Me encanta la Navidad. Soy de ese tipo de personas que en noviembre ya está poniendo el árbol y no lo quito hasta febrero. Aunque lo de desmontar el árbol es más por pereza que otra cosa.
Me gasto el dinero en jerséis navideños y pijamas, me encanta visitar los mercadillos navideños y ver la decoración de mi ciudad en estas fechas. Tengo un adorno para mi árbol de navidad de cada ciudad que visito. Vamos, que soy más navideña que Mariah Carey que, por cierto, es una cantante que me encanta. En mi casa nos pasamos las navidades con la canción de All I Want For Christmas Is You puesta a todo volumen.
De niña adoraba estas fiestas, me encantaba juntarme con toda mi familia en la casa de mis abuelos. Me lo pasaba genial y guardo un bonito recuerdo de aquellas navidades siempre rodeada de todos mis primos y tíos. Y por supuesto, también me gustaba la Navidad por los regalos de Papá Noel y los Reyes Magos, como a cualquier niño. La mañana de Reyes, mi hermano, que era un dormilón, siempre me despertaba para ir juntos a abrir los regalos. Era la única mañana del años que se despertaba antes que yo.
Cuando fui madre pensé que las navidades iban a tener un sentido especial con niños en casa, y los primeros años de vida de mi hijo mayor así fue: le compré un montón de ropita navideña, lo disfrazaba de elfo, de reno, le hice un millón de fotos en casa, también fotos de estudio, compraba pijamas a juego para toda la familia, hasta para el perro, y nos pasábamos las navidades vestidos de rojo.
Pero este año todo ha cambiado: en primavera cumplió los 4 años y se ha convertido en un mini adolescente que lo odia todo. Odia hacerse fotos, odia que ponga música en casa, siente vergüenza ajena cuando bailo o canto, no quiere ni mirarnos cuando su padre y yo nos damos algún beso, y lo más grave de todo: ODIA LA NAVIDAD Y A MARIAH CAREY
Mi bebé, el fruto de mis entrañas, mi pequeño… se ha convertido en un grinch que no está dispuesto a vestirse de rojo y verde ni a cantar villancicos. No me deja ni poner el árbol en noviembre, como hacíamos todos los años, porque dice que es el mes del Halloween. He negociado con él y me deja ponerlo a partir del 1 de diciembre, pero me ha dicho que no se piensa poner un pijama navideño ni en el mejor de mis sueños. Y, por supuesto, nada de poner el disco navideño de Mariah Carey.
He intentado sobornarle con los regalos, como haría cualquier buena madre, pero no cuela. Le he dicho que, si no se pone el precioso jersey de renos que le he comprado, Papá Noel, que lo ve todo, no le va a traer nada este año. Pues va y me dice que eso no funciona así, que él se está portando bien y que al de la barba blanca lo que le importa es eso, y no que nos vistamos ridículos con pijamas feos y jerséis horteras. Cuatro años tiene… Cuatro y medio según él.
Y ya el remate ha sido el Elfo travieso… no sé si conocéis esta tradición anglosajona que últimamente se está poniendo tan de moda. Es un elfo que llega el día 1 de diciembre para vigilar a los niños en casa y luego se lo cuenta todo a Papá Noel, además es experto en hacer trastadas y los niños cada mañana lo tienen que buscar por casa a ver qué gamberrada se la ha ocurrido ese día.
Yo, toda ilusionada, voy y compro el dichoso muñequito para empezar este año con la tradición del elfo. He comprado disfraces para el elfo, tengo programadas las trastadas que va a hacer cada día, además de cartas y regalitos que le va a ir dejando. Pues llega el día 1 de diciembre por la mañana, le plato al elfo en el salón para que lo viera cuando se levantara, yo toda emocionada pensado que mi hijo iba a recuperar la ilusión por la Navidad… ¿Sabéis que hizo cuando lo vio? Me miró, con cara de vergüenza ajena y me dice con desgana “eso lo has puesto tú”.
En el fondo creo que él no odia la Navidad, más bien odia ver a su madre hacer el ridículo vestida de Mamá Noel cantando el villancico de Mariah Carey desafinando a pleno pulmón.
Por suerte tengo otro hijo de tres meses y ese no se libra este años de lucir modelitos navideños. Como si fuera un calendario de adviento, un conjunto por día hasta que llegue Navidad, y espérate que no sea febrero y siga vistiendo de duende de Papá Noel. Al menos este año tendré mi muñequito navideño para vestirlo a mi antojo, hasta que el año que viene lo embauque su hermano mayor y se lo lleve a su pequeño mundo anti Navidad.