascota” porque, como toda pequeña amante de los animales, cada año durante casi toda mi infancia, mis padres tenían que aguantar el berrinche de rigor cada vez que veía un bicho cuadrúpedo y peludo: quiero un gato, quiero un gato, quiero un gato…Agotador. De hecho, yo fui la clase de niñas que hoy hacen que no quiera ser madre. 

Pues ahí estaba yo, cumpliendo ocho años en el hospital, por una movida de enfermedad (actualmente totalmente superada), que me aburrió la existencia durante toda mi infancia y parte de la adolescencia. 

Una niña cumpliendo años en el hospital, pálida, ojerosa y rodeada de tubos. ¿Habéis visto “Camino”? Yo no, porque nada más que con la carátula de la cinta (o DVD, que soy súper antigua), ya parece que va a ser demasiado drama pa mi body. Pues yo me debía parecer a la prota.

En esas, mis padres me preguntan qué quiero para mi cumpleaños y les suelto: “ Nada, porque lo que yo quiero no me lo vais a comprar…” Dramaqueen se nace, no se hace. Y aprovecho para deciros que adoptéis, que son todo ventajas: le dais una nueva vida a un animal y os ahorráis un dinero, que comprarlo no es precisamente barato.

Mis padres me sonsacaron lo que yo verdaderamente deseaba para mi cumple. ¿Se lo esperaban? Probablemente sí. ¿Llevaban años diciéndome que eso era demasiada responsabilidad y que ellos no estaban dispuestos a hacerse cargo de un animalito? También. Pero, claro, tu niña te pide un regalo desde la cama de un hospital, con una enfermedad chunga de cojones y tú, para cuando ella sale, le tienes apalabrado a Garfield, si hace falta. 

Lo llego a saber años después y pido un Ferrari, también os lo digo. Pero, como en realidad no soy de gustos caros y mis padres tampoco iban a vender sus órganos en el mercado negro para pagarme tan tremendo vehículo, yo fui la niña más feliz del mundo durante los quince años de vida de ese bicho que, por supuesto, cuidaron mis padres gran parte del tiempo.

La pregunta del millón es: ahora que soy adulta, ¿sigo siendo así de manipuladora? Rotundamente no. Y, de hecho, podríamos entrar a discutir si yo me plantee manipular a mis padres, o simplemente expresé sinceramente mis deseos. Recordemos que tenía ocho años. Para manipular a esa edad hace falta ser muy inteligente. Para que os hagáis una idea, yo sumo dos y dos, y me dan decimales, como a Dani Rovira. Y, como una se trabaja para ser cada vez la mejor versión de sí misma, ahora intento ser más racional y no dejarme llevar siempre por mis deseos…Os dejo, que me voy a ir a la perrera. Jijiji.

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